Teníamos un año sin vernos, Barrabás llega al Hotel Alba y merodea por los pasillos a la espera de que lo ubiquen en alguna habitación. Nos encontramos en la IV Feria Internacional del Libro, Filven. ¿Quién lo podía pensar, verdad Barrabás, tú en el viejo Hilton, después de vivir años bajo los puentes, de correr por los barrios y cerros de Caracas buscando una “concha”? ¿Quién lo puede creer, verdad Barrabás, tú que recorriste todas las cárceles de Venezuela, maestro en el arte de la fuga, experto en el lance abierto con los “tombos” en cada calle, en cada plaza o esquina? Allí en el Hotel Alba que ahora es para que se ubiquen los pobres, el lumpen, los desplazados de todos los tiempos.
Venía Barrabás de San Juan de Los Morros donde reside, con su carga de libros, entre caminos abiertos como los vientos que corren por lo llanos; ya Barrabás no es el “Enemigo Público Número Uno de Venezuela”. Barrabás escribe, dicta talleres, desata sus innatas habilidades artísticas en el teatro, en el cuento, en la artesanía. Esta entrevista fue realizada el 12 de noviembre de 2008, en medio de las actividades de la Feria Internacional de Libro, en Caracas.
- JSR: ¿Todo el mundo te conoce como Barrabás, pero cuál es el nombre completo con el te presentaron tus padres?
BARRABÁS: Mi nombre oficial, digamos, es Pedro Rafael Serrano Toro. Me dicen Barrabás.
-¿Qué edad tienes?
- Tengo setenta y un años.
¿Cuéntanos, dónde naciste?
- Nací en Caucagua, Estado Miranda; pero tengo cuarenta años viviendo en San Juan de los Morros. Soy una especie de híbrido estadal mitad guariqueño mitad mirandino.
¿Cómo fueron esos accidentes en tu vida, tu naciste en una familia pobre?
- -Terriblemente marginal, el propio lumpen como dicen. Sí, nací en una familia demasiado pobre, tuve que venir a Caracas, me trajeron a la edad de nueve o diez años, entonces comenzó mi vertiginosa carrera. Es el medio el que crea al hombre, el que hace al hombre. A mí me hizo el medio.
Esos primeros encontronazos con tus problemas, con la ley ¿cómo comenzaron?
- Mis primeros problemas con la justicia comienzan por hambre; éramos cinco hermanos, mi madre cae enferma por asunto de los pulmones, era la que frenteaba con la máquina de coser, mi padrastro se perdía: cobraba los sábados y se iba a jalar caña por ahí; llegaba a la casa sin un real, mi mamá era la que se encargaba de la casa; entonces me toca a mí, porque yo era el mayor de los varones, aunque tenía una hermana mayor que yo. Mi vieja siempre me decía: “tú eres el hombrecito de la casa”, y me tocó buscar la vida para alimentar a mis hermanos. En ese entonces, con doce o trece años, yo tenía que ir al basurero de Flor de Manzano a disputarle las cosas a los zamuros.
¿Cuándo cometes tu primer grave delito, y te agarra la mal mentada “justicia”?
- En mi primer grave delito, no me agarraron, por cierto. Fue, que precisamente en esa pasadera de hambre me dijeron: mira vale, si te vas a las Palmas el panadero viene y deja el pan, la leche, y ya no pasarás hambre. Me robaba el pan, me robaba la leche, y me tocó también ir al mercado a buscar verduras; con una navajita yo picaba, e iba desechando la que estaba mala. Con la verdura que uno conseguía en la basura, con eso nos manteníamos. Bueno, un día de esos me agarraron robando verduras. Desde entonces fui considerado un “antisocial”, el Enemigo Público Número Uno por las autoridades. Le di mucha lata a la policía. Me los vacilaba.
¿Pero sí te encanaron de chamo, entonces? ¿Cuál fue la primera vez que te metieron en la cárcel?
- Me metieron, por asaltante de motorizados. Fui de los que puso de moda eso del arrebatón de carteras. Yo lo puse de moda: aquí en Caracas. Por andar en esa especialidad delictiva me agarraron una vez y me metieron preso. Fue la primera vez.
¿Y en dónde te metieron, en qué lugar?
- De repente como era un muchacho me llevaron al Retén de Menores, porque no había cumplido los dieciséis. Me llevaron al Reformatorio.
¿Y como fue esa primera experiencia allí, sufriste heridas, serios encontronazos, trataron de violarte, hubo algo de eso?
- No. En la prisión, claro había peleas como es normal; para tú darte a respetar, es necesario restearse.
¿Te convertiste en un líder dentro de las cárceles?
