La contraofensiva política

"En otras palabras, el gobierno ha entregado la llave de su marcapasos al adversario económico capitalista al confiarle 60.000.000 millones de dólares preferenciales o más para que los disipe en importaciones fantasmas o en bienes que luego acaparará o que impedirá que lleguen al público. De esta manera no llega al consumidor el enorme sacrificio que realiza el gobierno aportando dólares a tasa preferencial a los empresarios privados para que importen bienes básicos o insumos para producirlos, y éstos se quedan atascado en una purulenta mafia de intermediarios, en gran parte controlada por los monopolios y oligopolios del ramo. El ciudadano común nada puede contra este tapón que obstruye las políticas socialistas y corroe la adhesión del pueblo hacia su gobierno. Es necesaria la acción del Estado para importar directamente, controlar y sancionar. Kissinger y Nixon destruyeron el gobierno de Allende en Chile jurando que harían "llorar de miseria" su economía. De nosotros depende que destruyan o no la nuestra. Contra Guerra Económica, Contraofensiva Política." Luis Britto García "La mano visible del mercado"| Domingo, 22/05/2016|

¿Cuál sería el costo político de atacar políticamente un problema económico? ¿Estamos construyendo o no una sociedad socialista? Entonces necesitamos soluciones políticas de carácter socialistas. El Estado debe volver a tomar el control de la economía. Gente de mucha valía, estudiosos de la política, de la economía y del socialismo, han indicado reiteradamente soluciones políticas para lo que el gobierno se empeñado en llamar "guerra económica". Cuando se trata de tumbar un gobierno socialista o simplemente progresista socialdemócrata, la guerra que libra el capitalismo es política, con armas económicas. Y de economía de libre mercado saben más los capitalistas que los socialistas. De libertades económicas. Y a los socialistas nos toca hacer lo opuesto, usar las armas del control y de la planificación. Por eso es una guerra política, porque las decisiones son políticas, no técnicas sobre una economía que es fundamentalmente capitalista. Por el flanco de la economía nos atacan y nos vencen. Porque las únicas armas con las cuales contraatacamos son las que ellos conocen mejor, las armas melladas del capitalismo, dice el Che, en defensa de las maneras socialistas de pensar y actuar. Contra la "guerra económica" nuestras armas deben ser políticas y revolucionarias.

Vuelvo a la pregunta inicial ¿Cuál es el costo político de tomar algunas decisiones (políticas) contundentes de carácter socialistas? En socialismo, las decisiones económicas son a la vez decisiones políticas. Si existe algún costo político por volver a tomar el control de los procesos económicos, entonces éste será el compromiso definitivo con la sociedad y con el socialismo. El único costo político, fuera de ese compromiso, de rectificar las políticas económicas, es el perder las alianzas con los capitalistas y sus métodos. Hay que definir bien los bandos confrontados en esta guerra. Ya se hace imposible sostenerse en equilibrio ondulando como un mal volatinero sobre una cuerda floja. Lo seguro está de un lado o del otro pisando tierra firme, no en el aire y en el medio de dos intereses confrontados, tratando de no caer.

El imperialismo tiene sus métodos para someter a los gobiernos y países, y de ellos, el de menor costo es el manipular los procesos económicos a través de sus aliados capitalistas en el mundo incluyendo a los nacionales. Precisamente son los capitalistas nacionales los que ahora están operando de manera cooperativa a decir de la investigadora Pascualina Curcio Curcio para acabar con la revolución de Chávez, no nada más con Maduro. (http://idea.gob.ve/admin/img_noticias/desa.pdf. ).

Encuentro muy difícil que, sin romper las relaciones de cooperación con la empresa privada podamos superar esta situación de desgaste. No se sabe hasta cuándo la gente en la calle va seguir soportando estoicamente la incertidumbre del desabastecimiento y la anarquía de los precios, los discursos bravucones, las amenazas fatuas y las denuncias de las maldades del imperio y de la derecha que de tanto escucharlas, sin que se produzcan reacciones concretas, nos parecen falsas. Lo que esperamos todos es que se tomen decisiones claras y contundentes, preferiblemente cónsonas con el socialismo.

Conservar el apoyo del pueblo chavista depende de medidas radicales, de un verdadero cambio de rumbo. Desenmascarar definitivamente al capitalismo dándole un rodillazo donde más le duele, en la propiedad. Ya veríamos saltar de arrechera a todos los más prudentes ministros, diputados y empresarios nacionalistas, y devolverse a sus espacios originarios, el de los grandes propietarios y pequeñoburgueses.

Lo más sano es definir los bandos, los partidos en pugna y sus intereses. La unidad que ahora necesitamos es entorno al proyecto socialista original, que está descrito en el Plan de la Patria original y en el espíritu de la constitución. No podemos ser Uno con el enemigo, con los propietarios, con los explotadores. No tendría sentido nuestra lucha. El único capitalista bueno es el que no lo es. Nuestra guerra no debe ser personal o personalizada, es política e ideológica. Y si la hacemos personal, la primera persona que debe ser cuestionada somos nosotros mismos, cuestionarnos en lo que tenemos de egoístas, de indiferentes, indolentes. En nuestro propio espíritu también se libra una lucha de clases.

La lucha de clases es real. Es una lucha de intereses antagónicos, de propietarios frente a desposeídos; amos y esclavos; ricos y pobres. Los viejos economistas liberales se dedican inteligentemente a ocultar esta razón histórica que explica a las revoluciones y justifica la revolución socialista, que es fundamentalmente moral. La llaman en televisión un anacronismo. Y si dentro de nuestros dirigentes se piensa que la lucha de clases es un anacronismo, todo lo demás que produzcan sus mentes será, cuanto menos liberal y capitalista, más difuso, que es mucho peor; algo de eso es lo que nos atosiga; algo de esa vergüenza de llamarse socialistas, de actuar como socialistas, es por no ser señalados de políticos anacrónicos.

Todavía tenemos una jugada de ventaja. Ya sabemos que Dilma quiso hacer lo mismo y la sacaron del gobierno. A Cristina la vencieron en unas elecciones burguesas. El gobierno de Maduro es igual de ambiguo como esos dos, y también tiene su Temer de prevenido. Pero Venezuela no es Brasil ni Argentina. Somos históricamente un pueblo de rebeldes e igualados. No es hora de conciliar ni dialogar con el enemigo, hay que pelear por la paz, pero hay que pelear. Y la única paz posible es con justicia y en socialismo.



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Héctor Baiz

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