De regreso a mi terruño natal, alejado de la ruidosa ciudad de Caracas y en celebración decembrina, me encuentro con las gotas de petróleo una vez perdidas. Fue bien gratificante saber que al Señor Antonio, residente de aquel caserío rural del Cortijo, alejado de aquel pueblo grande había sido beneficiado entre los 1.289.320 pensionados que ha logrado la revolución bolivariana hasta el 2008, cifra que representanta un importante esfuerzo si recordamos que para el año 1998 teníamos solo 387.007.
Luego de allí me detuve por un instante en el camino para percatarme que el viejo liceo de techo de zinc, sin mobiliario ni pupitres, donde di mis mejores clases en el suelo con mis estudiantes en el año de 1997 había sido demolido y en su lugar, la construcción del hermoso liceo bolivariano Tucutunemo de dos pisos, con canchas, comedor y toda muestra de dignidad para aquella noble población campesina del estado Aragua. Las cifras lo dicen todo para el que quiera leer. En el año de 1999 se invertía el 3,38 del PIB en materia de educación; ya para el año 2007 la cifra andaba por 5,43 del PIB sin contar a las misiones educativas. Esto se traduce en 4.055.136 de estudiantes que gozan del Programa de Alimentación Escolar. Por otro lado entre 1999 – 2000, contábamos con 1.156 escuelas y que para el año escolar 2006 – 2007 ya la revolución había construido 5.641. Con respecto a la matricula, el intento de privatizar la educación ha sido revertido pasando de 271.573 en el año escolar 1998 - 1999 a 1.132.041 estudiantes para el 2006-2007.
La negación de todos los derechos sociales y la condena del niño en edad preescolar eran totales en Venezuela. No había ni siquiera política de Estado para atender a esta importante población antes de la llegada de la revolución. Con el proyecto Simoncito empezamos atendiendo 29.694 estudiantes en 26 instituciones que pasaron a una matrícula de 62.288 atendidos en 388 planteles para el año escolar 2006-2007.
Hablando del derecho a la educación en esta Venezuela ganada al estudio, pasamos de 676.515 personas insertas en la educación superior en 1997 a 1.796.507 para el año de 2007. Por cierto, Fundayacucho, institución que en un tiempo fue burocratizada y dirigida a un pequeño sector llegó a 87.876 becas otorgadas hasta el 2008 superando con creces las 2.124 que se entregaron en 1998.
De eso se trata la revolución. Sobran los números y faltan palabras para verificar los avances que estamos obteniendo en apenas 10 años. No ha sido fácil, hemos luchado nada más y nada menos que con un imperio que tiene sus tentáculos metidos en las venas de un sector privilegiado que con sus intentos de desestabilización, han fortalecido la capacidad de un pueblo a resistir. Ese imperio que chantajea, manipula, interviene y utiliza a los medios de comunicación para someter al ciudadano. El mismo que nos dio un golpe de Estado aquel 11 de abril, un paro petrolero; aquel que nos sembró paramilitares y que clandestinamente acaricia el sueño del magnicidio.
Aquí lo que está en juego no es a un hombre; es un proyecto, un proceso y una esperanza. Es una ventana hacia la universalización de los derechos. Una oportunidad de lucha hacia la justicia y la igualdad que pregonan tantos tratados internacionales y múltiples cumbres de Jefes de Estado engavetados en el concierto de la indiferencia y la hipocresía. La revolución no la hace un hombre sino un pueblo, pero el punto es que nuestro líder ya no es el mismo como persona sino que encarna las miles de voces de los que enmudeció el capitalismo con su egoísmo. Esas voces no suenan resentidas sino dominadas y castradas. Ha nacido la esperanza y sobre todo la conciencia. Bolívar y los fundadores de la patria ya no son una utopía; son el camino por donde desde hace 10 años andamos. Han vuelto las sonrisas, hay menos niños con hambres y mas papagayos volando. Podemos ver más morrales en las escuelas y hay a donde ir cuando la fiebre y lo viral nos atacan. No solo atención médica, sino medicamentos, exámenes y humanismo alcanzado por la Misión Barrio Adentro en todas sus formas. Sin duda alguna el 15 de febrero nos jugamos la Paz, no porque seamos violentos sino debido a que se acabaron las lagañas en nuestros ojos que no nos permitía ver la luz que entraba en la ventana de la patria. Y por ello bendecimos la esperanza en el de a pie, en el de sin dientes pero con historia y dignidad. Es gratitud, esperanza y amor Comandante lo que usted nos ha sembrado y con usted construiremos la patria y le acompañáremos hasta que el proceso lo diga. Diez años de resistencia, unidad, batalla y lucha compartida con el SI.
(*) Prof.
Caracas