- Bueno, sí, una especie de líder, porque para sobrevivir ahí, en esa ley de la selva, restearse es sabroso. O sea, que a uno lo enseñan a convivir con Dios y con el diablo. Yo me jacto de decir así, con Dios y con el diablo, con los dos tenía que llevármela bien por cuestiones de supervivencia.
¿Tú te acuerdas de aquel libro “Soy un delincuente”?
- Sí, de Brizuela. Yo conocí a Brizuela en la Cárcel Modelo. Me dijeron que había muerto en un atraco en Barquisimeto.
- ¿Y ese libro fue verdaderamente escrito por Brizuela?
- Sí, verdaderamente me consta que él lo escribió; claro, hubo unos asesores que se lo arreglaron gramaticalmente. Tenía la historia magra, no tenía consistencia gramatical, lo mismo Alfredo Alvarado, el Rey del Joropo, sí, Edmundo Aray le hizo su libro.
¿Cuéntanos un poco de todas las cárceles que recorriste?
- -Estuve en el Retén de Menores, en Petare, en San Juan de Dios, en el Instituto de Orientación los Teques, en la Culebra, en el Instituto de Adaptación de Tacarigua y en la Penitenciaría San Juan de los Morros; ésa fue la última cana, como dicen, fue ahí en San Juan de los Morros. Estaba yo condenado a treinta años, me terminaron echando veintisiete.
- ¿Pero tú trataste de matar a alguien o mataste a alguien?
- Bueno, homicidio, maté a un hombre en un atraco, no quería hacerlo, pero esas son cosas, sabes, que pasan. Yo doy charlas sobre previsión de la delincuencia y una de las cosas que yo manejo es decirle a las personas que “el delito ceba o enseba “ o sea, te robas cincuenta bolívares fuertes hoy, entonces mañana quieres cien y después doscientos; el delito te lo perdonan ahora, lo que el delito no te perdona es que agarres una arma de fuego y que tarde o temprano te matan a ti o tu matas a uno; esa es una realidad objetiva, aquí hace como tres meses tuve la oportunidad de encontrarme con un doctor en la Plaza Bolívar, por ahí entre la Gorda y la otra cuadra: “cónchale vale que chévere, cónchalo, encantado de conocerte; es un placer conocerle, a un tipo como tú, eres especial”. El hombre me tenía un poquito pichaquiao, que hasta me molestaba: “es que no tiene porque disgustarte, yo sé que esto te disgusta… pero no te disgustes, porque tú sabes que es así, ¡tú fuiste enemigo público número uno, el único que queda con vida que yo conozca. Yo quiero ver a Chávez, me acercó ahí, aunque sea lo veo en el carro, pero lo veo, ¡pero un individuo como tú! Porque los enemigos públicos no se consiguen así mismo…”, entonces ese, realmente me ponía incómodo porque me alababa mucho.
¿Cómo fueron esas circunstancias del crimen, en el que matas a ese hombre?
- Yo fui únicamente a quitarle su dinero y en la defensa, él al tratar de quitarme el arma,… mira, yo cargaba un revolver, fui a asaltarlo, a quitarle su dinero. Recuerdo que cuando yo iba a hacer un atraco me persignaba y decía: “no me dejes matar a nadie”; no era ese tipo de delincuente, por lo menos asesino; no, no vale, nada de eso. Eso fue de violentación, tuve ese desenlace porque verdaderamente si yo no lo hago, él me mata. Se me vino encima y me agarró la mano donde tenía el revolver y comenzamos a forcejear, y llegó el momento donde me agarra la mano; ya eso era un atentado, si él me quita el revólver me mata. Ahí fue donde me amotiné, bueno, iba a perder la vida, entonces me le desprendí como pude después que me golpeó, y entonces se paró en la puerta Santamaría y agarró una tijera; yo le había quitado unas prendas, y me las saqué y se las tiré; le dije “déjame salir , vale, déjame salir…”, porque yo me estaba quedando atrapado; él se apoderó de la puerta, y le volvía a decir: “déjame salir, vale”; le tiré como dije lo que tenía lo que le había quitado, le monté el martillo al revolver y fui avanzando, avanzando,… fui avanzando: es que no podía quedarme ahí, entonces el hombre me amarró con la pierna derecha y como era zurdo me traía dominado con un tijerazo.
- ¿Mucho más fuerte que tú?
- Tenía treinta y tres años, había estado en la batalla de El Alamein, figúrate tú, nada menos; un veterano de guerra completo, paracaidista de la “misión arieta”; había estado con Musolini, peleó al lado del mariscal Rommel en el desierto; él quiso quitarme el arma simplemente, si yo dejo que me la quite me mata; yo me amotiné como te digo, y entonces preferí la vida mía antes que la suya. Yo por lo menos lo estoy contando.
