En la que en época pasada fuera el epicentro de una vibrante izquierda estudiantil, fui invitado a un debate poco esperado. Se trataba de un evento con lugar en la Universidad Central de Venezuela, sobresaliente Alma Mater que solía reunir a pujantes ideólogos revolucionarios pero que en la actualidad se encuentra severamente sofocada por una suerte de "Neo Derechismo"; entiéndase por esta última expresión, la pseudo ideología de un minoritario cogollo de profesores que durante años militaron en las filas del movimiento popular pero que con el advenimiento de Hugo Chávez a la presidencia, curiosamente optaron por renegar de su mejor historia política y se subordinaron a las directrices de la lumpen burguesía a la que siempre dijeron combatir.
Fue así que llegué a la UCV, uno de esos últimos santuarios de la aristocracia educativa que, junto con las Universidades Católicas y algunos otros pseudo templos universitarios, concentran (según sus dirigentes) lo más iluminado del academicismo venezolano. Al evento me acompañaban camaradas ex militantes del PCV, entre ellos el dirigente popular de Catia, José Blanco. Se planteaba como tema central a discutir: ¿Cómo construir un nuevo poder en Venezuela? Vale decir que con pulcro respeto, el Doctor en Historia y dirigente antichavista, Agustín Blanco Muñoz me invitó a participar en representación del sector chapista revolucionario, en virtud de la recomendación que le hiciera el Presidente del Partido Comunista de Venezuela y amigo personal de quien suscribe: Jerónimo Carrera. Conocí a Agustín personalmente aquella noche y me resultaba fascinante que sesenta militantes del partido reaccionario Bandera Roja estuviesen esperándome, dentro y fuera de la sala de reuniones para manifestarme su reacción ante el discurso que yo pudiera emitir. Digo que recibí este desafío con satisfacción pues nada más reconfortante que enfrentar los peligros y amenazas del enemigo, sin temores ni repliegues y siempre con la digna Bandera del Socialismo Científico.
Para aquel mes del año 2008, era reciente la quema de la Escuela de Trabajo Social en la UCV y varios de los presuntos responsables del crimen me acompañaban esa noche para enfrentarme. De modo que si de confrontar a los enemigos políticos se trataba, la mesa estaba perfectamente servida en su propio terreno. Sentí la plena confianza de plantearle al conglomerado juvenil allí presente, los conceptos fundamentales de nuestra intransigente cosmovisión socialista científica y así lo hicimos. Abiertamente elevamos nuestra bandera en aquel reducto fundamentalista (ciertamente la "boca del lobo").
Bastó desarmar a nuestros contrincantes con el veraz planteamiento de que la identidad clasista obrera es la génesis de nuestra filosofía y que ello prevalece sobre la trampa populista de las rancias cúpulas de los partidos políticos. "Burgueses contra Proletarios es el dilema de la humanidad", así se lo machacamos entre sus cejas a los muchachos fascistas y les advertimos que siendo hijos de humildes asalariados que con esfuerzo han costeado sus estudios, mal pudieran ellos sentir un mayor grado de identificación con los intereses de Lorenzo Mendoza (Dueño del consorcio Polar) que con un obrero de la construcción. Que por tanto, si en sus mentes existe conciencia de ello, la obligación histórica de la clase trabajadora es la defensa de este gobierno revolucionario y popular. Finalmente, mientras que afuera de la sala nos esperaba nuestro operativo militar para batirnos puño a puño contra una eventual guarimba, una insólita gama de aplausos y un apretón de manos con los ucevistas conservadores marcaron el cierre de nuestra presentación en tarima.