¡Hambre y rebeldía!

I

Días de hambre

Aprendí cuando tenía 6 años de edad lo que significa tener hambre. Tomaba un mango en mis manos, lo desgarraba con concha y todo, mientras mi mirada estaba perdida más allá de la inmensidad de la sabana. Sabía que tenía hambre, pero no sabía las causas de tanta hambre. Eso sucedía por allá lejos, en un pueblito olvidado y sin aparecer en el mapa del estado Guárico. Nadie sabía a dónde colocar a Sabana Grande de Orituco, en esa época. Corrían los meses del año 1943, bajo el gobierno de Isaías Medina Angarita. Y así entre hambre y hambre, me fui haciendo rebelde.

II

Mi hambre no estaba sola

Más tarde supe que había millones y millones de seres humanos tal vez en peores condiciones que yo. Esa era la verdad. Y partir de allí me preocupe en saber cuál era la causa, o las causas, de tanta hambre y tanta miseria en el mundo. Lo que descubrí es lo que usted sabe mejor que yo. Por lo tanto es necio llover sobre lo mojado. Pero si recuerdo que acudí a mi mamá un día con esta incertidumbre: "Mamá, por qué nosotros pasamos hambre y nadamos en la miseria, y otros no". Mi madre, dijo algo como no queriendo decirlo. Tanto así que no le entendí lo que rezongó. Insistí en la pregunta. Y ella, en una envalentonada pasiva, me dijo: "Hijo sólo Dios sabe de esas cosas, mejor es que no pienses en ello. Olvida que el tiempo lo cura todo y da las respuestas sin hacérsele preguntas".

III

Los poetas saben mucho

La mejor respuesta sobre el hambre me la dio un poeta. Un día le consulté a un amigo eso del hambre para tanta gente. Y me dijo: "Pregúntale a un poeta". Y como no conocía a ningún poeta, me fui a los libros. Pero como no los tenía, entonces me fui a la imaginación. La fuente original para saber cosas. Y me sorprendí, pues a pesar de que en mi vida había caminado tanto, no me había topado con una lección de esta naturaleza: caminante no hay camino como el tuyo, el camino eres tú mismo. El hambre no es la tuya. Eso no tiene importancia. Importancia tiene el hambre de los demás. Son millones… Son miles de millones que no tienen que comer hoy. No tiene agua que tomar hoy. No tiene nada para hoy, apenas el oxígeno, el que no pueden prohibírselo porque no se puede explotar como una mina y enlatar para exhibirlo para quienes puedan comprarlo. No tienen medicinas para alargar sus vidas plenas de miserias.

IV

Estoy en Venezuela

Cuando me desperté de un sueño nacido de la imaginación, o una imaginación nacida de un sueño, noté que conocía desde aquellos días de hambre en Sabana Grande de Orituco, a ese país: era Venezuela. Y me pregunté, para no molestar a nadie, ¿qué ha pasado después de tanto caminar? ¿Estoy en el mismo sitio? ¿Tengo la misma hambre? ¿Veo hambrientos por las calles? Viejos perdidos en un basurero, escarbando como gallinas. Veo unos niños con un pedazo de yuca en la boca, y sus miradas perdidas en el espacio. Veo gente morirse por falta de medicinas… Veo miseria… ¿Qué ha pasado con mi vida? ¿Me he vuelto loco o tengo visiones envenenadas por la derecha traidora? ¿O he perdido el sentido de la realidad? ¿O sólo soy un iluso que prefirió la cárcel que permanecer tranquilo con mi hambre a cuestas  y el hambre de los demás aullando, como lobos?

V

Ama lo que tienes…

Busqué un poema, en un viejo libro de un poeta que me prestó un amigo. Encontré muchos. Pero ninguno me aclaró mi angustia. ¿Qué creen ustedes? Volví a mi imaginación, nunca me ha fallado. Pero…, siempre hay un pero atravesado. Ahora mi imaginación está débil. Como débil está mi cuerpo cargado con 80 a las puertas. Pero suficiente como para darme cuenta que a0. veces recibimos promesas, y otras veces latigazos. De un lado, chicotazos, del otro lado, palabras, sólo palabras. Recordé con dificultad una frase que dice: "Ama lo que tienes, o la vida te enseñará amar lo que perdiste". Pero como soy rebelde empedernido, me dije para mis adentros: "Amo lo que tengo, pero ansío tener lo que he perdido… ¿Por qué? Porque un rebelde nunca es conformista, nunca deja de pensar que no podemos entregar lo que hemos tenido en un futuro cercano, para sólo amar lo poco que nos han dejado… ¡Eso nunca! He sido, soy y seré un rebelde, hasta que un último suspiro me aleje de este mundo, al cual vine un día sin saber qué era el hambre, y quién era el culpable de esa hambre. De mi hambre, la que aprecio, pues, sin ella no fuera un rebelde empedernido.

VI

La mazorca de maíz

Al fin, pude encontrar algo que estuviera fuera de mi imaginación que me ilustró la realidad del hambre. Se trató de una imagen de una niña estadounidense, del estado de Florida, que aparece desgranando con sus dientes una mazorca de maíz, mientras su mirada está perdida como buscando una respuesta a su situación. Regresé, por unos minutos, a mi pueblo, cuando desgarraba con hambre atrasada un mango sin haber aún madurado. Aterricé aparatosamente en mi Venezuela actual, del 2016, y se me encogió, más de lo que lo tengo, mi débil corazón. ¿Qué es lo que estoy viendo? Una guerra entre venezolanos… Una guerra producto de la ambición. Ambición que lleva a un grupo de venezolanos a convertirse en traidores de la patria, al pedir a un imperio que pisotee nuestra soberanía, con tal de salir de un gobierno que el propio pueblo se dio en libres comicios. Y es cuando aflora mi rebeldía de ayer: prefiero pasar hambre, antes de ver a las botas gringas violar nuestra soberanía, violar a nuestras mujeres, como han hecho en Colombia, y saquear nuestras riquezas como hicieron en Irak, Libia, Afganistán,y piensan hacerlo en Siria… ¡Volveré!



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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