Los esclavos fueron considerados seres humanos
cuando el modelo de sociedad tuvo la necesidad de cobrar impuestos. Hasta
sentenciaron que tenían alma. Si podían pagar tasas,
debían tener almas. Lo mismo ocurrió con las mujeres y los
pueblos originarios de América latina.
Eso no
significó que acabara la esclavitud ni la explotación del
género femenino, simplemente se los consideraba sujetos de derechos
porque debían pagar impuestos.
En aquellos años de
transformación, Europa también comenzó a acuñar
una pauta para el enriquecimiento de ciertos señores.
Hay
que crear los pobres para vivir de ellos.
Organizar colectas con
el fin de ayudarlos y quedarse con el dinero proveniente de ciertas
vergüenzas poco profundas.
Decenas y decenas de fundaciones
internacionales derivan dinero hacia los países empobrecidos pero,
de acuerdo a estas informaciones, se utiliza mal o termina en bolsillos que
no son los verdaderos destinatarios.
Así funciona esta
mecánica.
Si se analizan las grandes riquezas que
proceden de la alimentación, los medicamentos, la vestimenta y el
transporte; habrá que notar que aquello que es consumido por las
mayorías como necesidad imperiosa termina siendo un fenomenal
negocio para pocos.
Urgencias de muchos, fortuna de pocos.
De tal forma, el hambre es un negocio más.
La
agencia Care International informó que el número de personas
que vive al borde del estado de emergencia se duplicó en los
últimos dos años.
Son 220 millones de seres
humanos que no saben qué significa la palabra mañana o
qué sentido tiene el concepto de futuro.
Pero más
allá del dato, la organización destacó el asqueante
negociado que se produce con el dinero destinado, supuestamente, a mitigar
los efectos del hambre entre millones de habitantes de esta cápsula
espacial llamada planeta Tierra.
"Es una desgracia que, a pesar
de las advertencias, el dinero se siga utilizando de manera equivocada. Los
gobiernos, la ONU, los donantes y las agencias de ayuda deben aprovechar
esta oportunidad para hacer reformas estructurales al sistema de ayuda que
protegerá a los más vulnerables de las emergencias y hacer
que éstos se vuelvan más resistentes al aumento de los
precios de los alimentos, las sequías y otros desastres",
apuntó Geoffrey Dennis, director ejecutivo de la sede
británica de Care International.
Para estos
investigadores es imprescindible que los aportantes de dinero para paliar
la situación del hambre en el planeta hagan las cosas de otra
manera.
Es necesario “coordinar más efectivamente
la ayuda de emergencia y los planes de desarrollo a largo plazo,
concentrarse en la producción de alimentos, en el apoyo a los
más pobres así como en el desarrollo de un sistema de
advertencias tempranas sobre posibles desastres”, remarca la
organización.
Como a fines de la edad media, generar
hambre en el mundo sigue siendo un negocio para pocos.
Una
despreciable pauta de comportamiento del capitalismo que sigue vigente en
estos tiempos crepusculares del tercer milenio.