Especial para Iniciativa
En las ultimas décadas el creciente interés por la sustitución de los hidrocarburos por otro tipo de combustible (y que se ampara no sólo en los incrementos de precios de este recurso no renovable, si no también en el horizonte temporal finito y en la toxicidad de su uso) ha motivado a los científicos del mundo a interesarse por nuevas fuentes de energías renovables, y si se puede, limpias, las llamadas energías alternativas. En un principio se ha pensado en hidrogeno, en energía eolica, en energía solar y en los llamados biocombustibles, o combustibles extraídos de materia orgánica viva o de reciente vida.
En los últimos años, dentro de los demás biocombustibles ha habido uno que ha acaparado la atención del mundo, sobretodo por su capacidad de mezclarse o sustituir a la gasolina en los automóviles convencionales; este combustible moderno (la nueva revelación) es el etanol.
También llamado bioetanol o etanol de biomasa, es un alcohol etílico, compuesto de carbono, hidrógeno y oxígeno, que resulta de la fermentación de maíz, sorgo, caña de azúcar o remolacha. También puede producirse a partir de la celulosa contenida principalmente en los desechos agrícolas, urbanos o forestales.
El etanol puede utilizarse como combustible para automóviles por sí mismo o puede mezclarse con gasolina en cantidades variables. El combustible resultante se conoce como gasohol.
La discusión ambiental sobre la limpieza de los combustibles sustitutos ha sido hábilmente reemplazada por la necesidad de reaccionar ante el inminente de fin de la industria petrolera y del gas, sobretodo cuando el mercado mundial de biocombustibles empieza a reaccionar positivamente.
La idea de que el etanol reduzca las emisiones de dióxido de carbono al ambiente durante la combustión ha sido ampliamente cuestionada, por lo tanto, no hay certeza de que sea un combustible más limpio que los hidrocarburos.
Más que las emisiones a la atmósfera, lo que ha primado fundamentalmente es la idea del gran negocio. Actualmente, Brasil es el principal productor de Bioetanol (45% de la producción mundial), seguido de Estados Unidos que representa el 44%, mientras que China produce el 6%, la Unión Europea el 3%, la India el 1% y los demás países el restante 1%.
Pero el debate mundial sobre este biocombustible se acrecentó durante la reciente gira del Presidente Bush a Latinoamérica; donde estableció acuerdos con su homologo brasileño Luís Inacio Lula Da Silva y así lograr una alianza estratégica sobre el etanol. Además, durante su visita a Guatemala impulsó el tema para toda la región centroamericana.
Otra gira a Brasil, esta vez por parte del Presidente dominicano Leonel Fernández ha puesto el tema sobre el tapete en República Dominicana. Y es que durante su viaje, Fernández anunció incluso que ya tenia identificadas aquellas tierras que serían utilizadas en proyecto piloto para la producción de Etanol derivado de la caña de azúcar, se trataba de los ingenios Consuelo, Boca Chica y Quisqueya,
No nos detendremos en los aspectos técnicos de la sustitución de los combustibles fósiles por el etanol, ni tampoco en su cuestionada “limpieza”; nos enfocaremos precisamente en el impacto actual y previsible que tendrá el uso masivo del etanol sobre la seguridad alimentaria del planeta.
Y es que a pesar de que ya Fidel Castro había anunciado los peligros de la popularización de este combustible, tuvo que ser precisamente el Fondo Monetario Internacional (FMI) quien advirtiera sobre la elevación de los precios de los alimentos como producto de la insistencia de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) sobre el etanol.
Según el informe, Perspectivas económicas mundiales, “Mientras que a pequeña escala, los carburantes biológicos pueden ser un suplemento beneficioso del suministro energético, promover su uso a niveles insostenibles con la actual tecnología es problemático”.
Y es que la subida de los precios internacionales de los productos agrícolas obedece a la creciente demanda de combustibles derivados de esos cultivos, lo cual eleva a su vez el precio de los alimentos a escala mundial y genera una nueva fuente de presiones inflacionarias.
Una de las principales causas de la inflación de los precios de los alimentos es la nueva demanda de etanol que se obtiene a partir del maíz. Dicha demanda ha elevado el precio del maíz. Con el aumento del maíz, una de las principales fuentes de alimentos de la ganadería, aumenta también el precio de la carne y de la leche, y con el aumento del precio de la leche, sube el precio de los quesos y de la mantequilla y de los demás derivados lácteos. Lo mismo tenderá a suceder con el azúcar.
Según algunos cálculos, llenar el tanque de un vehículo con 94,5 litros de etanol puro requiere 204 kilogramos de maíz, lo que representa suficientes calorías para alimentar a una persona durante un año. Esta situación es aterradora.
Ciertamente que el problema del hambre en la humanidad no responde únicamente a la escasez de alimentos. El mundo produce suficientes alimentos como para alimentarnos a todos, sin embargo, un encarecimiento del precio de los alimentos no necesariamente contribuirá a aminorar el problema.
El creciente interés por los hidrocarburos derivados de los alimentos puede entonces convertirse en un problema mayor, que tenderá a agudizar el problema de hambre en el mundo, que ya es dramático. Actualmente, según La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) unas 854 millones de personas sufren de hambre en el planeta.
Todo eso sin analizar otros efectos como son los efectos medioambientales que pueden generar este tipo de políticas y que incluyen también el aumento de los precios de las tierras, los fertilizantes, las maquinarias agrícolas. Además esta nueva tendencia, podría hacer retroceder a muchos de nuestros países al negativo modelo del monocultivo; sin que los beneficios del nuevo negocio se traduzcan directamente en un aumento de los ingresos y las oportunidades para los millones de campesinos y campesinas bajo la línea de la pobreza.
Si bien existe la necesidad inaplazable de explorar fuentes de energías más limpias, más baratas y sobretodo renovables, la opción del etanol no parece ser la panacea que logrará la sustitución rápida de los hidrocarburos. Más bien parece una opción complementaria y de transición que deberá ser impulsada reconociendo todos impactos negativos asociados a su utilización. Ahí esta el reto.
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