Torta bejarana

Aunque en la Venezuela de nuestros días cualquiera se hace rico vendiendo tortas, dulces y coquitos, no era ese el caso hasta muy poco, y menos en el siglo XVIII, época en que transcurre esta historia.

Vivían en la Caracas de 1770 y tantos, dos hermosas y honradas trigueñas, llamadas Rosa y Virginia Bejarano, que por haber inventado la célebre torta que lleva su nombre hicieron una pequeña fortuna, según cuenta la leyenda.
Ambas eran altas, alegres y vistosas. De ojos y pelo tan negro como el azabache… De piel morena color de luna, cuello alto y perfil antiguo…

Castizo: Olé, mi niña, con esos andares de reina, quiéreme como tapiz o pa’lo que tú quieras…
Cómo se ve, Pacuelo, que eres nuevo o recién venío a la Venezuela. Pardo quiere decir que no son blancas, que son mestizas, con mucho o poco de negras…
Castizo 1: ¿Negras las Bejarano? Pero si son más blancas que las hermanas tuyas cuando las conocí en Huelva. Si parecen sevillanas o cordobesas… ¿Por qué han de ser negras las Bejarano?
Castizo 2: Aquí se las tiene por tales; quizás la boca un poco gruesa, las encías ligeramente amoratadas…
Castizo 1: Pero si bocas más gruesas y pelo chicharrón he visto yo más grueso y enrollado entre esta gente de la nobleza de aquí, que se hacen llamar mantuanos. ¿Por qué ellos que parecen negros son blancos, y las Bejarano que parecen blancas son negras?
Castizo 2: Eso no te lo puedo explicar yo, pero si te interesa tanto Rosa, hablemos con el párroco de Catedral, que es amigo mío.
Castizo 1: Vayamos, pues, a su casa, y salgamos de dudas.

Castizo 2: Dígame usted, señor cura, ¿por qué Rosa y Virginia Bejarano, que parecen blancas, son negras?
Cura: Las leyes de casta, hijo mío… Ellas todavía no están en condiciones de gente blanca, siquiera. Son apenas dos tente en el aire.
Castizo 1: Explíquese usted, señor cura, por qué la verdad es que no entiendo ni jota…
Cura: La cosa no es fácil ni es justa. Como tú mismo habrás podido ver, la población de Venezuela, a diferencia de España, tiene derechos y privilegios diferentes, según la casta o el origen racial al que pertenezcan. 1/5 de la población son teñidos o son blancos…

¿Tantos así? Yo he visto mucho tipo con cara de indito y peluca, como son la casi totalidad de los nobles del Ayuntamiento, que no hay poder humano que me haga creer que son tan blancos como yo…
Cura: Es que ellos son descendientes de los conquistadores y de las indias… aparte de ser los dueños del poder y de la riqueza… En esta materia las leyes de casta son flojas o se hacen las locas; no así en el caso de los negros. Fíjate tú cuánta diferencia hay entre ambos mestizajes.
Los descendientes de una negra lleguen a blancos:
De negra y español sale mulato…
De mulato y español sale cuarterón…
De cuarterón y español sale quinterón…
De quinterón y español sale tente en el aire…

Que el negro todavía acecha y que al menor resbalón puede salir un chico mulato… No es les considera blanco por esa razón… Faltan dos cruces más… A ver muchacho, continúa:
De tente en el aire y español sale salto atrás…
De salto atrás y blanco, gente en condición de blanco…
De gente en condición de blanco y blanco, blanco es…
Castizo 1: ¡Caray! ¿Son nesarios siete cruces con gente blanca para llegar a blancos los que tuvieron un ascendiente negro?
Cura: Así es, hijo mío… Hacen falta siete generaciones… los eslabones que alcanzan a ver los más viejos de un poblado… La tatarabuela de Rosa y Virginia Bejarano era una mulata libre que casó con un isleño. Su madre era una negra esclava que muchos caraqueños viejos llegaron a conocer.
Castizo 1: Pero eso es una abominación; yo estoy enamorado de Rosa Bejarano, y según me dice éste, no me puedo casar con ella…
Cura: Así es, hijo mío. La ley prohíbe el matrimonio de gente blanca con gente de color… Pero tienes una salida, si es que amas a la chica y ella está de acuerdo… Que se acoja a las gracias al sacar… Por una cantidad crecida, que las chicas según tengo entendido están en condiciones de pagar, pueden comprar el estado de blanco, al igual que toda esa cuerda de labriegos enriquecidos se han comprado títulos nobiliarios… bien sabes lo venales que son los Borbones…
El oficial español enamorado de Rosa Bejarano, luego de enamorarla y hacerla su novia, le señaló el camino que les había indicado el cura.
Rosa: ¿Entonces, quiere decir que Virginia y yo podemos ser blancas?
Castizo 1: Sí, mi vida…
Rosa: ¿Quieres decir entonces que me podré vestir como yo quiera… ponerme manto para ir a misa a la Catedral y usar joyas, y que mis hijos puedan ser curas y oficiales del rey?
Castizo 1: Así como lo oyes...
Rosa: ¿Estás escuchando, hermana?
Virginia: Claro que sí…
Rosa: Entonces, mijita, ni pensarlo. Compremos ahora mismo nuestra condición de blancas.

