La agresividad es lamentablemente una situación que acompaña en el mundo las campañas electorales, evitable cuando hay inteligencia para entender que la tolerancia está por encima de las bajas pasiones, desechando la conducta reptiliana que lleva cada ser humano, previsible de aflorar en momentos que alguien encienda la chispa de la violencia, especialmente en conglomerados reunidos, proclives al agavillamiento.
En Venezuela donde las citas electorales son ejemplares, con muy escasos episodios desagradables, no es justo que se procure ocultar determinadas noticias cualquiera sea su grado de mala intención o provocación, cometida por militantes políticos convocados a los actos de las campañas electorales, en las cuales debe privar la alegría por encima del odio fratricida.
El pueblo venezolano pacífico en su gran mayoría, reconoce la inconveniencia de los delitos de odio, aunque desgraciadamente en este año 2017 privaron durante cuatro meses, la inclemencia y el terrorismo operado de Abril a Julio, para crear matriz de opinión cual si viviésemos "represión dictatorial" en todo el país, y no era represión sino desestabilización opositora, que afectó menos del 2 % de los 335 Municipios del país.
Uno de los actos del cierre de campaña que evitan difundirlo los disimulócratas de prensa pitiyanqui, fue evidente en relación a que, pese a la paz lograda desde la elección de la ANC, perviven agresores criminalmente insatisfechos e intolerantes. Ocurrió en el Estado Vargas el 9 de Octubre, donde militantes de la ultra derecha de Primero Justicia y Voluntad Popular, atacaron salvajemente a presuntos adversarios políticos.
Un hombre quedó inconsciente por llevar camisa roja pues es funcionario de una empresa del gobierno y transitó por donde había una manifestación opositora, dos mujeres resultaron con huesos fracturados, señaladas salvajemente por llevar gorras "chavistas". Queda en evidencia que no cesan quienes aplican la política del G P P y P "golpes, patadas, palos y pedradas".
"Ahí están esos malditos", gritaban quienes dicen luchar por "el rescate de la democracia", agrediendo a indefensos viandantes. Como siempre los líderes fascistas arguyeron que "chavistas les impedían el paso", y nadie de la derecha quedó herido. Por eso cerraron su campaña en el Litoral, al ritmo preferido de su inconsciencia G P P y P: golpes, patadas, palos y pedradas.