Los abrazos de Eduardo Galeano


Ahora es Eduardo Galeano quien se queda, como Saramago, del lado del imperialismo. No solo condena los fusilamientos de
los "disidentes" cubanos, sino que pide democracia liberal al estilo occidental, libertad de prensa, pluripartidismo y otras bellezas que existen en el fabulario de los ingenuos.

Cuando Galeano visitaba Cuba, muy a menudo para su agenda recargada de viajes, se hospedaba en hoteles exquisitos, al
margen de la carestía que imponía el bloqueo imperialista a 11 millones de cubanos. Jamás tuvo que hacer una cola, excepto en la mesa sueca del Hotel Riviera o en el Hotel Presidente. Por supuesto, era un incondicional, la voz oficial en América Latina de una Revolución que como todas tuvo un costo social. Ese costo, lo suscribía entonces el huésped Galeano, sin cuestionar a sus anfitriones ni pedir libertades de la democracia burguesa, como hace ahora.

Quise estrechar una vez la mano de quien había escrito "El libro de los abrazos", me identifiqué con él como un exiliado por culpa de la persecución desatada por Fujimori.El autor, sencillo hasta la admiración, me citó para el día siguiente por la tarde. Y así me retiré, contento de poder entrevistar a quien más admiraba.

Habían dificultades en ese entonces en Cuba. La "guagua" no pasaba siempre, carestía de petróleo, bloqueo infame que nos
hacía caminar o pedalear kilómetros para encontrarnos. Arriesgué todo lo que tenía para cumplir con la cita, estuve ahí a la hora indicada, pero Galeano no apareció. Inmediatamente después de dos horas de espera en Casa de las Américas confirmé
la certeza de una de sus mejores páginas: Los Nadies. Y así nos levantemos con el pie derecho, o pisemos excremento de perro, o soñemos las pulgas con comprarnos un perro, la suerte de los Nadies no cambiará respecto a los Alguien.

Bonito es ser "revolucionario" con los gastos pagados, suscribir documentos con el estómago lleno, sin que cueste al
bolsillo propio. Hoy se manifiesta contra Cuba, defraudado por las últimas ejecuciones, porque las anteriores no le llamaban a
reflexión.

Lo peor es que Eduardo Galeano cita a Rosa Luxemburgo en su polémica con Lenin. Infeliz coincidencia con una mártir que
incluso antes de morir asesinada por la represión burguesa, no supo vislumbrar los riesgos sociales que implicaba un nuevo
porvenir. Cuan equivocada estuvo Rosa Luxemburgo y cuan acertado lo estuvo Lenin. ¿Tan precarias son las muletas ideológicas de este uruguayo ilustre? Hubiera sido mejor que citara a Lenin o que se citara a sí mismo en la época de su silencio militante.

Los Nadies pueden sufrir una decepción si discrepan, la exclusión de las listas de invitados o el olvido, la marginación,
el suicidio. Los Alguien, en cambio, tienen licencia para zurrarse en la cabeza de todos, porque pueden ser algún día
perdonados por sus amigos. Son los "hombres corcho" que siempre salen a flote cada vez que se hunden.

El "amiguismo", esa desviación pequeñoburguesa que entrampa la racionalidad de la militancia, los salva de los inquisidores del futuro más inmediato.

Acuérdese Sr. Galeano, profesional del silencio, que asistió al CICLA en Lima inmediatamente después de la masacre de los presos políticos en El Frontón, Lurigancho, Santa Bárbara y otros reclusorios. A su anfitrión, el genocida Alan García, no lo hizo pasar ningún apuro. Los intelectuales, la mayoría de ellos, no muerden la mano que les da de comer. Excepto cuando la comida se acaba y tienen la suficiente claridad para reflexionar con autonomía.

Examinen la obra de Eduardo Galeano, toda completa. No encontrarán una página que se lamente por las fosas comunes de
Ayacucho, Apurimac, Huancavelica, etc. Allí están enterrados los Nadies, los dueños de nada, los que no hacen arte, sino artesanía, los que no hacen cultura sino folklore, los que no tienen religión, sino supersticiones. Los que valen menos que la bala que los mata. 35,000 muertos, señor Galeano, que nunca le quitaron el sueño. Son "inditos", Ud. dirá. Porque si hubieran sido chilenos, uruguayos, argentinos, la cosa cambia. Habría que hacer canciones de protesta, poemas, manifiestos, ¿no?...

Ahora que tiene que ir con recursos propios a La Habana, tres ejecuciones son suficientes para despertar el ojo crítico que se le atrofió en los últimos 20 años. Pero no se agite, para los Alguien siempre hay un perdón esperando y la sala Manuel Galich (Casa de las Américas) volverá a ser su escenario, cuando ya nadie se acuerde de estos fusilamientos.

Háganos un favor a los latinoamericanos que sí queremos una revolución en el continente: NO vuelva a lavarse la boca ni a
limpiarse las manos con el nombre de Ernesto Che Guevara. Su "revolución" está en las ánforas electorales, ya lo ha dicho Ud., y el próximo abrazo puede ser con Alan García para que suscriba la estatización de la conciencia, no de la banca privada.

Ya lo dijo Vallejo: intelectual revolucionario es quien escribe y milita simultáneamente. El resto son compañeros de viaje,
"progresistas", intelectuales "prudentes y reflexivos" que se bajan del carro cuando la ruta se pone difícil o cuando el climaterio
político los alcanza.

Quédese con Saramago, Galeano, hasta que la próxima comelata en mesa sueca les despierten a ambos el sentido autocrítico. Nosotros nos quedamos con la Revolución Cubana.



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