El rugido de la multitud casi ahogaba el nombre de “Luciani”. - Quien ha elegido el nombre Juan Pablo I-. La plaza estallo en griteríos. Las reacciones de la gente llegaron al paroxismo cuando poco después, Albino Luciani apareció en el balcón. Lo que mas se recuerda todavía es su sonrisa, que llegaba hasta el fondo del alma. Aquel hombre exhalaba encanto y alegría. Fuera lo que fuese su pontificado, no cabia duda de que iba a resultar alegre. Durante un momento, el nuevo papa desapareció de la vista del publico, pero reapareció poco después. Cuando la Guardia Suiza rendía sus honores, Albino Luciani saludo con la mano y sonrío, conmoviendo con a todos con su gesto.
A mediodía, el nuevo papa hizo su aparición en el balcón central de la basílica. Debajo, la plaza se hallaba atestada con unas 200.000 personas. Muchos millones de personas, a lo ancho del mundo, vieron en sus televisores expandirse la sonrisa natural de Luciani al estallar el aplauso de la multitud. Había salido a impartir el Ängelus, pero antes de pronunciar el sermón de mediodía deseaba dar a sus oyentes un vislumbre de lo que seria su papado. Mostrando el texto Lumen gentium (La luz de las naciones), que es el dogma de constitución de la Iglesia según el Concilio Vaticano, Albino Luciani anuncio que intentaría devolver a la Iglesia el lugar que le pertenecía. Devolverla al mundo y a las palabras de Cristo. Devolverle la simplicidad y honestidad de sus orígenes. Por si Cristo volvía a la tierra, Luciani deseaba que encontrara una Iglesia que pudiera reconocer. Una Iglesia libre de intereses políticos, libre de la mentalidad opulenta que había corrompido su visión originaria para converstirse en un gran negocio.
En su primer día como pontífice, Luciani no explico a sus millones de oyentes como pensaba hacer realidad su sueño de una iglesia austera. Sin embargo, a las pocas horas de su designación, el nuevo papa ya se había embarcado en la acción para hacer efectiva esa aspiración . Ahora que era él el que calzaba las sandalias del pescador, Albino Luciani estaba decidido a seguir el ejemplo de los revolucionarios cien días de Juan XXIII. A la cabeza de la lista de reformas y cambios prioritarios elaborada por Luciani, figuraban la necesidad de alterar radicalmente la relación del Vaticano con el capitalismo y el deseo de aliviar los sufrimientos que vivía gran parte de la humanidad a causa de la encíclica Humanae Vitae El papa se había embarcado en una revolución. Había dado demostraciones de lo mucho que aborrecía a una iglesia opulenta y materialista. Exhorto a sus curas, párrocos y a los rectores de los santuarios de su diócesis, a que vendieran el oro que poseían, al igual que las tiaras, las diademas y demás objetos preciosos. Lo que se obtuviera con dichas ventas se emplearía en el centro Don Orione para minusvalidos. Luciani advirtió a sus lectores que pensaba poner a la venta la cruz enjoyada y la cadena de oro que habían pertenecido a Pío XII y que el Papa Juan le había dado al nombrarle arzobispo.
“No se recaudara mucho dinero con estas joyas, pero venderlas quizá sirva al menos para que la gente comprenda que los verdaderos tesoros de la iglesia son, como dijo San Lorenzo, los pobres y los débiles, a los que no se debe ayudar con una limosna fortuita sino de tal forma que poco a poco puedan alcanzar una vida digna y una digna cultura, a lo que tienen completo derecho. Ellos, como dijo el diácono católico Lawrence, constituyen el verdadero tesoro de la iglesia. Sin embargo, aquellos que puedan hacerlo tienen que ayudarles a tener mas y mas, sin que se sientan humillados y ofendidos por la ostentación de la opulencia, por el dinero que se desperdicia en banalidades en lugar de ser invertido en empresas que beneficien a todos”.
