Proceso político y revolución ante el presente escenario

a) El escenario

En las siguientes líneas intentaré una identificación de las matrices determinantes del presente escenario en Venezuela. El uso del plural no es arbitrario, pues justificaré, como punto de partida, la confluencia de varias fuentes en un devenir complejo y cruzado. Es posible identificar también un momento crítico donde convergen esos determinantes, señalando para ello algunos indicios concretos. El objeto de la evaluación es ofrecer un modesto enfoque que contribuya a debatir las perspectivas del proceso político que millones de venezolanos hemos respaldado desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998.

b) Proceso político y revolución

En 1999 comenzó lo que llamamos Revolución Bolivariana. Hasta qué punto ésta ha sido o no una revolución, es algo que conviene evaluar hacia atrás y hacia adelante. No hay duda de lo formidable de la experiencia de los últimos 18 años, del innegable empeño revolucionario, de la inmensa movilización popular desatada bajo el liderazgo del Comandante, de los incontestables logros sociales. Es profundamente mezquino desconocer el alcance de ese esfuerzo, incluso de su carácter singular. Sin embargo, adhiero a la hipótesis de que la potencialidad de la revolución social, entendida ésta como superación radical de la hegemonía del capital, cesó hace ya un buen tiempo, tal vez en 2007, luego de la derrota del referéndum por la reforma.

El sistema socio-económico dominante en Venezuela sigue siendo el capitalismo rentístico. Nuestro proceso político gravitó en torno a la construcción de un estado de bienestar sustentado en la renta petrolera, hoy bastante menguada, y en un magro capitalismo de Estado, tomando en cuenta que, para 2014 y según cifras provisionales del BCV, el Valor Agregado Bruto (VAB) manufacturero público representó sólo el 18,6 % sobre el total de la actividad manufacturera, mientras el VAB del sector público, sin incluir actividades petroleras y mineras, apenas el 26,4 % [1]. La producción no petrolera sigue predominantemente en manos del sector privado, lo que desmiente esa leyenda urbana de una presunta "cubanización" de la economía venezolana.

Esa deriva rentística, paradójicamente, normalizó el status quo de la sociedad que pretendemos transformar. Toda revolución es energía social desatada, tiene que devastar el tejido orgánico social en crisis, sus bases ideológicas, culturales; debe ser negación en acto, suficiente para promover las bases irreversibles de una nueva sociedad y una nueva cultura. Una revolución es, así, una ruptura de la normalidad, un punto de inflexión. Es, por antonomasia, una embestida, un proceso de ofensiva integral contra un orden explotador, antagónico.

c) Brote rentístico de 1999-2013

Los procesos revolucionarios irrumpen por algún disparador o detonador. Normalmente la profundización de las condiciones de explotación y opresión genera el detonante preciso en el momento justo. El Caracazo fue, para nosotros, un toque de aldaba en esa dirección. Los antagonismos estructurales existentes en los sistemas sociales son las matrices últimas de los conflictos que maduran en la lucha de clases. Pero las condiciones que crean un escenario revolucionario concreto no son perennes, y la Historia enseña por qué a la oportunidad la pintan calva. Las regresiones suceden y pueden suceder mientras los cambios no se hagan irreversibles. Para finales de la década de los 90 el cuadro social era muy propicio para la revolución. El aporte fiscal de la renta petrolera se había hecho minúsculo, ofreciendo un brillante motivo de rebeldía.

Fue el momento estelar de Hugo Chávez. Pero, no contando todavía con una teoría revolucionaria, la acción se focalizó en "saldar" la deuda social. Chávez se impuso superar la pobreza concibiendo el primer plan socialista bajo una visión predominantemente desarrollista, anclada por ende en la renta petrolera. La coyuntura de precios altos y la propia gestión del Comandante ante la OPEP trajeron un brote rentístico parecido al de los años 70, con efectos también muy semejantes. Comenzó a ejecutarse el justo abono de la deuda social en dramático contraste con una enorme y sesgada prodigalidad.

