Bastaría la rebelión violenta de una mayoría opuesta al capitalismo para derrocar la Dictadura de la Burguesía y establecer una Democracia Popular, si el régimen de opresión capitalista se sostuviera simplemente por las leyes o los aparatos de represión del Estado. En verdad, la dominación que ejerce la clase explotadora sobre la clase trabajadora y demás capas sociales tiene como base fundamental: La Supremacía Cultural Burguesa. Precisamente a través del control de la educación, la religión y los medios de comunicación, la Burguesía influye en el pensamiento de los explotados para que vivan bajo su señorío como algo natural y necesario; mutilando en el razonamiento del colectivo popular la aspiración de liberarse.
Son muchos los mitos ancestrales que la burguesía utiliza para controlar multitudes. Me permito hoy reflexionar que sobre la base del ultranacionalismo, la clase dominante se esfuerza por inculcarnos a los pueblos la idea engañosa de que somos “una nación que enfrenta la amenaza de un enemigo exterior. Tal es el caso de la racista e inmoral campaña anticubana que la oligarquía promueve; liberando su sádico odio contra la exitosa misión humanitaria que estos médicos hermanos han emprendido en nuestra tierra, especialmente a favor de los sectores antiguamente desamparados.
Nada dicen esos enfermos voceros del “anticubanismo” acerca de los cuestionados grupos extranjeros que penetran nuestro territorio solo para difundir religiones “Made in USA” de dudosa honradez; y cuya actividad de predicación, supuestamente sin fines de lucro, pareciera no explicar claramente la bonanza económica que exhiben. En efecto, la burguesía recurre al ultranacionalismo simplemente para manipular a las masas y hacerles creer que defiende sus intereses mediante una defensa falsa de la patria, cuando en verdad todo lo que defiende es la conveniencia de su enriquecimiento burgués.
Es la Supremacía Cultural Capitalista el concepto que nos permite comprender el sostenimiento de la Burguesía como minoría dominante. Sería descabellado pensar que en Venezuela, los más de cuatro millones de conciudadanos que se pronunciaron el pasado dos de diciembre contra la reforma socialista, sean todos oligarcas. Resulta más acertado reflexionar frente al hecho de que se trató de una masa amplia y heterogénea, integrada por segmentos de las clases dominadas, que se mostraron influenciables a la campaña ideológica de la vanguardia burguesa.
A todas luces, el capitalismo no ha podido ni podrá resolver las crecientes calamidades sociales del mundo: pobreza, analfabetismo, guerras, contaminación, epidemias, etc. Sin embargo, los revolucionarios no podemos subestimar que este sistema ha sido capaz de comercializar mundialmente y en cada clase social, su “estilo de vida soñado”. Ese sueño americano que en inglés aprendimos a llamar “The American Dream” (Status, riqueza, goce y confort). De allí que una batalla pendiente en la construcción del Socialismo sea la Revolución Ideológica. Para las necesidades del hombre, el Capitalismo no producirá las soluciones, pero ha sabido vender los sueños. ¡Sueños que ahora debemos derrotar!
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