Estos son tiempos duros. Los que vendrán, también

¿Qué tan duros son los tiempos para quienes no recogemos comida de la basura ni hacemos colas de "mil horas" para conseguir alimento o "bachaquear"? Si hablamos de chavistas comunes, sin relación con el poder, sólo verlo nos produce frustración y dolor. A la nueva realidad en la que el dinero no nos alcanza, se acabaron los regalos y ya no nos damos gustos, se suma una erosión muy grande de nuestro imaginario progresista, de nuestros ideales acerca de un país sin pobreza ni penurias, una sociedad de iguales.

¿Por qué son tiempos duros? Hay diversos puntos de vista para precisar esta cuestión. De qué lado se está, por ejemplo. Para los Escuálidos son tiempos duros desde hace dieciocho años. Ya no dan más. Se siguen levantando todos los días, después de tres años de la partida de Chávez, con un Presidente que enarbola banderas opuestas a las de ellos. Los compadezco. Pero es que ahora nos toca "llevar fuete" a todos. Porqué después de que Hugo Rafael zarpase en el barco de la inmortalidad, se inició un "cuenta gotas" de chavistas en desacuerdo con el rumbo del nuevo gobierno, del nuevo liderazgo. Para ellos también son tiempos duros, sienten que pudiesen dar respuestas a los problemas del país pero quedaron por fuera del ámbito de poder. Para el "Chavismo crítico" son tiempos de frustración, de rabia y de graves acusaciones contra el gobierno a través de los medios, de denuncias y posiciones que rayan en la confrontación con sus antiguos camaradas. Ahí se produce una ecuación compleja: para el chavismo oficial son tiempos duros por tener que enfrentar a sus antiguos aliados, y para el resto del chavismo es duro ver como se enfrentan los amigos y de paso percibir mezquindad y poca empatía de lado y lado, lo que deja la sensación de un país en el que el ciudadano común no tiene a nadie a quien acudir.

Cuando vemos a los nuevos escuadrones de comedores de desperdicios, montando su guardia para cuando llegue el camión de la basura, ya no nos consuela pensar que hay un gobierno fuerte, organizado, y con respaldo popular. Esos tiempos ya terminaron. Al ver el regreso de la indigencia, pensamos "esto no debe ser, es inhumano", pero también pensamos que la misión Negra Hipólita debe estar en la misma crisis que el resto de las instituciones, que los mendigos serán cada día más. Queremos ayudar, pero ¿Cómo? Cuando pudimos, no construimos puentes sólidos entre las instituciones y las comunidades. Ojo, no sólo con las comunidades de bajos recursos, con cualquier comunidad, con cualquier ciudadano. Todos somos ciudadanos, y todos estamos "pelando" aunque unos sufran más que otros. Ahora es más difícil.

Cuando vemos el "daño colateral" de las OLP, ya no contamos con una rectificación audaz y humana, sabemos que vienen una andanada de excusas y frases hechas para tapar las fallas y construir una épica para tontos. Tragamos grueso cuando no le creemos ni una palabra a la dirigencia con la que contábamos hasta hace pocos años. Queremos nuevas banderas, un sendero de humanidad y propósitos nobles para seguir, y nos ofrecen un ring de boxeo lleno de frases repetidas, ya carentes de sustancia. Con luchadores por los que ya no apostamos.

Nadie puede negar que la dirigencia enfrenta y padece unos tiempos "durisisísimos". Sentimos tristeza por ella pero ya no ofrecemos un cheque en blanco para respaldar sus decisiones. Los errores y fracasos que cometen y padecen, acontecen allá arriba, en ese lugar donde el poder se dirime con implacables reglas. Nosotros estamos aquí abajo, en una cotidianidad en la que quisiéramos participar y tener voz. Llegó la hora de que cada ciudadano tenga un motivo propio para hacer lo correcto, para luchar y soñar. Como dice mi mujer, es hora de organizar "las catacumbas", que pueden ser menos bonitas que el imaginario victorioso que vivimos durante catorce años, pero que tendremos que convertir en lugar de relación, de amor y de avance lento pero seguro, sin necesidad de carnets, ni de plazas, edificios, y actos protocolares con el nombre de Chávez, esos grandes gastos con poco poder de convocatoria y escaso valor simbólico. Si el momento lo amerita y lo vale, lo invocaremos, porqué en la memoria siempre lo llevamos, orgullosos. Ese orgullo y esa enseñanza de que Chávez somos todos, no nos dejará fracasar en los tiempos duros que seguirán hasta que termine la tormenta. Siempre que llovió, paró.



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