Con las debidas argucias administrativas dos expertos abogados, asesores de Francisco de Paula Santander, Vicente Azuero y Francisco Soto, se dieron a la tarea de dejar materialmente bien servido al Vicepresidente. Ni aún con su alto cargo Santander estaba seguro que se hiciesen expeditos aquellos procedimientos en medio de las pesadas redes de la Superintendencia que había dejado los españoles; así lo que con sus elevados títulos, aplicándolos precisamente como lo ordenaban los principios filosóficos de la UTILIDAD MÁS PROVECHOSA del manual de don Jeremías Bentham, se procedió a redactar un documento[1], que luego corrieron y se lo llevaron a Bolívar para que lo firmara. El Libertador iba camino de Venezuela decidido a aplastar a los realistas en lo que habría de ser la Batalla de Carabobo. Bolívar no tenía ni idea de donde quedaba Hatogrande, pero Santander le había quitado esta bella hacienda al cura Bufanda, al que mandó amarrado a las selvas de Guayana. Decía este documento:
REPÚBLICA COLOMBIANA.
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER DE LAS ÓRDENES DE LOS LIBERTADORES DE VENEZUELA, CUNDINAMARCA, CONDECORADO CON LA CRUZ DE BOYACÁ GENERAL DE DIVISIÓN DE LOS EJÉRCITOS DE LA REPÚBLICA Y VICEPRESIDENTE DEL DEPARTAMENTO DE CUNDINAMARCA, ETC., ETC., ETC.
SEÑOR SUPERINTENDENTE GENERAL DE HACIENDA.
EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR LIBERTADOR Y PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TENIENDO EN CONSIDERACIÓN LAS LEYES QUE SOBRE REPARTIMIENTO DE BIENES NACIONALES HA EXPEDIDO EL SOBERANO CONGRESO, SE HA DIGNADO CONFERIRME EN PROPIEDAD LA HACIENDA DE HATOGRANDE, Y LA CASA QUE FUE DE LA PERTENENCIA DE DON VICENTE CÓRDOBA. EL DECRETO DE SU EXCELENCIA FECHA DE 12 DE SEPTIEMBRE DEL AÑO PRÓXIMO PASADO, QUE EXISTE EN LA OFICINA DEL TESORO PÚBLICO, ACREDITA LA CESIÓN, Y SU CUMPLIMIENTO SE LE ENCARGA A VUESTRA SEÑORÍA CUANDO POR MÍ FUERE RECLAMADO. LO SOLICITO PUES, Y VUESTRA SEÑORÍA SE HA DE SERVIR MANDÁRSEME PONGA EN POSESIÓN DE LAS INDICADAS FINCAS: QUE SE ME ENTREGUEN LAS ESCRITURAS Y DOCUMENTOS DE PROPIEDAD QUE TUVIEREN ANTE MÍ ORDEN POSEEDORA, Y QUE SE ME DE NOTICIA DE LAS PERSONAS QUE LA TENGAN ARRENDADAS, Y LOS TÉRMINOS EN QUE HAN CELEBRADO CONTRATO.
PARA CUALQUIER DILIGENCIA JUDICIAL QUE HAYA QUE PRACTICARSE EN LA MATERIA, NOMBRO DE MI APODERADO A MI MAYORDOMO TADEO CUELLAR A QUIEN VUESTRA SEÑORÍA SE SERVIRÁ IGUALMENTE TENERLO PARA TAL, Y EN SU VIRTUD, PREVENIR CON ÉL SE ENTIENDAN LOS AAUTOS Y DECRETOS QUE SE INSTALEN.
DIOS GUARDE A VUESTRA SEÑORÍA.
BOGOTÁ, AGOSTO 3 DE 1820. 10º.
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER.
El Presidente Chávez se refirió en su encuentro con Uribe el viernes, que en Hatogrande Bolívar y Santander llegaron a jugar tresillo. Efectivamente: el 23 de noviembre de 1826 se revistió a Bolívar con las facultades extraordinarias del artículo 128 de la Constitución, las que el Congreso le negara ejercer en las provincias del Sur, cuando se preparaba la independencia del Perú. Ahora el Congreso lo dotaba de esta arma inclemente para que le segara la cabeza a Páez.
Listo para la partida, Santander acompañó al Libertador hasta su hacienda de Hatogrande. Iba molesto con la manía legista de Santander que insinuaba constantemente que el delito de Páez era más grave que el de Piar, y que él no veía modo de resolver el conflicto sino por la fuerza. Bolívar molesto.
“Después de la comida se establecieron cuartos de tresillo para distraerse, formando uno de ellos el Libertador, Santander y los doctores Vicente Azuero, Francisco Soto, íntimos del Vicepresidente. Ya se habían jugado varias partidas con éxito diverso cuando Bolívar dio un codillo a Santander, quien inmediatamente salió de la pieza con el fin de inspeccionar el cumplimiento de sus órdenes relativas al mayor regalo y comodidad de los ilustres huéspedes. Apenas había salido Santander, cuando el Libertador soltó imprudentemente una sangrienta frase:
-“Al fin me tocó mi parte de empréstito... -dijo, al mismo tiempo que recogía la ganancia de buenos escudos.[2]”
Poco antes de continuar su viaje, Bolívar vio el duro aspecto de su viejo amigo. Desencajado, entre triste y mortal. Tal vez Santander descubrió entonces la "maldad" e “hipocresía” del “tirano”. Esto sí era verdad que le revelaba de una vez que todo había terminado entre los dos y que por lo tanto debía conducir con mucho tiento los débiles lazos que aún los unía. La despedida, aunque Bolívar trató de dorar la píldora, fue muy fría.
“El Libertador continuó su viaje al día siguiente, en el camino preguntó a su sobrino Andrés Ibarra, si había notado alguna -seriedad en Santander cuando se despidieron.
-“Si, tío -le respondió el joven-, juzgo que alcanzó a oír lo que usted dijo del empréstito.
-“¡Chipe! ¡chipe! -interrumpió Bolívar con su expresión favorita, al indicar que reconocía haber incurrido en alguna de sus frecuentes precipitaciones[3]".
Cuando el 25 de noviembre sale Bolívar hacia Venezuela, algunos creen que ya es un hombre ganado para las leyes santanderistas; otros dudan.