Por años ha persistido y aún subyace un cierto
dilema acerca del rol de los intelectuales dentro de la política y su
relación con el ejercicio del poder. Algunos señalan que un intelectual
sería toda persona que usare su cerebro para dirimir asuntos de interés
público ó general, ó asuntos de carácter más especializado en
determinadas ramas de las ciencias, de las artes ó del saber.
Y si bien todos usamos nuestro cerebro, aunque unos de
manera más básica y mecánica, ciertamente habrán otros que lo utilizen
más allá de ese uso necesario para la supervivencia, y lo orientarán
hacia actividades del ser y quehacer del hombre y la sociedad, es decir
a asuntos de interés superior y general.
Así, hemos de suponer que un intelectual habría de ser un
profesional de ciertas luces y mayor responsabilidad social, cuyas
trincheras de lucha deberían estar permanentemente del lado del pueblo,
ó de las reivindicaciones de las mayorías, antes que en función de
meros intereses particulares, egocentristas y hasta sesgados. Nace allí
el dilema entre ética e intelectualidad. Ambos conceptos entrañan
valores distintos, no necesariamente excluyentes, pero tampoco
vinculantes. Vanidad, divino pecado por delante, y en medio de ambos y
como correaje funcional, entraría la ciencia ó el arte de la política.
Bertrand, Russell y Noam Chomsky conformaron, desde los
años 60, un triunvirato de abanderados de la ética que, como una
conciencia de la sociedad global, se pronunciaban y actuaban en defensa
de la causa de los pobres y de los excluidos del sistema mundial. Al
morir sus "compañeros de armas", Chomsky mantuvo su postura crítica
frente a las injusticias y abusos contra los indefensos y continuó
luchando por una verdadera democracia con participación de las
mayorías. Desde su experiencia de toda una vida al servicio de los
movimientos sociales, el prestigioso pensador estadounidense aclara el
papel que deben ocupar los intelectuales en la vida de la
sociedad.Chomsky reflexionaba sobre el papel que sus colegas cumplían,
cuando, en lugar de ejercer la crítica política y social, pasaban a
formar parte del gobierno de su país. Citaba como ejemplo experiencias
que se desarrollaron en distintas épocas en los Estados Unidos, entre
ellas la administración Kennedy, que reunió a su alrededor a brillantes
figuras del mundo cultural y artístico. En general, los resultados
fueron negativos. Temerosos de equivocarse, cautivos de su prestigio,
los cerebros más destacados de una nación, convertidos en funcionarios,
demostraron una nociva rigidez.
Para Chomsky la condición de intelectual no es el correlato
de una profesión determinada. Hay alguna relación entre gozar de
ciertos privilegios y tener posibilidades de actuar como un
intelectual. Pero no es una relación muy fuerte, porque mucha gente
privilegiada no hace nada que pueda considerarse de mérito intelectual
y, por otra parte, mucha gente sin privilegios es muy creativa,
reflexiva y de amplios conocimientos.
Los denominados "pensadores responsables", que se
autodefinen como intelectuales tecnocrática y políticamente orientados,
son muy semejantes a un partido de vanguardia. Y las doctrinas son muy
similares. El partido leninista de vanguardia va a empujar las
estúpidas masas hacia adelante, hacia cosas maravillosas. En el libro
American Power..., se comparó un discurso de Robert McNamara con un
discurso inspirado por la doctrina leninista a secas. Fueron muy
semejantes.
La única diferencia fue que McNamara hablaba de vez en
cuando de Dios, pero la idea básica era esencialmente la misma. Es
decir el sofisma de que los gobiernos de los pueblos han de estar bajo
influencia de los hombres inteligentes de la comunidad, porque el resto
son una "manada sin orientación" que debía ser dirigida.Chomsky abunda
en el tema al afirmar que para que un intelectual haga el sacrificio de
estar en el poder, ha de poser una gran integridad intelectual. Dado
que si quieres mantener tu integridad, generalmente serás crítico,
porque muchas de las cosas que suceden merecen críticas. Pero es muy
difícil ser crítico, si uno forma parte de los círculos de poder.
Asimismo aseveraba que este tipo de gente es muy arrogante; creen
saberlo todo y son muy peligrosos cuando se acercan al poder.
Las razones son obvias. Si cometen un error, tienen un
serio problema, porque sólo se les ha dado un puesto en el poder por su
supuesta inteligencia y su competencia. Por ello, sentenciaba el propio
Chomsky, la mejor posición para un intelectual es estar comprometido
con las fuerzas populares que tratan de mejorar las cosas. Pero ése es
el tipo de intelectuales que por lo general, terminan en la cárcel.
Continuando en el tema, Chomsky afirma que los estándares
morales de un intelectual deberían ser más altos que los de una persona
común, porque tiene más acceso al poder. En la medida en que la gente
que se dice intelectual, séalo o no, sea capaz de influir y decidir
sobre condiciones que determinan los acontecimientos reales, en esa
medida, su responsabilidad crecerá.
Y finalmente, sentenció, hay una tendencia acerca de
que la historia generalmente ha sido escrita por apologistas. Por ello,
la imagen de los intelectuales generalmente tiende a ser halagadora y
narcisista. Quizás también por ello, también se habrá notado cierta
tendencia en el sentido de que históricamente los intelectuales han
sido aduladores y servidores del poder.Personalmente pensamos que la
política ha de hacerse por los políticos. Y para ello hay que
prepararse. Un político no está excento de ser un intelectual. Si lo
es, tanto mejor. Pero antes de ello, ha de ser político. No necesaria
ni preferiblemente viceversa. Tremendo reto, grande estigma,
insondeable futuro. La historia nos observa,...
carlosbarretoc@gmail.com