Revolución es cambio de estructura. El modelo político del proceso
bolivariano, implantándose en Venezuela, es revolucionario. El cambio de
estructura significa la creación de un nuevo sistema político. La estructura
es la dimensión del funcionamiento de la sociedad, donde se dan las
relaciones de los factores genéticos que producen los actos visibles (hechos
observables). La estructura es la génesis de los fenómenos. Una revolución
actúa sobre la estructura. Mientras que la reforma opera solamente a nivel
de los fenómenos (lo visible y verificable). La reforma no transforma la
estructura. Reforma es contrario a revolución. El modelo político de la
democracia representativa es reforma. No busca el cambio del sistema
político. La revolución se dirige a crear un nuevo sistema de relaciones que
establezca una nueva institucionalidad. La democracia representativa se
fundamenta en la representación del pueblo. Por el contrario, una revolución
no tiene representantes. Solo voceros sin mando. En la revolución las
decisiones la toma directamente el pueblo, no los representantes. En
Venezuela, la representación devino es cúpulas que se apropiaron del poder y
se aislaron del pueblo.
El Estado de la democracia representativa no es revolucionario. Ha sido
concebido para satisfacer objetivos de las cúpulas reformistas. Todo el
aparato burocrático del Estado de la democracia representativa
-gobernaciones, alcaldías, concejos municipales, institutos autónomos y
demás unidades políticas burocráticas-- es reformista. Su acción está
destinada a los reparos inocuos, débiles mejoras, pero sin tocar la base de
sustento (estructura). El Estado reformista impuso una cultura política
basada en el funcionamiento clientelar. El Estado reformista, aunque existe
la Constitución Bolivariana de 1999, está vigente todavía. En pleno
surgimiento del modelo bolivariano, el Estado reformista es el órgano que
regula al colectivo nacional. Contradicción y antagonismo que produce la
etapa actual de la transición hacia la revolución.
La revolución, para que pueda alcanzar su propio camino --direccionalidad y
viabilidad-- tiene que operar a nivel de la estructura de la democracia
representativa. Tiene que cambiar y erradicar el Estado vigente. Tiene que
sustituir todas estas unidades políticas burocráticas (como por ejemplo, las
alcaldías) que dominan al pueblo. En la revolución, las organizaciones del
pueblo tienen que reemplazar al aparato burocrático. Los gestores del Estado
(burócratas) no serán quienes decidan. Serán solamente instrumentos del
pueblo. El poder de las decisiones recaerá sobre el pueblo. El pueblo
--todos los estamentos sociales, organizaciones de la comunidad, expresiones
natas del colectivo, factores de intermediación-- concebirá la nueva
organización del Estado. El pueblo, además de las expresiones de
participación instituidas en la Constitución del 99, tiene que inventar
otras formas de organización y de decisión, para la conducción de su propio
destino. La esencia de la revolución se para sobre el poder creativo del
pueblo.
Actualmente la democracia representativa tiene todavía un espacio muy
significativo en la realidad venezolana. A la cultura reformista se han
asimilado muchos "revolucionarios". La debilidad ideológica altera la
intención de profundizar un proceso. La ausencia de valores, creencias y
principios sustentados en una nueva espiritualidad emocional, limita el
avance lineal de la revolución venezolana. La debilidad ideológica obliga a
tomar caminos sinuosos. Retarda el cumplimiento de las fases y etapas del
proceso. La garantía de la revolución es la ideología. Esto es el estímulo a
las fuerzas interiores del ser para no dejarse seducir por la fascinación
del poder reformista. Poder empleado para ser usufructuado. La ideología es
la palanca para catapultar el avance de la revolución. Es el canal para
construir el poder popular. He ahí el reto de los venezolanos, hallar los
caminos de la revolución o quebrarse en el intento.
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