No es Fabricio, es lo que él representa

Las redes sociales hacen eco de una carta del señor Fabricio Ojeda Díaz, donde despotrica sobre la decisión del gobierno revolucionario de llevar los restos mortales de su padre al Panteón Nacional; ¡El hijo de Fabricio Ojeda es adeco!!!!, exclaman asombrados los revolucionarios y exclaman felices los opositores; como si eso tuviera una importancia de relevancia superior.

Gran vaina ni que fuera el único adeco que hay en el país o es que el hecho de que el hombre venga de la sangre de Fabricio Ojeda le obliga a ser revolucionario? O adeco o nada?.

La sangre no obliga, ese no es el primer caso ni será el único y sus razones tendrá ese señor para ser quien es: "Yo soy yo y mis circunstancias" dijo el filosofo hace siglos, así que si el señor en cuestión es adeco ¿Eso qué importa?

Haciendo la salvedad de que le quedó mal esa aparición pública, tratando de quitarle meritos a un acto de una grandeza sin parangón en la que la familia debe ser la familia a pesar de que algunos tengan cochochos, esa carta no tiene ningún valor; ese es un conflicto familiar que ellos verán como resuelven (todos tenemos un familiar desequilibrado e inoportuno así que ni bolas hay que pararle al arranque de Fabricio Ojeda Díaz)

No es Fabricio Ojeda quien va al Panteón sino lo que él representa y eso está por encima de las creencias personales o incluso de las de la propia familia. El acto reivindica a una generación de lucha verdadera, de desapego personal verdadero, de lealtad verdadera, de amor a la patria verdadero y de sacrificio verdadero.

Con la llegada de Fabricio al Panteón llegan miles de hombres y mujeres que se desprendieron de sus vidas para sacrificarse por un ideal y por unas inmensas ganas de libertad y justicia social.

Los reconocimientos a las luchas de los pueblos, sino sirven al momento, servirán a la posteridad pues nos caerán a bofetadas cada vez que nos desviemos del camino trazado; Fabricio en el Cementerio General del Sur visitado cada 21 de junio por sus familiares y cada 23 de enero por "el gobierno" no es suficiente para que su llama crezca en los jóvenes de hoy que serán la esperanza de salvación de la patria que aun no hemos logrado salvar.

La llegada de Fabricio Ojeda y los guerrilleros al Panteón nacional, tiene la misma relevancia de la llegada de Guaicaipuro y los indios; la llegada de los indios, que combatieron al español, "que después se volvió gringo y hasta al español jodió" (Ali primera) y la llegada de los guerrilleros, que combatieron a los gringos que se metieron en los cuerpos de una clase social que nos dominó, cierran un ciclo de justicia a nuestra verdadera historia.

Así que no es Fabricio Ojeda sino lo que él representa, así que es el pensamiento vivo de justicia social y de sacrificio por la patria lo que entra hoy al Panteón Nacional.

La critica también tiene su espacio en cada evento que vivimos, así que la crítica es válida y debe ser bienvenida, la clase dirigente debe verse en el reflejo de Fabricio para que no volvamos a la oscurana que ya vivimos; muchos desaciertos se han cometido, la burocracia está minando al proceso revolucionario y no podemos dejar de decirlo; la ineficiencia es un germen malvado que esta incrustado en las oficinas públicas, la dejadez y la apatía hacen estragos en un proceso que no es de una clase dirigente sino que es del pueblo entero.

La Asamblea Nacional es un foro de luz, y de allí salió Fabricio despavorido y desprendido ¿Cuántos diputados de hoy, serán como el Fabricio de ayer? Y no me refiero a los opositores porque de ellos no hay nada que esperar sino traición y más traición a la patria; pero de nuestros diputados ¿Cuántos serán como Fabricio?

Fabricio Ojeda no es para leerlo, ni para llevarle flores, Fabricio es para seguirlo y para apurar la marcha porque mientras más se tarde más difícil es.

Luchar Hasta Vencer, esa es la consigna.

La lucha no termina en el momento que la izquierda revolucionaria, con el Comandante Hugo Chávez al frente (la izquierda revolucionaria porque hay otra izquierda que está al lado de la derecha y estrechamente ligada a ella) llegó al poder en Venezuela, recatando la Bolivarianidad que nos habían quitado y se empieza a hacer justicia con las clases sociales marginadas, y nos reconocemos al fin como Bolivarianos y Zamoranos y por sobre todas las cosas como hermanos de vida y de lucha.

La lucha no termina ahí sino que continúa; después de un periodo, sin descanso, casi que infinito y muy trágico desde 1830 hasta 1998; donde la insurgencia y la rebelión contra los amos del valle al principio y con sus herederos norteamicanizados después, fue por demás desigual e injusta y las traiciones estuvieron a la orden del día; la luz apenas es un reflejo tímido en el horizonte de la patria.

No podemos permitir que una vez tomado el poder político, lo perdamos por los vicios que ya vimos en quienes precedieron a los revolucionarios en el poder; esta revolución no tiene dueños, esta revolución es nuestra, la guerra económica está minando nuestro poder adquisitivo y está pegando en la salud y en los estómagos en general, eso se podría aguantar estoicamente si no hubiera una guerra más peligrosa que la económica atacándonos y es la "guerra moral" hay un ataque desmoralizante y sistemático de funcionarios públicos al pueblo.

Esa "guerra moral" es más peligrosa, porque está abriendo una brecha, nuevamente, entre los de a pie y los que "están en el gobierno" ya eso lo vivimos y fue una tragedia, no podemos volver a vivir la misma vaina.

Hoy se leerá una vez más la "Carta de Renuncia de Fabricio Ojeda al Congreso" Ojala TODOS los funcionarios públicos, los maestros, los policías, los militares, los "banqueros socialistas", los comerciantes, la escuchen con atención; ojalá la escuchen los diputados de la patria (los otros ya sabemos que no lo harán pues ellos mataron a Fabricio y no les interesa revivirlo)

Ojala los jóvenes (independientemente de la visión política que tengan) los jóvenes TODOS la oigan con atención.

Viva Fabricio!!, Vivan todos quienes ofrendaron su vida por la patria!!!.

Luchar Hasta Vencer.



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Oscar Jiménez


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