¿Y por eso te condenaron a treinta años de cárcel?
- Treinta años por homicidios, porte ilícito de arma de guerra, resistencia a la autoridad, fuga, lesiones personales, agavillamiento...
¿Luego te meten en el penal de San Juan de los Morros?
- En la Cárcel Modelo primero; pero antes me agarran en una balacera, donde participó el comisario Gonzalo Virón, para ese entonces inspector; por eso lo ascendieron a comisario, por esa cuestión de esa balacera en Nueva Granada contra mí que fue una balacera violentísima
- ¿Eso fue en qué año?
- Eso fue el 3 de mayo de 1961.
¿En esa balacera te agarran y hasta ahí dura tu experiencia aventurera?
- Hasta ahí llega mi experiencia aventurera porque me llevan a la Cárcel Modelo y trato de escaparme, porque yo siempre fui muy listo para escaparme, tengo un rosario de escapes.
- ¿En qué consistió esa habilidad?
- Audacia, audacia.
¿Te presentabas en la puerta, te hacías el loco, cómo si estuvieras haciendo una visita a alguien, y luego te pirabas?
- Una vez me escapé de Los Dos Caminos, de un retén. Yo llego, entonces había un cabo, recuerdo, no sé por qué me tenían ahí; era por algo que tenía que ver con el orden; el muchacho que ponen de vigilante era un cabo expreso; llegaban y le daban un encolchado de cuero para que pusiera orden, entonces el hombre se va, y no hay quien ponga el orden. Yo estoy hablando con un muchacho, veo que el policía me dice: “¡Epa tú!” Yo volteo, y continúa: “sí, tú mismo, ¿quieres ser cabo expreso aquí un momento? Venga, agarre eso”, y me da el encolchado. Y dice: “usted aquí va a poner orden”. Yo me tomé mi cuestión muy a pecho; al siguiente día apareció el cabo, vio eso limpiecito, la cama bien tendidita, y me dice: “coño esto parece un cuarto de monjas”. Ese cabo fue el que me puso el nombre de “Barrabás”
- ¿Cómo se llamaba el tipo? No recuerdo.
- Pero qué raro ¿era un policía?
- Si, entonces, porque él me veía que yo tenía los ojos hinchados, morados la boca partida; igualmente había otros que tenían la boca hinchada y partida; él me decía: “este negrito es más malo que Barrabás.
- ¿Y te escapaste?
- Correcto, el escape era tener acceso a la puerta
- ¿Tu te ganaste su confianza?
- Llegar a la puerta, al tú llegar a la puerta fui cogiendo la confianza.
¿Mira Barrabás, en cuánto a la droga, tú te metiste con ese tema de la droga, la traficaste, la consumiste?
-Consumí sí, en la cárcel. Llegué fresquecito y listo para la pelea. Ingresé con una fama en la prisión, “Enemigo Público Numero Uno”. Eso bastó. Entonces había tipos que me querían quebrar para luego salir por allí pavoneándose y diciendo: “Yo quebré a Barrabás”, pero que va: una cosa es lo que piensa el burro y otro quién lo cabalga. Tuve la suerte y la oportunidad de salir vivo.
¿Mira y qué tipo de drogas consumías?
Había para ese entonces, mandrax, marihuana, barbitúricos, seconal sódico
- ¿No le metiste a la huele pega?
- Eso de huele pega, comienza a salir en la década de los sesenta.
¿Mira Barrabás, por qué te pusiste a escribir?
-Por necesidad, por la mera necesidad. Yo soy el acabado de una intoxicación de libros que he podido adaptar perfectamente a mis zapatos, de mis experiencias vitales y visuales.
¿Qué libros importantes leíste tú, que te impactaron, que te impresionaron?
-Mira, “La madre” de Máximo Gorki” fue uno de los libros que más me impactó. Otro que me dejó un efecto positivo fue “Así te templó el acero” de Nikolái Ostrovski. Yo leía novelas de vaquero, novelas sobre FBI y novelas de Corin Tellado, una a cada rato. Hubo un “ñángara” allá, que me dijo: “¿leíste esto negrito? Me quede impresionado, me lo calé completito y me lo volví a calar, entonces yo emocionado hablaba sobre el libro.
¿Y dijiste: ¡yo voy a escribir uno!?
- Bueno, tenía que prepararme primero, porque no tengo academia; tenía que intoxicarme de libros, el propio autodidacta leyendo a los rusos, a los franceses, norteamericanos, de América del Sur, de América Central, hasta de África, es que no hubo libros que no leyera.
