“Este
desgraciado antisocial, guerrillero, pagará por sus palabras tarde
o temprano y cueste lo que cueste; ese es el mas venenoso exponente
de la mala fe de los chavistas y su terrorista
mandatario, si llega a ocurrir la guerra, sepan que éste no sobrevive
y será objetivo militar por traicionar al pueblo venezolano y llevarlo
por la senda del suicidio colectivo...”
(Carta de amenaza dirigida al Profesor Lupa)
Los alemanes
no odiaban a los judíos ni deseaban su exterminio. Su antisemitismo,
como el de toda Europa, provenía del siniestro cristianismo medioeval
pero era tradicionalmente menos virulento que el de los polacos o los
rusos y, en general, no pasaba de desprecio por lo diferente y temor
a lo desconocido, lugares comunes del conformismo y la ignorancia.
Los alemanes
comenzaron a odiar a los judíos y se hicieron cómplices o indiferentes
al Holocausto, como consecuencia del discurso hitleriano y la propaganda
nazi, que culpaban a los judíos de todas las calamidades y no les reconocían
ninguna cualidad.
Lo mismo
que sucede hoy en Venezuela, a escala infinitamente menor, con los medios
de comunicación opositores, televisión, radio y prensa, dedicados
a sembrar en la clase media una semilla de odio, inconciente, inconfesable
e inconfesado contra el pueblo chavista.
La guerra a muerte
La oposición
venezolana invoca la guerra a muerte sin saberlo, casi sin darse cuenta
(hace diez años que ignora lo que debería o podría saber) y pide
sin pedirlo un extermino de revolucionarios. ¿Cómo puede saber lo
qué quiere quien no sabe nada y nada quiere? A los opositores les molesta
Chávez y lo que Chávez representa, es decir, la Venezuela real y el
pueblo que vive en ella.
Eso explica
cómo cada vez se descubre un proyecto de golpe o magnicidio, la oposición
acepta, secretamente agradecida, la banalización y la humorada mediática
que le sirve de coartada y la exime de confesar que no tiene nada contra
el golpe y menos contra el magnicidio.
Por la misma razón que la oposición se traga sin pestañear la campaña mediática antivenezolana de los gringos, grosero insulto a la inteligencia que traducen y retransmiten los medios privados como parte de su franquicia imperial, con la bendición infame de curas e intelectuales.
Un enemigo demasiado interno
He aquí
al gran pueblo venezolano que entra en el Milenio tratando de de superarse,
de cambiar su condena en destino, de ayudar a salvar al planeta quitándole
el poder al Capital para dárselo a la Humanidad. He aquí a este gran
pueblo de pie, cruelmente amenazado por tres millones de sus compatriotas,
infelices mestizos que no quieren ser hijos de indio o negro sino del
cine y la televisión, anónima masa de espíritus indigentes que -dice
Britto García- rinden a la opulencia el abyecto homenaje de la imitación.
Colonizados hasta la médula por la cultura dependiente de quien adula
al amo y desconoce al pobre, los opositores se creen cosmopolitas siendo
apátridas, se creen superiores porque consumen un poco más, o porque
son instruidos.
Seres de sombra
Mientras
los opositores, en la luminosa y acogedora comodidad del hogar, aprueban
el discurso político del televisor, el más protagónico miembro de
la familia, en la sombra esperan los asesinos de niños, los cortadores
de manos y narices, los del hierro candente, el nudo corredizo, el culatazo
en los dientes, el tiro en la nuca, la fosa común, el torniquete en
los testículos y el cable eléctrico en los genitales femeninos. Los
seres de sombra siempre preparados para ejecutar lo que los opositores
piden desde su inconciencia-
Conformismo asesino
Siendo el
odio un sentimiento demasiado franco y fuerte para las pasiones impasibles
de sus corazones acolchados, la clase media opositora no llega a odiarnos.
Nos desprecia como a la revolución y la inteligencia, por temor y comodidad,
por adicción al pensamiento y al discurso chatarra. No están hechos
para el heroísmo, para el gesto solidario o la proeza, lo que explica
por qué en abril 2002 medio millón de ellos, dirigidos por un general
y un contralmirante, no pudieron superar las lacrimógenas de 20 guardias
nacionales a dos cuadras de su objetivo, el palacio presidencial de
Miraflores. Las víctimas de ese día no lo fueron del ardor contrarrevolucionario
sino de una fría conjura, en línea abierta con la Embajada de Estados
Unidos, y ejecutada por la mano obediente o tarifada de policías y
sicarios.
Jedem das seine
Es la traducción
alemana de la frase de Cicerón "Justitia suum cuique distribuit"
(a cada quien lo suyo que figuraba en grandes letras de hierro forjado
sobre las puertas del campo de concentración de Buchenwald. Hoy es
el lema del partido derechista “Primero Justicia” cuyos líderes
estuvieron activos en el golpe de 2002 y se destacaron en la persecución
de chavistas. De estos y otros jóvenes fascistas (algunos con apellido
judío como Capriles Radonsky) admiradores de Bush y de los racistas
bolivianos, podemos esperar cualquier cosa.
Pero hace
falta mucho más que ganas para exterminar a un pueblo, especialmente
cuando se trata de un pueblo que ha derrotado imperios, que está conciente
y suficientemente armado para la defensa y el contraataque. La última
vez que lo intentaron (durante la revolución y la guerra de Independencia)
lo que consiguieron fue la más larga de las guerras civiles y la destrucción
física de la clase dominante en Venezuela.
Los chavistas no somos judíos alemanes, no vamos a dejarnos llevar al matadero dócilmente, ni esperaremos que nos encierren en un ghetto para rebelarnos. Algunos caeremos víctimas del sicariato, o del tiburón gringo (“pobre del que caiga prisionero, pues no habrá perdón para su vida”) pero la bandera del pueblo ya no será arriada, aunque tenga que ondear sobre ruinas. La Revolución Bolivariana ha dado demasiadas pruebas de su bondad y humanismo, pero no teme a la destrucción. Los trabajadores levantamos este mundo y lo podemos reconstruir cuantas veces sea necesario. Queremos la paz, queremos ser nubes cuya lluvia fertilice y germine los campos, pero estamos cargados con los rayos de la guerra y listos para fulminar a quien pretenda destruirnos. Ellos son fascistas, pero nosotros no somos judíos alemanes.