Facebook o la inocencia de la tecnología

Así como la ciencia y los conocimientos no son neutrales, tampoco lo es la tecnología. Mucho menos lo son toda esa gama de divertimentos que han surgido desde que la “revolución científico-técnica”, le dio a principios de los setenta, junto a otros factores, un nuevo auge al capitalismo, que en ese momento salía de la crisis de estanflación producto del fin del modelo keynesiano surgido en la posguerra. La tecnología, como ciencia aplicada a problemas prácticos, es una palabra que ha llegado a adquirir en nuestras sociedades modernas un manifiesto carácter axiológico, que no en balde está asociado a la idea de desarrollo, progreso y superación, que como valores asociados de manera intrínseca al capitalismo y a la estructura administrativa del Estado, queda vinculado inexorablemente a una determinada identidad política, que de acuerdo a las dualidades radicales de la modernidad, por ejemplo la clásica de civilización-barbarie, puede adquirir la cualidad de esencial.

De esta manera, el cine, la TV y la radio, primero, y el cine, la radio, la TV, los video-juegos y la Internet, hoy día, como industria cultural de la información y el entretenimiento han venido provocando y han logrado instaurar en gran medida, un mundo de virtualidad que termina siendo más real que lo que nosotros llamamos realidad. El fenómeno de alteración nerviosa y de fascinación que producen estos maravillosos artificios nos individualizan y desconectan hasta tal punto del suelo, que muchos, y no se sabe si consciente o inconscientemente, cuando no sin querer queriendo, terminan asumiendo la ficción tecnológica como realidad satisfactoria y valga la redundancia, como la realidad real. Pero la tecnología, en su condición de retoño fatal de la ciencia moderna, ha servido entre otras cosas como dispositivo individualizador, constructor de hegemonía e instrumento de dominación, Desde este punto de vista, desde la comprensión de los artilugios tecnológicos como no neutrales, lo político frente a lo técnico es una confrontación de dos políticas, de dos ideologías.

En 1975, decía el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa: “Las escuelas carecen de bibliotecas y en algunos hogares, donde hay esta indispensable institución cultural, no son aprovechadas por los niños, porque entregados a la radio o a la televisión no tienen tiempo de leer”. Hacen ya 33 años de esta afirmación, grave y constatada por una reputada autoridad del área cultural educativa, y haciendo un balance desde entonces y considerando lo magnífico pero reciente de las políticas educativas y editoriales que ha impulsado el gobierno revolucionario, es evidente el trabajo que queda por hacer. Un trabajo que pasa por la educación política del pueblo frente a la influencia mediática, el diseño y puesta en práctica de políticas editoriales como efectivamente se viene haciendo, y la creación, frente a la cultura de la telepantalla (Orwell) del necesario hábito de la lectura.

¿Qué es lo que se encuentra detrás de la tecnología? Lo técnico tiende ha ser considerado como algo objetivo, neutral y universal, como la ciencia moderna, pues. Desde que el ego cogito cartesiano separo la mente del cuerpo y de la naturaleza, situando la mente en un espacio abstracto no situado al parecer en ninguna parte, deslocalizada en todo caso en el cielo universal o en el llamado “punto cero”, todos los enunciados que produjo la mente desde entonces -que era la mente del hombre blanco, europeo, capitalista-patriarcal- fueron considerados universales abstractos, neutrales y objetivos. Hay todo un embrollo metafísico en las consecuencias que tuvo la entronización de la filosofía moderna después de Descartes, embrollo que tiene que ver con la grave crisis ecológica que afecta al planeta y con la pérdida del sentido de trascendencia en la vida del hombre, aunque de estos temas nos interesa aquí destacar el carácter de aparente neutralidad de que goza la tecnología.

Indudablemente, detrás de un determinado artefacto, desde el rudimentario cinematógrafo hasta el último Nokia, desde un TV de plasma hasta un Ipod, están determinadas investigaciones científicas, cuyos investigadores fueron formados en determinadas universidades dentro de una determinada tradición y con el auspicio y financiamiento de determinados actores, cuyas decisiones sociopolíticas direccionan las investigaciones y la utilización de los hallazgos y descubrimientos hechos, hacia la satisfacción de claros intereses político-económicos. Estas decisiones se toman, por supuesto, en el marco del juego de voluntades y relaciones de poder de los dueños del capital, la difusión de información y las armas. Como mencioné antes, lo tecnológico se asocia a lo moderno y la gramática y semántica moderna tiende a producir identidades políticas fundamentales o, fundamentalistas.

De esta manera, algunos intelectuales adversos al proceso de cambio que vive el país, han planteado la confrontación entre chavistas y opositores como una oposición natural entre lo tradicional y lo moderno. Sin embargo, le experiencia histórica ha demostrado hasta ahora que los procesos políticos de carácter nacionalista que luchan por la emancipación social tienden ha ser proyectos de modernización, que si bien aprovechan y adoptan los aspectos emancipatorios de la modernidad no dejan de filtrarse de manera inevitable aspectos individualizadores y enajenantes que impiden avanzar hacia una transformación cultural. La sociedad moderna como proyecto totalizante, para Habermas un proyecto inacabado, ha hecho que tanto lo que se dio en llamar izquierda como también la derecha, girondinos o jacobinos, articularan sus discursos y programas políticos compartiendo una misma visión de fondo, una misma condena del derecho divino de los reyes y los privilegios aristocráticos, una misma Fe en el progreso, una misma cosmovisión expresada en una visión lineal de la historia y de la vida, y una confianza ciega y hasta irracional en lo que se denominó la “teleología de las vanguardias” como sentido de trascendencia y evolución.

Los centros de poder mundial articulan estrategias de dominación tecno-políticas cada vez más sutiles y difíciles de combatir. Mientras la conciencia del sur va despertando, mientras el pensamiento crítico y el quiebre de la hegemonía histórica de las fuerzas del capitalismo van dando paso a efectivas y concretas respuestas de carácter contra-hegemónico, como lo indica el número creciente de radios y televisoras comunitarias en el país –aunque no deja de ser tema de debate si las técnicas de producción de la información, las agendas y las palabras, los formatos y la programación, no reproducen patrones que deben superarse-, estos tanques de pensamiento estratégico, expertos en infiltración y divisionismo, en producción de sentidos e influencia biopolítica, van creando y poniendo en práctica instrumentos cada vez más sofisticados con la capacidad de crear las condiciones para canalizar sus intereses políticos.

En este sentido, la Internet, como uno de los mayores logros en el ámbito de las telecomunicaciones e informática, y caballo de batalla de ese mito contemporáneo llamado “globalización”, -que de hecho es otra palabra asumida acríticamente por la ciencia social eurocéntrica-subalterna- constituye un inmenso mundo de posibilidades de información, conocimiento, entretenimiento, articulación política y sociabilidad virtual. Actualmente, una de esas herramientas de comunicación social que ha resultado interesante y atractiva para el público en general, revolucionarios o no, se llama Facebook. Seguramente, para muchos de los que estarán leyendo este artículo no será nada nuevo e incluso, puede que hasta estén afiliados; y es que este programa constituye un instrumento eficaz que nos permite contactar y archivar las direcciones (pero también una serie de datos como videos y fotografías) de nuestros familiares, amigos, compañeros, conocidos o por conocer. Ahora viene el “pero”; pero también constituye una generosa fuente de informaciones para los servicios de inteligencia que, con seguridad, saben explotar sus datos permitiéndoles saber mucho sobre usted. Continuará…

amauryalejandro@gmail.com


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