Hablar de Fidel Castro es mucho más que
hablar del jefe de una nación, una leyenda o una celebridad mundial. Es
referirnos al padre de una de obra vigente, de las más fascinantes en la
historia de la humanidad: La Revolución Cubana. Su consigna “Condenadme, no
importa, la Historia me absolverá” es el prólogo de una carrera mítica y la Cuba
Soberana. Aquel enero de 1959, el mundo presenciaría con asombro la entrada del
Comandante y sus barbudos a la Habana. La cinemateca registra que mientras Fidel
se dirigía al pueblo desde la tribuna, una paloma blanca se posó en su hombro.
La escena era mágica. A solo noventa millas del Goliat del norte, la mayor de
las Antillas se convertiría en epicentro del movimiento revolucionario global.
Hablar de Fidel, es maravillarse con proezas que estremecieron al mundo,
insertas en la vida de un mismo protagonista. La victoria militar contra la
invasión en Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles nucleares soviéticos en
Cuba que arrinconaron a EE.UU., su significativo respaldo a los proyectos
revolucionarios en Bolivia, Venezuela, Chile, Nicaragua, el Salvador, Panamá y
Granada consolidaron su prestigio político como el mayor representante del
tercer mundo. Su heroica campaña militar en Congo, Angola, Zimbabwe y Namibia,
lo consolidó como gran precursor de la libertad. Sobre la histórica batalla en
que tropas cubanas aplastaron a fuerzas racistas surafricanas, Nelson Mandela
expresó: “Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente
y a nuestro país del azote del apartheid”.
Cuando en tiempos de dominación yanqui
sobre todo un continente, una pequeña isla caribeña se rebela contra el yugo, es
un hecho sorprendente. Cuando a pesar de cinco décadas de bloqueo económico
asfixiante, esa isla es capaz de resistir en solitario y proseguir la
construcción de una sociedad modelo, es un suceso admirable. Pero cuando ese
mismo pueblo que enfrenta la agresión constante de una Superpotencia Unipolar,
no solo construye el Socialismo sino que a su vez se constituye en pionera del
internacionalismo revolucionario, estamos en presencia de un acto heroico sin
paralelo. Voluntariamente nuestro comandante ha dejado la jefatura de su
país, después de vencer cientos de magnicidios de la CIA y ataques de 10
presidentes estadounidenses que juraron derrocarlo. Le ofrenda a la humanidad
conquistas sociales extraordinarias en educación, salud, cultura, deporte,
tecnología y bienestar social, mundialmente reconocidas a la Revolución. Al
igual que una política de solidaridad y labor humanitaria ejemplares para las
demás naciones por sus médicos y maestros. Ahora en una América en plena
efervescencia revolucionaria con inmensas perspectivas de emancipación y un
tercer mundo que procura unificarse, el legado fidelista es ya imperecedero.
Medio siglo de epopeya lleva su nombre.Absuelto por la historia, Fidel siempre
será: El más grande antiimperialista de su tiempo.