Frantz Fanon: Cómo salir de la noche oscura de la globalización*

Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay
que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo.

Frantz Fanon (1925-1961)


No se le debe colocar etiqueta al psiquiatra, político, pensador, autor y revolucionario afro-caribeño Frantz Fanon, cuyas obras son el resultado de sus experiencias como médico psiquiatra y luchador por la liberación del pueblo argelino y de los pueblos del África; y quien ha efectuado en sus escritos un diagnóstico socio-histórico del perfil psicológico y del patrón de comportamiento de los pueblos del Tercer Mundo, en su condición de víctimas del proceso de expansión europeo, conocido como colonialismo. Inequívocamente, para Fanon, ‘Europa’ es sinónimo para capitalismo, colonialismo, explotación, dominación, discriminación y deshumanización, características de un sistema perverso que después de la muerte de Fanon ha encontrado su continuidad en el neocolonialismo de la segunda mitad del siglo XX y en la globalización del siglo XXI. Las obras de Fanon, su trabajo, su lucha, su vida, las recorre una pregunta que constituye el hilo conductor de su pensamiento y acción: ¿Cuáles son las condiciones que posibilitan el florecimiento de lo humano? Más preciso, ¿bajo qué condición es posible llegar a la realización de un ser humano auténtico, libre y emancipado si tomamos en consideración que hasta ahora la historia ha sido el equivalente de la deshumanización progresiva no sólo (y como lo analiza Fanon en sus escritos) de los pueblos del Tercer Mundo, sino también de los habitantes de los países metropolitanos, convertidos en autómatas, en seres humanos alienados, en hombres unidimensionales? O para formularlo en palabras de Herbert Marcuse en su libro del mismo nombre: “¿Cómo puede la gente que ha sido objeto de una dominación efectiva y productiva crear ella misma las condiciones de la libertad?” (Marcuse, 1969: 28).

El método sugerido por Fanon para la emancipación de los pueblos del Tercer Mundo es la ruptura total con el opresor y el rechazo contundente a orientarse en cualquiera de los ‘valores’ diseminados por este, los que no llevaron sino a la identificación del agredido con su agresor. En este sentido, Fanon hace un llamado a los Condenados de la Tierra de expresar su ¡no! rotundo a Europa, su ¡no! a la competencia deshumanizadora, su ¡no! a la tentación de querer importar o imitar ‘modelos’ foráneos, pensamiento que por cierto está reapareciendo entre los grandes temas del debate nacional en Venezuela en forma del lema de Simón Rodríguez, o inventamos o erramos. No se puede y no se debe tratar de querer alcanzar el ‘modelo de desarrollo’ europeo (o norteamericano) en vista de que la misma historia nos ha enseñado de la manera más brutal que el tan anhelado ‘desarrollo’ de corte capitalista que han logrado algunos países es una de las causas de nuestro propio ‘subdesarrollo’. Por ende, no puede ser deseable el que el ‘desarrollo’ de unos pocos se logre y sustente en el subdesarrollo de los demás o el que la explotación, dominación, deshumanización y marginación de la vasta mayoría de seres humanos en el planeta sea la condición sine qua non para el bienestar de una elite minoritaria. Y es por eso que según Fanon el ¡no! a Europa y a todo lo que representa no sólo debe expresar y contener una diferencia decidida, sino la más fría de las indiferencias en el sentido de que el ‘modelo europeo’ burgués-capitalista ya no nos debe importar ni quitar el sueño:
“Para muchos de nosotros, el modelo europeo es el más exaltante. Pero […] hemos visto los chascos a que nos conducía esta imitación. Las realizaciones europeas, la técnica europea, el estilo europeo, deben dejar de tentarnos y de desequilibrarnos” (Fanon, 1963: 288). Esto es sin duda el pensamiento clave que debería guiar nuestros esfuerzos por la emancipación humana en el siglo XXI y ayudarnos a evitar que reproduzcamos los mecanismos de explotación, dominación y deshumanización hoy universalizados por la globalización.