El brote rentístico hizo innecesaria la revolución. El capitalismo rentístico acusó aun más su vocación comercialista-importadora, especulativa y derrochadora. Los segmentos acomodados se hundieron en una orgía de consumismo. Se erigieron así dos países en paralelo: un país emergente y revolucionario, pujando por salir de la pobreza y materializar la sociedad nueva; y un país pródigo, reaccionario, caprichoso, frívolo. El brote rentístico no sólo mató la potencialidad revolucionaria desatada en 2002; mostró una vez más lo inútil del viejo anhelo del nacionalismo liberal-burgués de levantar por fin una "economía productiva". Al cabo, el electorado negó la reforma de 2007, desairando el todavía vigoroso liderazgo del Comandante. Ese eco ha amplificado su resonancia.

d) El proceso bolivariano y la clase asalariada

Venezuela no tiene un proletariado preparado para encabezar lo que sería la primera revolución verdaderamente anti-capitalista en la periferia global. Argentina lleva más ventaja en ese sentido. La clase asalariada es, como en muchas otras partes, fragmentaria, estratificada, diferenciada, alienada, explotada, poco calificada y poco sindicalizada. Pese a ello, desde 1999 (en realidad desde antes) se ha formado una valiosa vanguardia de la clase asalariada, con elevada formación política, mucha voluntad de combate, antiimperialista y latinoamericanista. Pero ese segmento de lejos ha sido suficiente para dirigir y constituir un poder popular efectivo, mayúsculo.

Siempre hay que destacar que fueron las clases trabajadoras las que, junto a la Fuerza Armada, derrotaron el sabotaje petrolero de 2002. Pero las condiciones ulteriores, signadas por el liderazgo del Comandante y un torrente de petrodólares, confinaron finalmente a la clase asalariada y sus vanguardias en su nicho subalterno. La clase asalariada escasamente ha procurado espacios de poder efectivo, constituyente, democrático. Donde tiene más fuerza se contenta con negociar satisfactorios contratos colectivos. Sólo pequeñas islas de vanguardias duras muestran vocación por construir poder popular en los ámbitos de producción. En un país carente de bases productivas robustas, la clase asalariada no ha desarrollado aun el músculo para fraguar, junto al Estado y las demás clases trabajadoras, la hegemonía de nuevas relaciones de producción, sin burocracia ni capital. Pero no por eso le es lícito delegar su compromiso histórico.

e) La Constitución de 1999 y el Estado realmente existente

La Constitución de 1999 (CRBV) es un documento liberal-burgués que tiende un cabo o un puente hacia posibilidades de ruptura sistémica. De hecho, reúne los antagonismos históricos en su contenido, en la armonización sobre el papel entre el interés privado capitalista y la democracia de base, participativa y protagónica. La CRBV, irónicamente, se interpone frente a la reacción como salvaguarda del legado histórico de 1999. Chávez trató de enmendar esa pobreza de contenido mediante la malograda reforma de 2007. De seguidas, el afán desarrollista, la normalización institucional posterior al referéndum de 2004, el brote rentístico y, haciendo lo suyo, nuestra viveza criolla, arrullaron un Estado promotor, no revolucionario, no participativo, no democrático, no transparente.

El Estado bolivariano no muestra una verdadera solución de continuidad, es la prolongación contemporánea del Estado petrolero surgido en la década de los 30. El Estado bolivariano, y junto a él el PSUV (antes MVR), sofocaron la insurgencia del poder popular, alimentando un obeso clientelismo social. La burocracia clientelar es un producto necesario del capitalismo rentístico. Ésta no representa un puro estamento subsidiario o residual, (tampoco una clase en sí), es un engranaje funcional de poder estructuralmente adosado y asociado al interés privado. La burocracia conservadora no es exactamente el escollo de la revolución, es un indicio del pasmo de la revolución, es la consecuencia de una revolución todavía no consumada. El problema serio para los revolucionarios es el Estado realmente existente. Ese Estado sólo puede ser superado y reemplazado por el poder popular.

f) El látigo de la reacción

Si el devenir del Estado clientelar prácticamente ha logrado la preservación de los fundamentos vitales del capitalismo rentístico, ¿por qué, después de la muerte de Chávez, la derecha se muestra tan furibunda por desbancar a Maduro a como dé lugar? ¿Por qué la ofensiva imperial y de sus socios nacionales no cede a preparar pacientemente una muy probable victoria en 2018? ¿Por qué si ya Maduro ha llegado a un entendimiento con buena parte del "empresariado", la derecha persiste en su afán desestabilizador? El motivo clave no descansa en la terquedad de Maduro, ni tampoco en una vulgar disputa de poder entre dos polos de una misma macolla, como sostiene una tesis de Marea Socialista [2].

