Nos ha contado nuestro amigo el flaco Gustavo algo que prende las alarmas.
Tomando el metro de Valencia desde la avenida Bolívar en sentido hacia la Plaza de toros, se topó con un efusivo predicador evangélico, algo que pareciera normal en un país con plena libertad de cultos.
El predicador ambulante en cuestión no necesita micrófono para dar su mensaje de salvación, pues sus alaridos desafían cualquier decibelímetro, sonómetro o como se llame el instrumento que permite medir el nivel de decibeles y presión acústica.
Además, el mensajero de Dios cuenta con lo que se conoce como "publico cautivo", aunque mas de uno se sienta tentado a abandonar el vagón y proseguir su camino en el carro de Lola (Un ratico a pie y otro echándole…).
Comienza la estruendosa homilía, la referencia inmediata es apocalíptica. ¡Estamos en el fin de los tiempos! Este pastor parece experto en Escatología bíblica (aunque no tiene cara de haber pisado nunca un seminario protestante), y como casi todos los fanáticos religiosos su defensa a Israel y sus crímenes de guerra es inmediata y transversaliza su encendido discurso.
¡Israel es el pueblo escogido por Dios! Afirma sin ambages, y sus enemigos serán derrotados (sobre todo Irán, Cuba, Nicaragua y Venezuela). A estas alturas la contención del flaco se desborda haciendo uso de su derecho a réplica: "Epa, no sea tan mentiroso, Israel no es ningún pueblo escogido por Dios, además el Israel de la Biblia no es el mismo que el de Netanyahu, quien se ha dedicado a matar niños inocentes (valga la redundancia), ¡mujeres y ancianos por igual en Gaza!
A todas estas objeciones el predicador ambulante haciendo caso omiso continúa con su justificación del genocidio, elevando más el tono de sus alaridos. De repente una voz salvadora emana de los altoparlantes y parece poner fin a la tortura: "Estación Monumental, fin del recorrido"
El evangelista apuradito pide "¡Un aplauso para Dios!" ante tal demanda el vagón estalla en aplausos y ovaciones.
Muchos nos preguntamos ¿por qué las autoridades del Metro de Valencia permiten estos abusos?
Ismael Noé. Periodista independiente