La crisis financiera que explotó en los Estados Unidos, no sólo sacude a la economía estadounidense, sino también a la de los países desarrollados de Asia y de Europa. Esta crisis es un fenómeno de la descomposición del modo capitalista conectado a la decadencia de la fase superior del capitalismo, el imperialismo. La misma se tiene que estudiar desde la trinchera del marxismo y se debe analizar como fenómeno inherente al sistema capitalista en su interconexión con otros fenómenos.
El capital
financiero atraviesa una crisis descomunal, por su magnitud, es probablemente
más grave que el crack del año 29, ocurrido en el siglo pasado. La
quiebra de grandes bancos, de aseguradoras en los Estados Unidos, permite
prever que el sistema capitalista posiblemente esté entrando en un
estado de descomposición general. La descomposición es un fenómeno
característico del período de decadencia del desarrollo histórico
del modo capitalista de producción.
El capitalismo
conoce diferentes períodos en su recorrido histórico –nacimiento,
ascendencia y decadencia. El período de decadencia del imperialismo,
el que nos ocupa ahora, reúne una serie de fenómenos de descomposición
de orden social, económico, político y militar, los cuales pueden
acelerar una crisis profunda, impulsando la fragmentación del ya degenerado
sistema capitalista.
Los períodos
de ascendencia y de decadencia constituyen una unidad dialéctica inherente
al desarrollo histórico del capitalismo. Cuando predomina la ascendencia,
se desarrollan las fuerzas productivas y se alcanzan tasas de ganancia.
En cambio, en el período de decadencia, el avance de las fuerzas productivas
se detiene, aparece la tendencia a la caída de la tasa de ganancia
e irrumpe la crisis de sobreproducción de mercancías y de capitales.
La tendencia a la caída de la tasa de ganancia es una ley del modo
de producción capitalista.
El período
de decadencia del imperialismo contiene, desde sus orígenes, elementos
de descomposición que inciden en el resquebrajamiento de sus estructuras:
por ejemplo, en la económica –estancamiento de la producción, inflación,
crisis financiera, hambrunas, etc.-; en la política –guerras de conquistas,
guerras interimperialistas, guerras de emancipación-; y en la estructura
ideológica –crisis de la ideología burguesa. Ahora bien, solo a
cierto nivel de decadencia y en ciertas circunstancias, la descomposición
se convierte en un factor decisivo de la evolución de la sociedad,
abriendo así una fase específica: descomposición de las estructuras
del capitalismo.
Por otra lado,
hay que tener en cuenta que en el capitalismo las crisis, cuando no
concluyen en revoluciones, son eminentemente un mecanismo que permite
el reordenamiento de los capitales ‘sobrantes’, favoreciendo la
concentración y centralización del capital y generando, en consecuencia,
las condiciones para la recuperación de la tasa de ganancia. Reordenamiento
que se logra a través de sangre y fuego, agudizando el sacrificio de
los trabajadores y el sufrimiento de los pueblos.
Evolución
de la crisis actual de la economía capitalista
La crisis general
del capitalismo, constante en su desarrollo, atravesó dos etapas y
ha empezado la tercera. La primera etapa de la crisis general del capitalismo
se inicio en la I Guerra Mundial (1914-1918). La segunda etapa de la
crisis se desplegó durante la II Guerra Mundial (1939-1945). En la
segunda mitad de la década del 50, se inició la tercera etapa de la
crisis general del capitalismo que continúa hasta hoy.
Pero, es a
partir de 1967, cuando la economía mundial empieza a hundirse en una
crisis profunda que dura ya cuarenta años. Esta agudización viene
acompañada de una serie de guerras regionales, guerras que están conduciendo
al mundo a la destrucción, a la miseria y a la barbarie. Esta evolución
histórica del imperialismo, lo único que ha logrado es favorecer la
descomposición del modo de producción capitalista en la economía,
la vida política, la moral, la cultura, etc.