La estrategia de guerra de la derecha, mantenida con variantes desde 2001, no se limita a la simpleza de derrocar al gobierno; su exigencia de fondo es erradicar al chavismo y afines. Cómo hacerlo es algo que plantea escenarios abiertos, cruentos o menos cruentos, dependiendo de la moral de combate y las posibles resistencias en el seno del pueblo y el ámbito castrense. El enemigo precisa una aniquilación moral y política capaz no sólo de recobrar el poder en toda su amplitud, sino de desmantelar toda la política internacional soberanista y multilateralista, lo que tiene mucha importancia para Estados Unidos en su movida estratégica contra Rusia y China. Erradicar al chavismo en Venezuela significa también erradicarlo fuera de Venezuela: terminar de minar a la OPEP, socavar Unasur, desmantelar la CELAC, desmantelar la ALBA, reemplazar Mercosur por los acuerdos de libre comercio del Pacífico (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) y el Atlántico, ambos patrocinados por las multinacionales monopolistas.

La derecha en Venezuela, agrupada en una entente opositora trasnacional, apuesta a un desenlace inmediato frente al riesgo de una posible recuperación de los precios del petróleo, capaz de dar oxígeno al gobierno, el cual podría impulsar acciones potencialmente efectivas [3]. Los indicios de una táctica subrepticia utilizando el recurso del referéndum me parecen claros: el referéndum podría conferir una victoria electoral a la derecha este mismo año, si descartamos cualquier giro extraordinario, pero no resuelve el problema político del chavismo, en especial dentro de la Fuerza Armada. Además, a estas alturas no asoma un potencial candidato de consenso de la MUD.

La derecha aspira realmente a un acceso al poder de facto y pleno, capaz de abolir la CRBV saltándose el riesgo de sus requisitos, desmantelar al CNE, al TSJ y a todo el contingente bolivariano ínsito en la Fuerza Armada. No quiere esto decir que pueda hacerlo. Pero no nos quepa la menor duda de que la derecha va a necesitar reprimir, y reprimir duro, de manera que, con o sin elecciones este año, accediendo al poder por una u otra vía, precisa desarticular o desmantelar a la Fuerza Armada nacionalista.

Su escenario soñado consiste en una represalia imperial bajo la excusa de escamoteo del referéndum, lo que encaja con el papel de Almagro, apostando a ajustar finalmente el torniquete letal que desencadene un "estallido" cívico-militar con el decidido apoyo de incursores mercenarios y de Estados Unidos. Ese escenario ideal implica la supresión de la CRBV, con lo cual podrían justificar un gobierno provisional y la preparación de unas "elecciones" a la antigua modalidad adecopeyana.

g) Administrando el capitalismo

Creo que fue Manuel Ugarte quien dijo que no hay nada más peligroso que una revolución a medias. En América Latina estamos ahítos de experiencias populares transformadoras que terminan en tragedias. Nosotros nos encontramos en una situación de baja moral, si la comparamos con el espíritu de 2002-2003. Pero hay todavía pueblo en combate. Es un combate sordo, difícil, ingrato para un pueblo que asumió con entereza un hermoso proceso de emancipación junto a un líder del calibre de Chávez. La confusión del momento histórico nos pone en las puertas de un equívoco colosal. Una regresión liberal-fascista será el producto del letargo rentístico, del reforzamiento de la alienación.

Ese reforzamiento de la alienación obedece a la conservación ideológica del sistema metabólico social. La mayor parte de los trabajadores, y muy en especial las nuevas generaciones, han limitado preocupantemente la capacidad de discernir la naturaleza del sistema, la amenaza imperialista y los enemigos de clase del pueblo. Esas masas asimilan irreflexivamente los mitos de la "economía de mercado", dan por sentado el fracaso de las nacionalizaciones y, desde luego, rechazan la idea del socialismo, por vaga que pueda ser. No es sólo la intensa penetración mediática y el bombardeo ideológico constante, directo o subliminal, lo que refuerza la alienación. Es también lo que hemos hecho y dejado de hacer desde el poder.