De acuerdo a las leyes y al pago de una buena remesa de doblones, las Bejarano compraron su blancura. Aquella mañana, de peinetas y mantillas, acompañadas por el joven oficial se encaminaron muy orondas a la Catedral, templo reservado exclusivamente a los blancos. Los pardos tenían que oír misa en Altagracia; los negros, en San Mauricio (actual Santa Capilla); los canarios, en Candelaria.

Rosa: ¡Qué bella está la Catedral! ¡Qué gusto el que me estoy dando, hermana, de codearme al fin de quien a quien con lo más granado de la ciudad!
Virginia: ¡Ay, Rosa! ¿Y no nos irán a decir nada? ¡Fíjate cómo nos ve la gente!
Rosa: Que nos vean como les dé la gana; ya somos tan blancos como ellos.
Virginia: Mira ese cura enfurraño que viene hacia nosotras.

Cura: ¿Se puede saber adónde pretenden ir las señoritas?
Rosa: A misa, señor cura…
Cura: No es éste el lugar que les corresponde… vuestro sitio es Altagracia… sois pardas.
Rosa: (Indignada) ¿Cómo que pardas? Ya somos blancas oficialmente; por algo pagamos esa platada…
Cura: El Ayuntamiento de Caracas se niega a acatar esa decisión… Por los momentos seguís siendo de la casta de color…
Castizo: Pero eso puede ser, señor cura… Nos quejaremos a la Real Audiencia de Santo Domingo…
Cura: No es mala idea, apelad ante esa instancia, pero por los momentos nada puedo hacer… Las Bejarano, por decisión del Ayuntamiento siguen siendo pardas, y por consiguiente no pueden oír misa en la Catedral.
Castizo: Apelaremos, señor cura, apelaremos…

La Real Audiencia de Santo Domingo se pronunció sobre el particular: las Bejarano estaban en condición de blancas; podían casarse por consiguiente con quienes quisieran, aún con un oficial del Rey.
Rosa: La pegamos, hermanita…
Virginia: Vamos a ponernos nuestros mejores trapos para lucirnos en la Catedral.
Al igual que aquel otro domingo, Rosa y Virginia Bejarano, escoltadas por su oficial, entraron sin que nadie las detuviera en el santuario de la oligarquía colonial.
Rosa: Por fin nos salimos con la nuestra.
Virginia: Pero nos están mirando muy feo…
Rosa: No les hagas caso y sonríe…
Virginia: Pero ¿qué pasa?, ¿Por qué se van de la iglesia cuando todavía no ha comenzado la misa? ¿Será por nosotros?
Castizo: Sí que lo es, queridas mías… Nunca había conocido una gente más despiadadamente soberbia que ésta… Caro habrán de pagarlo algún día…

El novio de Rosa fue trasladado intempestivamente a la guarnición de Cartagena, poniéndose fin al noviazgo. Era la venganza de los oligarcas contra las pobres confiteras. Las muchachas no se dieron por vencidas. Carta fueron y vinieron del Cabildo de Caracas y las Bejarano a Santo Domingo, a Sevilla y al mismo Rey. Hasta que una tarde, después de muchos años, un pregón leyó ante la Catedral la siguiente decisión:

Pregón: Y yo el Rey, cansado de los dimes y diretes de la gente de Caracas, decreto que se tenga a mis fieles súbditas Rosa y Virginia Bejarano como si fueran blancas… aunque eran negras.
Y esta fue la historia de las confiteras cruelmente humilladas, que, al revés de lo que cuenta la conseja, es más probable que antes de hacerse ricas con la torta morena, sabrosa y dulzona, comenzaran realmente a hacerla cuando agotaron sus caudales en defensa de su orgullo. Es una lástima que la exquisita torta, ya en extinción tenga por origen tan dolorosa y humillante historia.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!


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Manuel Taibo


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