Cada quien tiene su Chávez y cada cual le saca rédito a su manera. El último fue George Bush, quien para arrancar el apoyo del Congreso a su TLC con Colombia, ya sin argumentos, recurrió al trapo rojo del presidente venezolano para preocupar o persuadir a los representantes estadounidenses. “Colombia enfrenta una posición hostil de Venezuela”, advirtió el jefe de la primera potencia del planeta.
En México, para detener la candidatura de López Obrador, se desató una campaña de mentiras de su supuesta relación o identificación con Hugo Chávez. En Perú, el cadáver insepulto de Alan García cazó una pelea loca con el comandante bolivariano y resucitó en la presidencia. Después, se abrazó con el mandatario venezolano.
El ministro de Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, busca polarizar con Chávez para mantenerse “a la pata” del presidente Uribe en la pugna por la Casa de Nariño. Cada disparate que Santos vomita contra Venezuela o su presidente, lo dispara en las encuestas. Si Chávez no existiera, los personajes antes citados lo tendrían que inventar. O rectifico: ya cada uno de ellos se inventó su Chávez a la medida.
Pero no sólo los políticos trepan sobre los hombros del Hugo Chávez que se inventan o al que toman de la feroz campaña propagandística mundial desatada en su contra. Como diría Aníbal Nazoa, cualquier güelefrito que quiera hacerse célebre, le basta con emprenderla contra el mandatario venezolano.
Hace algún tiempo escribí un artículo titulado “Hágase famoso, demande a Chávez”. Todo aquel que se inventaba una querella contra el Presidente, se convertía en el centro de la prensa, radio, televisión y cadenas internacionales. Solteronas desahuciadas se hicieron apetecibles, abogados anónimos se convirtieron en suerte de Licurgos de los medios, cadáveres políticos resucitaron sin pasar por las penurias de Lázaro, profesores desconocidos se transformaron en académicos de número.
La farándula olfateó el asunto y se amarró al largo olor del éxito. Alejandro Sanz se inventó persecuciones de Chávez cuando Chávez, al susodicho, ni siquiera lo ignora, que diría Mario Moreno. A esta pobre víctima de su propio “tirano” virtual se le multiplicaron los contratos y premios. Engolosinados, se le sumaron Bosé y Juanes y, por su solidaridad con una paja mental, sus acciones subieron como la espuma. Ahora el grupo Maná mete a Chávez en su último video y los comentarios le dan la vuelta al mundo. Los de Maná, por supuesto, ignoran lo que es Barrio Adentro o la Operación Milagro. Su problema es mercantil y promocional, vender su reciente antichavismo aunque no sepan, realmente, lo que es el chavismo.
Pareciera una petulancia eso de que hasta Bush tiene su Chávez para ganar puntos internacionales, persuadir aquí, inquietar allá o presionar más allá. Pero basta con leer sus últimos discursos para tropezarnos, a salto de párrafos, con el comandante del 4-F en la inextricable oratoria busheana. Que el presidente de Estados Unidos tenga que recurrir a la supuesta amenaza de Hugo Chávez para lograr, de parte del Congreso de su país, la aprobación de un TLC con Colombia, México o Centroamérica, pudiera dar la medida de la hora que vive el imperio.