60 años de derechos humanos, solo en la declaración

El 10 de diciembre se cumple un nuevo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos que la Asamblea General de Naciones Unidas diera al mundo como guía práctica sobre aquellos derechos fundamentales que los Estados debían respetar. Cuando en 1948 la Asamblea de Naciones Unidas lanza al mundo la Declaración Universal, la Segunda Guerra Mundial y los crímenes del nazismo habían supuesto un espanto al que nadie quería volver. Sin embargo en 60 años de existencia, la Declaración de los Derechos Humanos ha sido sólo eso, una declaración. Los Estados firmantes de esta declaración y otros pactos y tratados de derechos fundamentales no han dejado de violarlos, en dictadura o en democracia. Quizás Susan George tenía razón cuando afirmó que “el capitalismo no es compatible con los derechos humanos”. En 60 años de historia, la declaración fue lanzada a un mundo que se ha erigido bajo el predominio del capitalismo. Guerras, genocidios, hambre, desocupación, han sido entonces algunas de las ignominias que ha vivido una humanidad alejada de la Declaración del 10 de diciembre de 1948.

Un balance completo sobre los últimos 60 años en materia de derechos humanos es imposible, sobre todo porque éstos, no se han dejado de vulnerar en ningún país del globo. La sanción de la Declaración en todo caso supuso una guía de cómo proteger al ser humano en aquellos países firmantes de los acuerdos internacionales. Sin embargo, los mismos países tratantes han vulnerado una y otra vez los derechos humanos de sus ciudadanos. Guerras, genocidios, hambrunas, falta de salud, hogar, empleo y educación, falta de agua potable, entre otros males, han hecho que la Declaración de los derechos humanos, sancionada el 10 de diciembre de 1948, sea solo eso, una declaración. Una declamación sobre qué hacer. Un mero sinsentido. En la realidad los Estados firmantes de la declaración han hecho poco y nada por procurar establecer un sistema en el que el eje central sean los derechos humanos, no solo las libertades civiles y políticas, sino también aquellos derechos sociales, económicos y culturales que hacen que los seres humanos podamos gozar de la vida y no sufrir por ella.

Pero a la par de la sanción de la Declaración Universal, se ha desarrollado en el mundo occidental un sistema de explotación incompatible con los derechos humanos. El capitalismo, hoy en crisis, ha sido el sistema motor de un mundo occidental más preocupado por las ganancias que por los seres humanos. Vulnerar cualquier derecho vale con tal de conseguir más y más ganancias. Al capitalismo poco y nada le importa el ser humano. El ser del capitalismo es la acumulación y por lo tanto valen como medio las guerras, las invasiones, los genocidios, las torturas, las cárceles secretas y el empobrecimiento de miles de poblaciones. Si el panorama post II Guerra Mundial era desalentador, hoy el contexto es desolador. Por citar solo algunos conflictos en los que los derechos humanos permanecen ausentes mencionamos a las guerras en Medio Oriente, allí donde Estados Unidos y sus aliados han invadido so pretexto de instalar las libertades civiles y políticas, como en el caso de Irak y Afganistán; Israel viola a menudo los derechos humanos cuando asesina a los palestinos en los territorios que les pertenecen, cuando bloquea sus fronteras y no les permite el acceso a los servicios más esenciales, cuando tortura a los palestinos presos, muchos de los cuales se encuentran sin el debido proceso; las cárceles secretas, la ignominia de Guantánamo, los vuelos de la CIA, el expolio en el tercer mundo, son solo algunas de las violaciones sistemáticas de los llamados países del primer mundo para con los territorios del tercer mundo; la desnutrición y la muerte prematura de niños por causas evitables son tal vez los íconos más evidentes de las violaciones de los derechos humanos en un mundo en el que la distribución de la riqueza es completamente desigual. Capitalismo y derechos humanos no son compatibles. Debemos darle el brazo a torcer a Susan George y pensar que mientras el capitalismo viva la carta de Naciones Unidas sancionada hace 60 años no será más que una declaración, letra muerta sobre papel mojado.

Cuando se discute la crisis del capitalismo y se piensa en refundar instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional se debería pensar en refundar el orden internacional en su conjunto, pensar en una globalización humana, que piense en las personas y en una Organización de Naciones que de verdad tenga el peso suficiente para hacer cumplir la declaración de derechos humanos proclama en 1948. Se necesita cambiar todo el orden internacional imperante para poder comenzar a pensar en que los derechos humanos puedan ser algo más que una declaración. En este sentido mientras no se busque poner fin al capitalismo y su ambición acumulativa, los derechos humanos seguirán estando ausentes en los Estados firmantes de los tratados. De nada valen ya las declamaciones y las declaraciones cuando leemos en los informes que casi 1000 millones de personas están desnutridas, o que un tercio de la población mundial no tiene acceso al agua potable. De nada vale la libertad de los seres humanos para transitar libremente si la inmigración es estigmatizada, atacada y vilipendiada en los países donde dicen respetar los derechos humanos. Aquí la hipocresía europea que celebra los 60 años de la declaración y es uno de los principales continentes donde los derechos humanos no pasan de ser una mera declamación, tanto al interior de sus fronteras como en sus vínculos con los llamados países del tercer mundo.

Concluyendo, no caben dudas que hoy la humanidad no tiene nada que celebrar. Tener una guía que nos obligue a pensar en los derechos humanos es altamente positivo, pero de nada sirve si tales derechos no son respetados. No existe un solo país en el globo que respete la totalidad de estos derechos, y no puede existir simplemente porque como ya he afirmado, el capitalismo que hoy nos gobierna como modo de producción es incompatible con los derechos humanos. Por lo tanto, si queremos pensar en que la utopía de vivir en un mundo donde todos podamos gozar de los plenos derechos fundamentales es posible, debemos organizarnos para transformar el mundo, sus instituciones, sus Estados y en definitiva reemplazar el modelo de globalización que se nos ha impuesto después de la Segunda Guerra Mundial. De lo contrario seguiremos evocando aniversarios de la declaración de los derechos humanos como quien celebra el cumpleaños de un personaje de fantasía. La humanidad reclama el cambio urgente. El camino es arduo y será penoso. Pero el destino del mundo lo necesita. La urgencia es aquí y ahora. El resto solo declaración.

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