¿A que edad aprendiste tu a leer y a escribir?
- Aprendí temprano a leer y a escribir, mi mamá me llevaba a la escuela, pero yo me escapaba, era muy inteligente.
¿Cómo a los doce años aprendiste, o antes?
- Antes de los doce.
- ¿Aprendíste a leer tú solo?
- Yo me acuerdo que cuando la Segunda Guerra Mundial estuve en una que otra escuela. Durante el apogeo de esa guerra yo leía los periódicos y me provocaba leerlos porque me gustaba el tema sobre la guerra.
- Pero tú eras un chamito para esa época.
- Sí, pero me acuerdo cuándo yo leía los titulares de los periódicos.
¿Qué edad tenías cuando mataron a Delgado Chalbaud?
- Tenía trece años.
¿Estabas preso?
- No, para ese entonces no estaba preso, estaba muy verde todavía.
¿Y cuándo tumbaron a Pérez Jiménez?
- Yo estaba preso en la Cárcel Modelo de Caracas; estaba allí por asaltante motorizado.
- ¿Te agarro la Seguridad Nacional?
- Me tenía ya pillado como atracador, arrebatador. Me metieron en una camioneta una vez para matarme y me dijeron: “baja de la camioneta”; y que va, yo no me bajé. Pero eso lo hacían para asustarme, porque yo me digo, si me querían matar, sencillamente me matan.
- ¿En la época de Betancourt, no te interesó afiliarte al Partido Comunista? ¿No te interesaba la revolución cubana, Fidel Castro?
- Escuché, creo, que el día ese que Fidel estuvo en Caracas, le robaron el fusil.
¿Quién le robo ese fusil?
- Eso no se supo nunca, eso era cuando Fidel estuvo en el Silencio
¿El cargaba su fusil?
- Si, el protocolar.
¿Mira, tú tuviste contactos con la guerrilla?
- No. Más bien quería apuntarme ahí. Si yo salía de la cárcel, y me lo propusieron, era para meterme en la Unidad Táctica de Combate, para realizar atracos; me gustaba esa idea. Para irme a la guerrilla me buscaron muy tarde. Yo había caído preso, ya estaba jodiendo, me buscaron muy tarde para eso.
¿Quién trató de contactarte?
- De ahí mismo, yo ya había estado preso con gente ligada a ellos.
- ¿Eso del crimen que cometiste fue en 1961?
- Sí, eso fue en los carnavales del sesenta y uno. El 3 de mayo del sesenta y uno, me agarraron.
¿Te gusta el bonche, el baile?
- Dentro de la cárcel, me descubrí muchas habilidades. No todo fue negativo allí; en el hampa fui creativo con dos cojones, pero creativo parejo, pero ahora sí tengo una creatividad madura, ahora sí tengo una creatividad como cultor.
¿Tú conoces al poeta del Pueblo de San Juan de Los Morros, Felipe Rodríguez?
- Sí, como no
- ¿Qué te parece ese poeta?
- Me parece muy bien, porque allá la gente lo tienen como un loco. Y el asunto es que el poeta Rodríguez está loco porque es pintor, es múltiple, muy creativo; el hombre se la pasa es trabajando. Yo pienso que uno de los artistas qué más trabaja es Rodríguez, horas pintando, horas escribiendo
- ¿Y lo has visto declamar?
- Si, ¡Qué memoria! Si, siempre esta innovando sus coplas, sus versos, muy conocido en el pueblo. Sí, quién no conozca al poeta Felipe, no conoce a nadie, que buen camarada.
- ¿Tú también conociste al escritor guariqueño Argenis Rodríguez?
- Si, claro vale; hasta me entrevistó una vez, él trabajaba en una revista y me hizo una entrevista, para esa revista que quedaba por allí por Santa Rosalía ¿Autentico o Z?
- ¡Perdón! “Z”. Sí, me hizo tremenda entrevista.
- ¿Tú te echaste los palos con él?
- No, en San Juan de los Morros nunca me eché los palos con él, aunque me hubiese gustado. Qué bueno, el hombre era muy dostoyieskiano; él amaba Dostoyeski; ahora no se qué conclusión tuvo con los románticos alemanes como Holderlin, o con Von Kliest; poetas que fueron trágicos, todo lo contrario de Federico Niestzche que logró no subirse hacia arriba, sino todo el tiempo pisando con los pies sobre la tierra. Sí es verdad: Argenis era demasiado grande para este mundo, el terrenal, que era poco para él. Pensaba más alto, se fue arriba, arriba, se desprendió, ¡que bien! – que, tú también conociste a esos personajes.
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