Volver a Chávez urgente: Solicitamos afiliados al carnet de la dignidad revolucionaria

Los científicos de lo social defienden una de sus tesis fundamentales: la historia es la ciencia de los hombres en el tiempo, por lo tanto, irrepetible. Quizás tienen razón, tal vez no. Las mujeres y los hombres, por su naturaleza finita, crean en espacios y tiempos determinados, su singularidad material y espiritual.

Es la historia de los avances y retrocesos, de la materialidad subyugando a la espiritualidad, de la insania e infelicidad. ¿Por qué se repite esta distorsión? ¿Quizás porque consumieron la fruta prohibida? ¿Tal vez porque extraviaron el Arca de Noé, pulverizaron las Tablas de Moisés o confundieron el sentido del Sermón de la Montaña? Quién sabe. Tal vez el oráculo acuda en nuestro auxilio.

Cuentan las deidades que un día arribaron a la Tierra de Gracia pisatarios enfermos de un mal incurable y de fácil transmisión. Contagiaron a los pueblos genuinos por sus débiles defensas quienes sucumbieron al extravío y a la sumisión. Caciques y guerreros, heroínas y líderes intentaron sanar el mal pero el empeño fue infructuoso: la enfermedad se propagó irremediablemente por la comarca.

Tiempo después un fuerte rugido interrumpió la calma de los durmientes; el mal se había expandido tanto que si no se detenía, la especie se extinguiría rápidamente. Fue un rugido osado que circuló velozmente: levantó a los desamparados y los congregó para la hazaña. Sólo se les exigió tomasen la pócima milagrosa. Algunos se negaron, otros se arriesgaron y la bebieron sin chistar. Sus dolores cesaron rápidamente; la angustia de siglos se transformó en confianza y la esperanza renació en sus desteñidos corazones. ¿Comenzaba otra historia o era la misma de siempre?

Pasaron los días, las semanas, los años y la esperanza se transformó en alegoría; se contagiaron del Hombre, franco, digno y valiente quien cumplía la encomienda de las deidades: arrasar a los fantasmas y sanar las heridas. Juntos crearon y divulgaron, desde el Cuartel, el Sermón de las Bienaventuranzas:

Bienaventurado quien se arriesga porque se desprende de mitos y habladurías.

Bienaventurado quien se rebela porque su rebeldía arrasa fantasmas absurdos.

Bienaventurado quien enseña y aprende porque dibuja mundos amorosos.

Bienaventurado quien piensa porque contagia sus ideas por doquier.

Bienaventurado quien posee y reparte porque así se desprende de lo inútil. Bienaventurado quien crea porque recrea en los otros la inmensidad del ser. Bienaventurado quien tiene el espíritu puro porque conquista la sencillez de la vida.

Bienaventurado quien ama porque entrega lo mejor de sí.

Bienaventurado quien se arriesga porque es el hechicero de la nueva humanidad.

Bienaventurado quien dignifica porque esparce dignidad por tierras y mares.

Bienaventurado el SOCIALISMO como creación heroica de la historia rebelde.

Pero un día, el Sermón se desdibujó en las arenas movedizas de la Tierra de Gracia; la historia irreverente se interrumpió de nuevo. El osado rugido del Hombre CHÁVEZ, rebelde auténtico, lo interrumpieron quienes no comprendieron la grandeza de la hazaña. Pobres de espíritu e ideas, rematan su brutal felonía: divulgan su denso legado como anécdota; la versátil oralidad como palabra oportuna; la íntegra y varonil humanidad como estatua hierática y figura de cartón; y su ejemplo de dignidad como un carnet con obscuros intereses.

¿Se equivocaron los científicos de lo social? ¿Es la historia repetible o no?

Desvirtuemos esta duda. Interrumpamos lo malsano y detengamos el mal; las pócimas del amor solidario renacen con facilidad. Afirmémonos en la irreverencia, en la dignidad y la firmeza, en el juramento asumido y la oralidad encendida, en el amor entre los unos y todos, en el respeto por la convicción profunda. Portemos el único carnet, el de la espiritualidad amorosa aprendida junto a CHÁVEZ y construyamos la PATRIA SOCIALISTA de nuestros sueños tal como él nos enseñó: NO HAY NEGOCIACIÓN CON LA OLIGARQUÍA, PORQUE LA PATRIA NO SE NEGOCIA, PORQUE LA DIGNIDAD NO SE NEGOCIA, PORQUE LOS PRINCIPIOS NO SE NEGOCIAN. No hay tiempo que perder.

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