Nuestro Estado se encuentra subordinado a las coordenadas ideológicas del capitalismo, a pesar del discurso [4]. Estoy convencido que lo que la dirección del Estado entiende por socialismo, no es lo que está plasmado en el Objetivo Histórico Nº 2 del Plan de la Patria 2013-2019, ni lo que entendemos muchos otros. El discurso es esquemático, reduce la noción del socialismo al dominio de lo público, a la gestión estatal, a la redistribución, a las políticas sociales. Con sólo haber nacionalizado una empresa se da por sentado que se está haciendo socialismo. No hay una asociación entre lo particular y lo sistémico, no se percibe el aspecto hegemónico del proceso social.

Ese Estado revolucionario perdió contenido reduciendo su operatividad a la administración de la contingencia, sin carta de navegación y sin estrategia de beligerancia sistémica. Ese Estado, que ha confundido socialismo con capitalismo de Estado, que ha entendido o asumido en la práctica al "poder popular" como un apéndice de la gestión pública, un ámbito marginal de "participación" o de apenas visibilización de los humildes, no puede más que extraviarse en un laberinto signado por el pragmatismo, la reactividad y las contradicciones.

Sugiero así aprehender la relación entre la gestión de gobierno y el papel histórico que le correspondía al Estado revolucionario de liquidar al Estado rentístico-clientelar. En vida del Comandante hubo dos Estados en pugna en un mismo cuerpo, al estilo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, dos polos de un vínculo demencial que en mi opinión pone el sello al actual desenlace. Esa misión histórica ha dado paso a la gestión contingente, a la aceptación fatal del sistema metabólico social en decadencia, reduciendo el rol del pretendido Estado revolucionario al de conserje del capitalismo. Pero es un conserje malquerido, indeseado por los amos del valle, por su origen, por lo que representa, por su discurso, por su política social, en fin, por oler a pueblo.

El capitalismo no es "regulable" a favor de los sometidos, sus leyes de hierro purgan más temprano o más tarde cualquier dispositivo que transgreda su funcionalidad. Eso ha sucedido en condiciones apacibles con gobiernos socialdemócratas. El capitalismo muestra en todos lados una alta resiliencia a la regulación fiscal y social. Tiene "anticuerpos" que escudan la ley de valorización contra el reformismo. Echan a pique instrumentos como la Ley de Precios Justos o los decretos de aumentos salariales. Peor aun, obligan a los gobiernos "progresistas" a la aplicación de "lógicas" liberales.

Ahora bien, ¿qué decir de los controles ejercidos en condiciones de guerra, frente a un plan sedicioso justamente orquestado para destruir el poder adquisitivo de las masas asalariadas? La reacción sorda del sistema desflecó las propias correas de transmisión del Estado, tornando prácticamente ingobernable el desempeño económico. Incluye no sólo la acción del "empresariado", sino de un vasto pueblo insuflado de "racionalidad" mercantil depredadora.

h) Un problema de gestión: el reduccionismo de la "oposición de izquierda"

Al dimensionar el alcance de ese rol de conserje, se hace sencillo dilucidar la diatriba en torno a las "responsabilidades y causas de la crisis" y notar lo inútil de la discusión en torno a la responsabilidad del gobierno o el efecto determinante de la guerra económica, presuponiendo que ambas fuentes sean por necesidad excluyentes. En contraposición a una respuesta popular organizada, cualquier gestión puramente institucional sucumbe ante el tamaño del reto. Grande fue también el reto de 2002, pero una alta moral de combate puso en esa ocasión el viento en popa.