La globalización, lejos de representar el ‘fin de la historia’ y la universalización de los ‘valores democrático-occidentales’ (como hoy se le suele llamar al capitalismo salvaje), es, en esencia, la realización plena del capitalismo a escala mundial, en otras palabras, la imposición brutal, generalizada e ilimitada de las fuerzas del mercado en todos los rincones del globo terráqueo y con ello de una nueva etapa del imperialismo, militarismo y neocolonialismo. El mito propagado por la ideología neoliberal que anunciaba una nueva era de paz y prosperidad para todos después de la caída de la Unión Soviética no ha durado mucho y ha sido sustituido velozmente por la ‘teoría de las nuevas guerras’ (1). Esta última cimenta con su postulado del ‘humanismo militar’ un cínico, total y absoluto desprecio del ser humano del Tercer Mundo y confiere, sin saberlo, una actualidad sin precedentes al pensamiento de Frantz Fanon en la era de la globalización. Traigamos a la memoria la advertencia hecha por Fanon en su constante insistencia en la ruptura con Europa: “Dejemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo” (Fanon, 1963: 287).

La imposición violenta de los intereses económicos y geoestratégicos de Occidente en todo el mundo en medio de la más feroz competencia por mercados y recursos energéticos, requiere, hoy como en el pasado, una ‘legitimación moral’ suministrada oportunamente por la teoría de las nuevas guerras. Según esta, los conflictos internos dentro de los estados han venido sustituyendo las guerras clásicas entre los estados nacionales. Los conflictos internos surgen sobre todo en aquellas regiones que conforman el llamado Tercer Mundo y donde el orden público estadal ha vivido un proceso de erosión, y se deben en primer lugar a razones de índole ‘endémico’, quiere decir, a rivalidades étnicas, religiosas o tribales, a lo cual se callan las maniobras geopolíticas de Occidente las que suelen promover o provocar este tipo de conflictos e instrumentarlos para servir a su propio interés, según el viejo lema divide y reinarás. Se parte de una división arrogante de la geografía internacional en zonas pre- y postmodernas, figurando Occidente como garante y guardián de la libertad y democracia, mientras que el resto del mundo es presentado como exportador de la barbarie, del caos y de guerras que amenazan con extenderse a Europa. Esta amenaza potencial confiere a Europa el derecho de intervenir en estas regiones en nombre de la supuesta defensa de los derechos humanos, y es así como posibles intervenciones de carácter preventivo por motivos estratégicos tal y como ya se están llevando a cabo por parte de los EE.UU., siempre se podrán vestir en traje de ángel guardián de los ‘valores de Occidente’. En nombre de la paz y seguridad europea (y norteamericana) se reclama un deber moral a intervenir militarmente en las ‘zonas del caos’ y liberarlas de su espiral de violencia supuestamente auto-generada, por lo que se acuñó el término humanismo militar. Esta re-edición cínica del viejo postulado ‘moral’ de la carga del hombre blanco de la era colonial desemboca finalmente en la demanda por un nuevo imperialismo bajo cuyo control los estados insubordinados, llamados ‘forajidos’ o ‘fracasados’, deben ser ‘reeducados’ hasta haber interiorizado los valores de Occidente, esto es, el modelo económico neoliberal.