La economía
de los países desarrollados había sido prospera hasta la década del
60, pero al comenzar los años 70, se desplegó una crisis general de
sobreproducción que se expresó en problemas monetarios, de precios
de materias primas (los del petrolero), instalándose lo que se conoce
como estanflación –combinación de inflación y estancamiento productivo-,
haciendo caer la tasa de crecimiento y el empleo en los países desarrollados.
La desaceleración
de la economía causó excedentes financieros en permanente expansión,
invisibles en el circuito de la economía productiva, aumentando deudas
públicas en los centros de poder y en la periferia, multiplicando,
asimismo, los negocios especulativos hasta conformar a mediados de los
años 80, una inmensa e intrincada red parasitaria.
La década
del 90, comenzó con el ‘neoliberalismo’ y con el estallido de la
‘burbuja’ financiera en Japón. La economía japonesa, ya a mediados
de los años 80, daba señales de pérdida de dinamismo porque su empuje
exportador comenzaba a decaer.
Posteriormente,
ocurrió un rosario de crisis, la de Méjico (1994), la de Asia del
Este (1997), la de Rusia (1998). Todas ellas estuvieron envueltas en
ondas especulativas. El inicio de la decadencia mundial del capitalismo
se inscribe en la degradación general de los países pobres, como resultado
de la concentración de riquezas en manos de los monopolios financieros
y de la depredación productiva hecha a estos países.
Europa y Estados
Unidos parecían inmunes a la infección de las crisis financieras.
La fortaleza transitoria del país americano, se entiende cuando se
determina el carácter del desarrollo histórico del imperialismo estadounidense.
Éste es un sistema fuertemente articulado de las fuerzas de los monopolios
y del poder del Estado, cuyo mecanismo está destinado a enriquecer
los capitalistas monopolistas; a desarticular las luchas de emancipación;
a defender el modo de producción capitalista imperialista y a desencadenar
guerras de agresión contra los pueblos, con el fin de apropiarse de
los recursos naturales y mantener su hegemonía mundial.
Durante los
años 90, Estados Unidos pudo mantener altos ritmos de crecimiento del
PIB –valor monetario total de la producción de bienes y servicios-;
bajos niveles de desocupación; incremento del consumo basado en la
especulación financiera; pero, al mismo tiempo, decrecieron los ahorros
personales y creció el déficit comercial.
Ahora bien,
a lo largo del año 2000, surgieron señales del desplome de la economía
estadounidense: los índices bursátiles iniciaron su descenso, la producción
y los beneficios industriales empezaron a declinar, la capacidad productiva
ociosa aumentó y la desocupación comenzó a subir. Ahora se
agrega, la quiebra reciente del sistema financiero. Estados Unidos camina
hacia la recesión. Lo que no se sabe es por cuánto tiempo.
El capital
financiero – capital industrial más capital bancario-, desde comienzo
del siglo pasado, se ha presentado como un capital parasitario. El parasitismo
del capital financiero en la actual fase de descomposición del capitalismo
imperialista, está acortando el período de decadencia del mismo. En
otros términos, la crisis financiera está comprometiendo la existencia
de la fase imperialista del modo capitalista de producción. Más grave
aun, está comprometiendo la supervivencia de la humanidad. En este
momento, los revolucionarios marxistas además de luchar como siempre
contra la opresión y la explotación del hombre por el hombre, deben
luchar también por preservar la civilización humana, por el derecho
del hombre y de la mujer a la vida.
A manera de conclusión podemos agregar que el imperialismo es una particular fase histórica del capitalismo. Dicha particularidad contiene tres rasgos esenciales, el imperialismo es: (1) el capitalismo monopolista; (2) el capitalismo parasitario; y (3) el capitalismo en descomposición. De forma general, podemos añadir que la descomposición y la decadencia del modo capitalista de producción están condicionadas por la propia esencia del imperialismo, por el dominio de los monopolios y por la opresión de la oligarquía financiera parasitaria.