La funcionalidad del capitalismo rentístico es plenamente compatible con cualquier emboscada económica. Ésta hizo "simbiosis" con la reactividad "normal" o espontánea de los agentes especulativos, neutrales o no. Los terroristas no han perdido con sus acciones, no han "invertido" para derrocar al gobierno, más bien multiplicaron sus réditos. Eso puede "mimetizar" la guerra económica bajo la apariencia de una debacle ordinaria desatada por malas políticas oficiales. La insidia del sabotaje no es directamente evidente como en 2002, ni sus tácticas son iguales.

Pero al problematizar de esta forma el cuadro al cual nos enfrentamos, se hace insensato apoyar la maniobra del referéndum revocatorio, como hacen algunos voceros de la recién formada "oposición de izquierda" [5]. Por mucho que se presenten como una nueva referencia en el seno del chavismo, es del todo falso y demagógico en la coyuntura inmediata formar un liderazgo alterno capaz de confrontar la reacción fascista en un escenario electoral.

Unirse al enemigo en la exigencia de revocar el mandato de Maduro desconoce el efecto de la guerra total contra el pueblo y el asedio internacional, hechos que impiden un juicio limpio y equilibrado de la gestión, si ese es el punto. Tales voceros no han podido convencerme de que el gobierno obstruya el referéndum (que no es lo mismo que abstenerse de facilitarlo) [6], pero tampoco mencionan que el enemigo pueda tener interés en su fracaso, a pesar de las evidencias de fraude en la recolección de firmas. La derecha no ha apostado ni va a apostar a la democracia. La postura de estos compañeros se aparta de un esfuerzo unitario por orientar a las masas, por acumular peso frente a las desviaciones del poder constituido. Pese a las muchas razones que les asisten, sorprendentemente algunos se han vuelto más papistas que el Papa pidiendo la cabeza del presidente.

i) 2013: Anno diaboli

En 2013 muere el Comandante y se desata la ofensiva. Los indicios de un ataque bien planificado son palpables en las estadísticas económicas, al dispararse la brecha entre la tasa de cambio oficial y la tasa paralela. El promedio de la cesta OPEP fue ese año de 105,87 US $/b [7], no muy distinto del promedio del año anterior.

Para tener una idea del extraño desajuste de 2013, comienzo por evaluar los coeficientes entre la tasa paralela promedio y la tasa oficial (4,30 Bs/US $) correspondientes a los años 2011 y 2012. En el primer año el coeficiente da 2,01, mientras en 2012 es de 2,64, mostrando un incremento de 31 %. Ahora bien, en 2013 el coeficiente salta a 8,54, es decir, tres veces el de 2012, que no puede explicarse a partir de ninguna variable clave, aunado al hecho de la devaluación de 4,30 a 6,30 Bs/US $.

El promedio de la tasa paralela pasó de 11,35 Bs/US $ a 36,73 Bs/US $ entre 2012 y 2013, cerrando al mes de diciembre en 64,10 Bs/US $. Al analizar las variables macroeconómicas, se puede observar que las tasas medias efectivas estimadas, correspondientes a 2012 y 2013 fueron, respectivamente, 6,68 Bs/US $ y 10,59 Bs/US $, con una variación de 59 %, que contrasta ciertamente con la variación de 2012 / 2011, de apenas 17 %. Es decir, el impacto de la brecha diferencial fue significativa en 2013, pero ¡todavía muy rezagada de la variación de la tasa paralela promedio, de 224 %! En otras palabras, en 2013 la tasa paralela muestra un salto vertiginoso que no puede justificarse por la expectativa de precios y volúmenes de crudo, los cuales permanecieron prácticamente invariantes, estando por lo demás altas las reservas internacionales. Tal salto sólo puede sumarse a las numerosas evidencias de un ataque. El impacto sobre las importaciones no petroleras se hizo sentir, pasando éstas de un valor FOB de 47,5 MM US $ en 2012 a 31,4 MM US $ en 2013 [8].

Es pues en 2013 donde confluyen tres ingredientes idóneos para un cóctel incendiario: el ataque frontal a la estabilidad monetaria [9]; una proverbial parálisis del Estado; y un virus especulativo que invade en cascada desde el capital trasnacional hasta extensas capas medias y pobres de la población. Este proceso se transforma en una espiral diabólica que impacta al alza el nivel de precios por el derrumbe de la oferta interna y la sangría en la frontera. La acción clave del ataque fue la distracción de divisas, lo que aceleró su fuga, ensanchó a niveles inusitados el diferencial especulativo e indujo una creciente escasez de productos nacionales e importados, aspectos documentados por diversos trabajos de investigadores como Manuel Sutherland (et al.) [10]. La creciente brecha entre los precios especulativos y los subsidiados, especialmente de la gasolina, puso el toque adicional a lo que rápidamente derivó en un caos social.

Los atacantes contaron con un terreno muy abonado para actuar con éxito, moviéndose tan bien como de ordinario se mueven en un ámbito mercantil plagado de mafias. Lograron quebrar gravemente el control institucional al generalizarse la oportunidad del lucro exorbitante. El conserje del sistema no entendió que éste no podía ser ya administrable bajo premisas de normalidad institucional, no entendió que una declaratoria tácita de guerra en el medio mercantil destruye la eficacia de la parca racionalidad keynesiana, invalida las reglas de la armonización fiscal con el "mercado".

Limitándose así al dominio estatal del control con un aparato en buena medida cómplice, con una clase asalariada atada de brazos, el gobierno encaró con enorme desventaja y perplejidad semejante ofensiva. Decidido a esperar sindéresis del "sector privado", se hizo impotente cuando el enemigo optó por tumbar el tablero. El gobierno quiso seguir jugando al ajedrez cuando ya las piezas estaban regadas en el suelo.

El cóctel del Diablo se completó al caer los precios del petróleo, sin olvidar la "ñapa" de las guarimbas de 2014. La reducción drástica de la renta petrolera terminó por minar la capacidad de contención. Los efectos básicos inherentes a este fenómeno suman al cuadro configurado en 2013: disminución acusada del salario real, recesión, polarización de ingresos, incremento de la tasa de explotación, defensa inflacionaria del gasto fiscal y regresión de los estándares logrados hasta 2013.

j) Epílogo: ¿ahorcado o fusilado?

La impotencia del gobierno por revertir este cuadro, que condujo a la derrota electoral del 6 de diciembre de 2015, no obedece a errores de gestión. Errores los comete todo el mundo, de mayor o menor gravedad. No cuesta nada identificar este o aquél error cometido por el gabinete de Maduro, como también los tuvo Chávez. Pero esto no es el problema. El problema es que se soslayó la ofensiva fundada en erigir el poder popular. El problema es que se impuso el Estado rentístico con toda su parafernalia y corruptela, así como una práctica articulada desde el PSUV de inhibir la insurgencia democrática de las masas organizadas, desde la eliminación de las UBE hasta la liquidación de las patrullas. Una cosa es cometer errores y otra muy distinta trazar una conducta consciente bajo determinados intereses.

Los gobiernos locales han sido especialmente clientelares y burocráticos. Los gobiernos locales son antagonistas del Estado comunal. El conservadurismo pragmático del aparato de Estado ha abultado la mora con la revolución: el objetivo histórico Nº 2 del Plan de la Patria permanece en el papel; hay negativa a formar los consejos de trabajadores (la anterior Asamblea Nacional jamás aprobó la ley respectiva); se ha desestimado constituir veeduría obrera vinculante en las empresas privadas medulares; se ha desoído el planteamiento de levantar un sistema de contraloría social masiva.

Que el aparato de Estado haya ahogado el poder popular no obedece a errores o simples desviaciones, es una necesidad estructural del ejercicio del poder bajo un boyante capitalismo rentístico. Ese aparato sometió al Estado revolucionario sin haberlo matado de un todo. En cierta medida el Dr. Jekyll y Mr. Hyde siguen en pugna. Nuestra contradicción principal es nuestro aparato de Estado. El gobierno actual es un sujeto no necesariamente consciente de esa contradicción, pero su situación obedece fundamentalmente a eso. Hace que nuestro proceso político sea por ahora una revolución a medias, y no hay nada más peligroso, en palabras de Ugarte. Conforme se fortaleció la sociedad conservadora, con ella se fortaleció el aparato de Estado.

Si aceptamos este enfoque, para superar el presente escenario y reemprender la vía revolucionaria, creo preciso atacar esa contradicción en el propio contexto de la pérdida de hegemonía política y bajo la embestida imperial. Sugiero para ello unas pocas actitudes de partida: a) adherir a un único bloque chavista de defensa frente a la agresión trasnacional; b) interpretar con la mayor tolerancia la realidad de las contradicciones medulares del proceso político sin converger con el enemigo común; c) formular la crítica a fondo de la gestión enfocada más en las matrices estructurales que en la trama subjetiva, sin desconocer responsabilidades históricas concretas e individuales; d) promover estrategias tolerantes de orientación y convencimiento de masas en función del combate al reformismo y las desviaciones, cuidando las conquistas de los últimos 18 años; e) pujar por un movimiento chavista unido contra los más oscuros pronósticos.

Nuestro asunto crucial es menos concentrarnos en las personificaciones del Estado que en desmontar ese mismo Estado, reasumiendo la ruta constituyente del poder popular.

Referencias:

[1] BCV, Cuenta de Producción por Actividad Económica, 2012, 2013 y 2014.

[2] "Dispuestos a enfrentar la falsa polarización en la que estas cúpulas pretenden atrapar a la sociedad toda, es que hacemos un llamado a la construcción de una nueva referencia política." Editorial Nº 13 de Marea Socialista, (Aporrea 01/05/2016). Dice al respecto Carlos Carcione: "Ninguna de las dos cúpulas (PSUV-MUD) que buscan imponer una polarización forzada, contra el extendido sentimiento popular que reclama una despolarización urgente para encontrarle solución a los graves problemas presentes, le presta debida atención al peligroso fenómeno que se está desarrollando." (Carlos Carcione, Entrevista en Hemisferio Izquierdo, Uruguay, 25/07/2016).

[3] Por ejemplo, la organización de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).

[4] "…hasta ahora la revolución bolivariana, particularmente en los últimos tres años, ha cabalgado sobre un discurso socialista y una práctica capitalista. (…) El socialismo no ha pasado de ser una pose en el discurso, sin asidero con la ejecución de gobierno." "A dónde nos conducen Maduro-Cabello" (Roberto López Sánchez, Aporrea, 23/05/2016).

[5] "…gobernante que lo haga bien, no debe temer a ningún referéndum revocatorio." "¿Qué buscan Ana E. Osorio, Héctor Navarro, Barreto, Nicmer Evans y compañía?: Respuesta." José Luis Ibrahin Esté (Aporrea, 26/06/2016).

[6] "…el gobierno, a sabiendas de que perdería el referendo revocatorio, a través de su pleno control sobre el CNE, se ha dedicado sistemáticamente a poner obstáculos y a retardar lo más posible la realización del referendo." (Edgardo Lander, "La implosión de la Venezuela rentista"; Aporrea, 12/07/2016) Lander da por hecho que la eventual no realización del referéndum este año sería por acción del gobierno. Carlos Carcione refuerza esta aseveración, al alegar según sus términos la "obstaculización y manipulación de derechos políticos fundamentales y novedosos de la Constitución como el Referendo Revocatorio." (C. Carcione, Entrevista en Hemisferio Izquierdo Uruguay, 25/07/2016) En esto coinciden del todo con la MUD. Lander también hiperboliza la gestión de gobierno: "El pueblo chavista no tiene por qué cargar sobre sus hombros el fracaso de la gestión gubernamental."

[7] http://www.statista.com/statistics/262858/change-in-opec-crude-oil-prices-since-1960/

[8] BCV, Resumen general de la Balanza de Pagos.

[9] Ver denuncia de Diosdado Cabello sobre revelación de Gustavo Roosen: "Le metimos [a la economía] tres virus de hepatitis C y Maduro no pasa de agosto’, dijo Rossen." ("Cabello revelará detalles sobre amenaza de opositor Gustavo Roosen contra economía del país." vtv.gov.ve, 03/10/2013.)

[10] Entre otros ensayos, ver "Fuga de capitales (Venezuela y A.L.), fraudes, devaluación y la Estatización del comercio exterior", (Manuel Sutherland. Aporrea, 21/12/2013.)

land.salvat@gmail.com



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Alejandro Landaeta Salvatierra


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