Luciani citaba a Mark Twain, a Julio Verne y al poeta italiano Trisula. Hablaba de Pinocho. Hacia analogías entre los suceso cotidianos y las cosas del alma. En una ocasión, comparando el alma con un automóvil dijo a sus oyentes:
“Un hombre fue a una agencia a comprar un auto nuevo. El vendedor le dio algunos consejos: -“Mire, se trata de una auto estupendo, así que procure tratarlo bien. Llénelo de gasolina refinada y póngale el aceite de mejor calidad”-. El comprador respondió: -“Oh, no. No soporto el olor de la gasolina ni del aceite. Llenare el deposito de champán, que me gusta mucho, y engrasare el motor con mermelada”-. El vendedor se encogió de hombros y le dijo: -“Haga lo que quiera, pero luego no venga a quejarse si su auto termina en la cuneta”.
En otra oportunidad, concibió una analogía entre el jabón y la oración:
“Si la oración se usa bien, puede resultar un magnifico jabón, capaz de limpiarnos a todos y convertirnos en santos. Si no somos santos es porque no nos hemos lavado todavía lo bastante con este jabón”.
Por supuesto que esto hacia sobresaltar a los miembros de la Curia, pero sus millones de oyentes lo escuchaban completamente fascinados.
Dentro del Vaticano, causaba alarma el hecho de que el Papa estaba planeando adoptar una posición liberal sobre el tema del control de la natalidad, censurado hacia una década por la encíclica Humanae Vitae. La encíclica, tenia como objetivo primordial fortalecer la autoridad pontificia al refutar que pudiera producirse cualquier cambio en la predica tradicional de la iglesia sobre el control de la natalidad, que evitaba los métodos anticonceptivos artificiales. Ahora el vaticano escuchaba una postura totalmente inversa sobre el asunto. La encíclica había surtido el efecto contrario al deseado. Dentro de la escala de desastres cometidos por la Iglesia católica, Humamae vitae es todavía mas grave que el tratamiento que recibió Galileo en el siglo XVII, o que la declaración sobre la infalibilidad del papa en el siglo XIX.
En Chicago. Uno de los príncipes de la iglesia católica, vivía preocupado e irritado por como se desarrollaban los acontecimientos en la Ciudad del Vaticano: se trataba del cardenal Jhon Cody, arzobispo de la archidiócesis mas rica del mundo. Cody era el jefe espiritual de mas de dos millones y medio de católicos, tenia a sus ordenes a casi tres mil sacerdotes, gobernaba 450 parroquias y se negaba a revelar cuales eran los ingresos anuales que volcaban sus fieles en las arcas de la diócesis. De hecho la cifra superaba los 250 millones de dólares.. El Cardenal Cody, en Chicago era, a comienzo de los setenta, uno de los principales vínculos entre la Santa Sede y los E.E.U.U.. Existía una gran cantidad de inversiones bursátiles realizadas por el Vaticano en el mercado de valores de E.E.U.U. Las grandes cantidades de dinero que Cody hacia llegar a Roma se habían convertido en un factor vital de la “política fiscal” del Vaticano.
En la segunda planta del palacio, debajo de los aposentos del pontífice, se encontraba el despacho del obispo Paul Marcinkus, director ejecutivo del Banco del Vaticano. Marcinkus había oído el creciente rumor de que el nuevo papa había iniciado personalmente una investigación en relación con el banco y en concreto con los métodos de administración que empleaba Marcinkus..
Marcinkus y Cody fueron estrechando considerablemente una amistad a lo largo de los años, naturalmente se convirtieron en fraternos camaradas. Tenían demasiadas cosas en común, demasiados métodos “conjuntos” y demasiados intereses económicos compartidos. Ya en los años setenta, las propiedades y la riqueza de la Iglesia Católica en Chicago excedían de los 1000 millones de dólares.
