Cuando el océano subsiste lejanamente y no permanecemos tan cerca de sus bordes. Cuando nos hallamos obligados por los vistazos traviesos de tantos infantes hambrientos que ni un juguete blanden debajo de sus dedos y sin el sabor de un caramelo. Cuando la bajeza llena paginas de oscuridad. Cuando ya no bufa la corriente ni las montañas asustan.
Cuando la pendiente no persiste y ni los astutos perros velan el frente de sus casas para perseguirte. Cuando las ollas del café y las caraotas quemadas, tomadas calientes de las manos de los viejos nos enseñan que ni el fuego más cruel arde y que el aguante es la época que sincera la subsistencia.
De los que están hechos de plata, o quizás, los que ya su cabeza es de madera. Hoy los plazos de los tiempos difuntos resurgen en los desiertos del polvo. Las litorales de piedras y las travesías de fango malgastadas con un hálito de aura recuerdan cuando el mar transitó hace miles de años.
Tú casa, tú rancho de paja, tejalit o sencillo cinc oxidado con huecos, dobladas sus puntas, traspasado por el humo de la estufa a leña. Humo suave que nada lo detiene, ni apariencia lo ataja, cede hasta el carro blindado, baña y purifica a los inseparables, hasta a los que no han sido de nosotros.
Época que engancha en rencores, interna a necesitados en su rencor por desanudarse de la carencia, del mal del hambre, ansias, del que no te habla ni puede perderte de vista o huele. Tú, perdido en los mapas confeccionados siendo niño, joven, adolescente, adulto y luego viejo.
Extraviado en tus cartas, distraído, atrapado por el sonido de un pájaro encantado con su encantadora tonada. Ido por aberturas estrechas y ásperas entre montañas, arroyos o riachuelos que corren por aquellas quebradas que bañaron tus sueños rodeados de musgo, tierra, gigantes piedras que se movían y se forraban de lana, troncos de árboles magnánimos, quebradas sus puntas o sus raíces hacia el aire.
El hollín bautizando el recuerdo de tantas esferas. Delirando con el despedazamiento de los valles perdidos desde cualquier camino, solo acompañado por las animas que abrigan el tiempo de tus caminos.
Luego puentes que ya no volverán a cruzarse y tejer junto a Penélope todos los sueños, ganas y hasta el abandono y la pena.
Como viejo sentir la fuerza de un veterano compañero de la brisa en los años, caminando experiencias, cantando historias y recordando con bromas sentimientos abandonados sin ternura.
Así,
te ve tu pueblo, “Contigo Comandante”, esté es el sueño y el destino
Por Ahora….