La hostilidad histórica de Trinidad y Tobago en contra de Venezuela

La decisión unánime de la Asamblea Nacional de Venezuela de declarar persona no grata a la primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar, no es un hecho aislado ni meramente coyuntural. Es el desenlace de una acumulación de agravios que revelan una actitud sistemática de hostilidad por parte del gobierno trinitense hacia la República Bolivariana de Venezuela

Desde una perspectiva geopolítica antimperialista, este episodio debe analizarse en el marco de la creciente militarización del Caribe por parte de Estados Unidos. El arribo del destructor USS Gravely a aguas trinitenses y el inicio de ejercicios militares conjuntos con tropas estadounidenses constituyen una provocación directa, una amenaza a la paz regional y una afrenta a la soberanía venezolana

Trinidad y Tobago, al permitir estas maniobras, se convierte en plataforma operacional de intereses imperiales, violando los principios de no intervención y buena vecindad que deberían regir las relaciones entre países caribeños.

Pero esta no es la primera vez que Trinidad y Tobago actúa en detrimento de Venezuela. En años recientes, ha habido múltiples denuncias sobre el trato inhumano a migrantes venezolanos, incluyendo deportaciones arbitrarias, detenciones ilegales y negación de derechos básicos. A pesar de los lazos históricos, culturales y energéticos que unen a ambas naciones, el gobierno trinitense ha optado por una política de exclusión y criminalización del venezolano vulnerable.

Más grave aún es la contradicción moral que representa mantener acuerdos energéticos con Venezuela —como el acceso al gas venezolano— mientras se permite que su territorio sea usado como base de agresión. Como bien señaló el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, "es inaceptable mantener un convenio energético que favorece a Trinidad mientras esa nación se convierte en un portaaviones contra Venezuela"

La hostilidad trinitense no puede entenderse sin considerar su alineación con los intereses hegemónicos de Washington. En lugar de asumir un rol de mediador o aliado regional, Trinidad y Tobago ha preferido el servilismo geoestratégico, sacrificando la paz caribeña por prebendas militares y diplomáticas.

Esta situación exige una relectura crítica del papel de los Estados insulares en la geopolítica regional. ¿Son verdaderamente soberanos o simples peones del tablero imperial? ¿Qué responsabilidad tienen en la construcción de una zona de paz, como lo establece la CELAC?

Venezuela ha demostrado generosidad, solidaridad y vocación integracionista con sus vecinos caribeños. Pero esa buena voluntad no puede ser confundida con debilidad. La dignidad nacional exige respuestas firmes ante la agresión, y la declaración de persona no grata es apenas el primer paso.

La historia juzgará a quienes, en lugar de tender puentes, eligieron cavar trincheras. Y el pueblo venezolano, con memoria y conciencia, sabrá defender su soberanía frente a cualquier intento de sometimiento, venga de donde venga.


 



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Oscar Bravo

Un venezolano antiimperialista. Politólogo.

 bravisimo929@gmail.com      @bravisimo929

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