En 1978 Cody cumplía trece años al frente de la iglesia de Chicago. En este tiempo las peticiones para que lo remplazaran se habían acumulado hasta adquirir proporciones extraordinarias. Luciani sabia de la existencia de varias denuncias secretas que se habían promulgado contra Cody y que contenían sustanciales evidencias que indicaban la urgente necesidad de reemplazar al todopoderoso cardenal de Chicago. A fines de septiembre, Cody recibió una llamada telefónica desde Roma. Se trataba de una pequeña información, su interlocutor le indico que donde Pablo VI se había mostrado tan pusilánime, sus sucesor, por el contrario, estaba decidido a actuar. El papa Luciani había tomado la firme determinación de reemplazar al cardenal de Chicago.
Otro hombre que permanecía nervioso en sus despachos, era el cardenal Jean Villot, secretario de estado del Vaticano, poseía una lista que le había entregado Luciani, la que repasaba una y otra vez. En la lista aparecían los nombres de las personas cuyo cese o traslado debía efectuarse inmediatamente. Había un factor común que vinculaba a todos los hombres que figuraban en la lista . Villot no desconocía esta circunstancia, y lo que es mas importante, también el papa estaba informado. De hecho, estaba decidido a actuar con la intención de despojar a estos hombres de todo poder real y desplazarlos a posiciones relativamente inofensivas. Eran los francmasones. El cardenal Villot figuraba en esa lista con el nombre masónico Jeanni y con el numero 041/3, se había enrolado en una logia de Zurich el 6 de agosto de 1966. Y también figuraban en ella los nombres de 121 miembros activos de la logia y casi todos prelados. En el caso de ser autentica, la lista significaba que Luciani se encontraba rodeado de masones, cuando ser masón significaba la automática excomunión para todo católico. Pero lo que mas alarmaba a Luciani, no era la francmasonería convencional. Su verdadera preocupación venia provocada por una logia masónica secreta, la cual había traspasado las fronteras de Italia con su desmesurada ambición de riquezas y poder. Dicha logia se denominaba Propaganda 2 (P2), e incluía entre sus miembros o aliados directos a numerosos sacerdotes, obispos e incluso cardenales. Ahora Villot, veía caer en sus manos la bomba lista, los nombres de los “señores” que iban a ser reemplazados.
El Vaticano 28 de Septiembre de 1978 (05.15 a.m.)
La hermana Vincensa trabajaba con Luciani desde 1959, cuando este era obispo de Vittorio Veneto. Ni una sola vez en dieciocho años se había quedado dormido. La hermana se acerco a la puerta del dormitorio y trato de oír algún sonido. El silencio era total. La hermana Vincensa golpeo levemente la puerta, pero no obtuvo respuesta. Volvió a golpear con idéntico resultado, por lo que se decidió a entrar en los aposentos papales. Cuando abrió la puerta, vio a Albino Luciani sentado en la cama. Llevaba puestas las gafas y sus manos sujetaban unas hojas de papel. Tenia la cabeza ladeada hacia la derecha y entre sus labios separados asomaban sus dientes. Sin embargo, no se trataba del rostro sonriente que lo caracterizaba. No era una sonrisa lo que asomaba el rostro de Luciani, sino una expresión indudable de agonía. El padre Lorenzi dormía cerca de la habitación del papa Luciani, por lo que fue despertado bruscamente por la hermana Vincensa. Medio dormido todavía y completamente aturdido el padre Lorenzi no daba crédito a lo que veían sus ojos; el cuerpo sin vida de Albino Luciani. El siguiente en llegar fue el padre Magee y lo primero que hizo fue telefonear al secretario de estado Jean Villot. Casi de inmediato el cardenal Villot ya estaba en el dormitorio del papa y confirmaba por si mismo (sin el ritual de rigor) que el papa Luciani había muerto.
Junto a la cama del papa, en la mesilla de noche, estaba el frasco con el medicamento que Luciani tomaba contra la tensión baja. Villot se lo embolsillo en la sotana y arranco los papeles de las manos yertas de Luciani, también se los guardo. Del estudio del pontífice desapareció su testamento. De su dormitorio desaparecieron sus gafas y sus zapatillas. Nada de esto se ha vuelto a encontrar.