Estos nuevos postulados de la globalización desmientan al viejo argumento de que Fanon, específicamente en su escrito Los Condenados de la Tierra, fuera un ‘apologista de la violencia’. Apologistas de la violencia son las eternas clases dominantes, los colonizadores, los imperialistas, los inventores de las guerras preventivas, los diseñadores de las doctrinas de seguridad de Occidente, quienes arrojan más bien una nueva luz sobre Fanon como faro que nos ayuda a salir de la noche oscura de la globalización mediante la contraviolencia emancipatoria. La Guerra Fría y la lucha de liberación anticolonial – el trasfondo histórico de Los Condenados de la Tierra – no son fenómenos obsoletos que pertenecen al pasado, sino han sido transformados por la realidad actual y han sido regenerados a escala superior en forma de la ‘Guerra contra el Terrorismo’ y su fuerza antagónica, el movimiento antiglobalización, que en última instancia tiene que enrumbarse hacia la construcción del socialismo del siglo XXI si quiere ser victorioso. Que esto no será un juego o un proceso completamente pacífico nos lo recuerda en cada instante Frantz Fanon, quien advierte que cualquier proceso de descolonización, liberación, des-alienación y re-humanización es necesariamente un fenómeno violento, y no precisamente porque los condenados de la Tierra sean unos violentos por nacimiento, sino porque el sistema capitalista desde sus inicios no ha sido otra cosa que violencia institucionalizada en sus dimensiones económica, política y social. El proceso de la emancipación humana es un proceso histórico en el que el objeto de la dominación y explotación se convierte en sujeto de su propio destino en y mediante el proceso de liberación que aún espera su conclusión.

Si en Venezuela, América Latina y en otras partes del mundo donde hoy se están levantando las fuerzas emancipatorias en contra del orden mundial establecido no logramos romper con los esquemas del pasado y seguiremos orientándonos en el ‘modelo’ de sociedad capitalista existente, correremos el peligro de reproducir el monstruo en una escala más alta. Al respecto, Fanon advierte con el ejemplo de Norteamérica: “Hace dos siglos, una antigua colonia europea decidió imitar a Europa. Lo logró hasta tal punto que los Estados Unidos de América se han convertido en un monstruo donde las taras, las enfermedades y la inhumanidad de Europa han alcanzado terribles dimensiones” (Fanon, 1963: 289).

La secuencia: colonialismo, imperialismo, neocolonialismo y globalización, todos ellos apariencias de la agresiva tendencia expansiva del capitalismo desde el momento de su nacimiento, puede y debe ser rota con el método Fanoniano: El ¡no! como diferencia decidida frente al orden social existente por un lado, y por otro lado como indiferencia ante lo establecido, en el sentido de que ya no nos debe interesar imitarlo:


No rindamos […] un tributo a Europa creando estados, instituciones y sociedades inspirados en ella. La humanidad espera algo más de nosotros que esa imitación caricaturesca y en general obscena. […] Si queremos que la humanidad avance con audacia, si queremos elevarla a un nivel distinto del que le ha impuesto Europa, entonces hay que inventar, hay que descubrir. (Fanon, 1963: 291)

La gran noche en la que estuvimos sumergidos, hay que sacudirla y salir de ella. El nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltos. (1963: 287)

Notas de pie

[1] Uno de los representantes principales de esta teoría es Mary Kaldor, profesora y directora del Centro para estudios de gobernabilidad global (Centre for the Study of Global Governance) de la London School of Economics and Political Science. Entre sus publicaciones figuran The Imaginary War (1990), New and Old Wars: Organised Violence in a Global Era (1999) y Global Civil Society: An Answer to War (2003). Mary Kaldor también participó en el grupo de estudios sobre las ‘capacidades de seguridad europeas’ convocado a solicitud del ex secretario general de la OTAN y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, Javier Solana, cuyas conclusiones fueron publicadas en el documento Una Doctrina de Seguridad Humana para Europa. Otro de los representantes es el politólogo alemán Herfried Münkler, profesor de la Universidad Humboldt en Berlin, gran parte de cuyas publicaciones se centran en el tema de la guerra, entre muchos otros destaca su libro, Die neuen Kriege (Las nuevas guerras, 2002).

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Bibliografía
Frantz Fanon, Los Condenados de la Tierra, Fondo de Cultura Económica, México
1963.
Herbert Marcuse, El Hombre Unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Editorial Joaquín Mortiz, México 1969


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Jutta Schmitt


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