Desde hace un tiempo se viene dando una lucha en los intestinos de la Revolución, es por la sucesión del Presidente Maduro; los dirigentes chavistas, los más despiertos, huelen que el gobierno gasta sus últimos días.
Ameliach propuso a Diosdado en un programa de radio, era la aparición a cielo abierto de las contradicciones internas. Luego, Jaua se precipitó, laudatorio asoma la continuidad del Presidente Maduro. Y en un acto, ayer, el mismito Presidente responsabiliza a Aristóbulo, intentando reeditar el momento cuando el Comandante Chávez responsabiliza a Maduro de la marcha de las comunas; el acto, difícil ocultarlo, se trataba de consagrar a Aristóbulo como sucesor, en contraposición de Diosdado.
Por supuesto que el hecho encendió el campo político, la derecha externa declaró el fin del Presidente; Diosdado, en su programa, se esfuerza por mostrar lealtad a Maduro. La batalla interna merece estudio.
Lo primero es que no se trata de una batalla en un barrio, una pelea de comadres que se jalonean por un traste; se trata de un asunto de alta política, que no se decide, aunque parezca lo contrario, por las apetencias personales. Se trata de las fuerzas sociales que pugnan, de clases sociales, de proyectos que chocan y buscan sus representantes. Las personas, en política, sólo tienen valor en cuanto representan un proyecto, unas clases sociales, y así deben ser analizadas.
El Presidente Maduro representa un intento de restauración burguesa, los capitalistas se valen en este caso de una dirección que pueda confundir a la base humilde, a los excluidos del Chavismo para conducirlos de la transición socialista a la restauración capitalista. El intento fracasó, no fue posible asar dos conejos, retórica chavista y práctica capitalista; la incongruencia, el pragmatismo, la mentira fatigó el intento. El fracaso desató a los demonios, la sucesión es el tema que se mantenía oculto.
La derecha externa intenta la sucesión con allup, representante de lo viejo, volver a los adecos; los emergentes de la mud representan un nuevo proyecto, más joven, más agresivo, todos dentro del capitalismo, variantes del mismo sistema. He allí la explicación de las peleas dentro de la mud.
El Chavismo también es escenario de la lucha interna por la sucesión. Diosdado representa al Chavismo histórico, leal, a veces impulsivo, pero siempre con claridad de dónde está el enemigo. No es querido por la burguesía ni por restauradores, no les da confianza, y eso habla bien de él. Recordemos que los capitalistas tienen gran olfato para detectar a sus verdaderos enemigos. Es verdad que se mantiene leal a Maduro, como tiene que ser, pero no lo critica y por eso no lo ayuda, no ha participado en la batalla interna, dejaron a Maduro en manos de la burguesía, de los consejeros restauradores. Irá con Maduro hasta el último día, pero siempre será la referencia chavista.
Aristóbulo, consagrado por Maduro hasta que se demuestre lo contrario, es un hombre potable para la burguesía; pragmático, tiene una trayectoria en todo el espectro político de la socialdemocracia: adeco, mepista, causa r, ppteco. Es ameno, jovial, afable, cae bien, pero no es revolucionario más allá de la retórica que maneja sin freno. Disfrazado de miliciano, es un buen candidato para encandilar al Chavismo, pero también para agradar a la burguesía en una reunión de empresarios con su corbata roja.
Ahora se entiende mejor por qué el Presidente Maduro escoge a Aristóbulo y cada día tropieza más con el leal Diosdado; no se trata de algo personal, son representantes de dos proyectos en pugna.