Según la versión de los testigos directos, tanto el frasco de medicina como las gafas, las zapatillas y el testamento del papa estaban, si no en su dormitorio, si en su despacho antes de que entrara Villot. Después de realizar este su inspección, todas esas cosas habían desaparecido.
En un patio cercano al Banco del Vaticano, el Sargento de la Guardia Suiza Roggan se encontró con el obispo Paul Marcinkus. Eran las 6:15 a.m. Marcinkus vivía Villa Stricht, en la Via della Noceta, en Roma, a 45 minutos en auto del Vaticano. Marcinkus nunca se destaco por ser madrugador. Que hacia entonces a esa hora tan temprana en el Vaticano.
Villot se comunico con el doctor Renato Buzzonetti, jefe del servicio sanitario del Vaticano. El doctor Buzzonetti examino breve y superficialmente el cadáver, y le notifico a Villot que la causa de la muerte había sido un infarto agudo de miocardio. Fijo la hora de la muerte a las once de la noche. Pero antes de que Buzzonetti examinara el cuerpo sin vida de Luciani, Villot ya había decidido que el difunto Juan Pablo I debía ser embalsamado de inmediato. Incluso antes de las cinco y media de la mañana, Villot ya había puesto en marcha el mecanismo para asegurarse de que el fallecido Albino Luciani seria embalsamado de inmediato. Los hermanos Ernesto y Renato Signoracci se habían encargado de embalsamar a los dos papas anteriores. Ahora una llamada y un auto del Vaticano llegaba a recogerlos a las cinco de la mañana.
NOTA DE PRENSA
“En la mañana del día de hoy, 29 de septiembre de 1978, alrededor de las cinco y media de la mañana, el secretario particular del papa, extrañado de que, contra lo habitual, el santo padre no estuviera en la capilla de sus aposentos privados, fue a buscarle en su habitación y lo encontró muerto en su cama con la luz encendida, como si hubiera estado leyendo. Advertido de inmediato el doctor Renato Buzzonetti verifico la muerte del papa y estableció que el fallecimiento se produjo en la noche de ayer alrededor de las once, Según el informe de doctor, el papa murió súbitamente por causa de un infarto al miocardio.”
Además del frasco de medicamento, las notas manuscritas, el testamento, los anteojos y las zapatillas, también la hermana Vincensa y el descubrimiento que hiciera a las cinco y cuarto de aquella mañana, habían desaparecido.
También se informo oficialmente que al morir el papa estaba leyendo La imitación de Cristo. El problema, era que no había ningún ejemplar de dicho libro en el dormitorio del papa, mas aun; no había ningún ejemplar en los aposentos pontificios.
Albino Luciani había sido designado para el cargo de pontífice el 26 de agosto de 1978. Muy poco después de terminar con el cónclave, el cardenal británico Basil Hume declaró: “La decisión era inesperada. Pero una vez tomada aprecio total y absolutamente adecuada. La sensación de que se trataba del hombre al que buscábamos era tan generalizada que no me cabe la menor duda de que es el candidato de Dios.
Ahora, en la madrugada del 29, 1978, solo 33 días después de su elección, el Papa Juan Pablo I, Albino Luciani, conocido mundialmente como el “Papa Sonriente” había muerto. La causa de su muerte – sin el beneficio de una autopsia- fue anunciada rápidamente por el vaticano como provocada por un “ataque al corazón”.
Para identificar correctamente a los asesinos de Albino Luciani, hay que considerar lo que sucedió en el cónclave y lo que ha venido ocurriendo desde entonces hasta hoy.
Cuando las votaciones para elegir al sucesor de Albino Luciani empezaron el domingo 15 de Octubre de 1978, desde el principio se hizo patente que el Espíritu Santo no tenia la mas mínima intención de hacer acto de presencia.
| El ganador resulto ser un candidato de compromisos, el cardenal Karol Wojtyla, que guarda muy poca similitud con Albino Luciani. En estos años, Wojtyla ha dado incontables demostraciones de que lo único que lo liga a su predecesor es haber elegido el mismo nombre. Juan Pablo.
Desde la elección de Karol Wojtyla, se han escrito muchos millones de palabras para tratar de entender que clase de hombre es. Es la clase hombre que tolera que gente como Villot, Cody y Marcinkus siguieran en actividad y gozaran de amplios poderes. No es posible erigir una defensa de Wojtyla basada en su presunta ignorancia. Marcinkus responde a sus acciones directamente ante el papa.
Al tomar posesión de su cargo, el papa Wojtyla fue informado de los cambios que Luciani se había propuesto llevar a cabo. Se le mostraron las pruebas que habían llevado a Luciani a la conclusión de que el cardenal Cody de Chicago debía ser sustituido. Se le entrego la evidencia que demostraba que la francmasonería se había infiltrado en el Vaticano. Se le comunico que Luciani había mantenido diálogos con organismos internacionales para evolucionar en el tema sobre el control de la natalidad. En pocas palabras, Wojtyla se encontraba en una posición única para dar continuidad a los planes de su antecesor. Sin embargo ninguna de las obras que se había propuesto Luciani, fructificaron. Fueran quienes fueran las personas que lo asesinaron, no lo habían hecho en vano. Villot volvió a ser designado como secretario de estado. Cody conservo el control sobre Chicago y Marcinkus siguió manejando el Banco del Vaticano.
Durante los oficios de Juan Pablo II, el Vaticano no solo ha hecho subir a la barca de San Pedro a una gran cantidad de logias masónicas, sino que también ha adoptado su propia masonería interior. Su nombre es el Opus Dei, que quiere decir “La Obra de Dios”. Esta secta fue fundada por un sacerdote español, monseñor José María Escrivá de Balaguer, pertenece a la facción de extrema derecha de la iglesia, siendo un factor que interviene en el campo político. Entre sus miembros se encuentra un pequeño porcentaje de sacerdotes, estimado en un 5%.
El Opus Dei es una organización inmensamente rica, que confiesa tener adherentes que trabajan en mas de 600 periódicos, revistas y publicaciones repartidas en todo el mundo. Hay miembros de la secta en mas de 170 emisoras de radio y televisión de importantes países. Pretende atraer a formar parte de la organización a los miembros mas destacados de la clase pudiente o adinerada, incluyendo a profesionales, estudiantes y recién graduados que aspiren alcanzar el rango de ejecutivos. Es una organización de dimensiones internacionales, y aunque su numero de miembros es relativamente pequeño, su influencia es enorme.; se trata de una sociedad secreta, algo que esta estrictamente prohibido por la iglesia. El doctor Jhon Roche de la universidad de Oxford es un antiguo miembro del Opus Dei, lo describe como una organización “siniestra, secreta y orwellliana”
Los miembros del Opus Dei están abocados a una empresa de gran envergadura, apoderarse de la iglesia católica. Los esponsales de Wojtyla con el Opus Dei están ampliamente documentados, y en vista de que esta secta comparte muchos puntos de vista y valores con la corrompida logia P2, hay que contar con ambas organizaciones como parte de la estructura dentro del Vaticano.
El de Wojtyla es un pontificado que se ha caracterizado por tener dos medidas de valor distintas: una para los actos que hace el santo padre y otro para la humanidad. El papado de Juan Pablo II ha supuesto el triunfo de los corruptos y asesinos, de los ladrones internacionales que invaden a mansalva, mientras el papa mantiene una imagen fabricada tenazmente por los medios de comunicación, milimetricamente calculada, que no se diferencia de la de muchos cantantes de rock dedicados a realizar grandes giras. Mientras los hombres que actúan a la sombre del maníaco besacementos se aseguran que las cosas sigan siendo lo que hasta ahora han sido: un gran negocio.
Mateo, 21: 12-13
“Y Jesús entro en el templo de Dios, expulso a todos los que compraban y vendían dentro de él, y volcó las mesas de los que cambiaban dinero y derribo los asientos de los que vendían imágenes. Y les dijo a todos ellos: Esta escrito. Mi casa será llamada la casa de las plegarias. Mas vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones”