No es casual que el virus de la gripe AH1N1 haya atacado en países como México, Ecuador, Perú y Colombia, que tienen tratados de libre comercio con el imperio.
Es pública la información acerca de la penosa situación económica que atravesaban las empresas farmacéuticas que producen los medicamentos conque se tratan las víctimas del virus y se vacunan los temerosos a contraerlo, la cual se revirtió con el boom publicitario de la gripe “porcina”, el contagio de numerosas víctimas en México y la diseminación, en menor cantidad, de la enfermedad en otros países, preferiblemente los que tienen TLC con EE UU y en los que tienen un régimen neoliberal, lo cual es un paraíso para la explotación capitalista a la humanidad.
¿Se trata de un castigo divino por haber hecho pacto con el diablo?
De ninguna manera. Es que en esos países la creación de una epidemia real, como en México, o virtual, reforzada con unos pocos casos reales, como en los otros, es una estrategia de marketing, un jugoso negocio que ha permitido la recuperación de esas enormes corporaciones farmacéuticas en plena crisis sistémica del capitalismo.
Es que en el capitalismo la enfermedad y la muerte son negocio.
En Brasil, potencia emergente que tiene millones de personas viviendo por debajo de la línea de la pobreza en precarias condiciones de vida e higiene, con las defensas bajas por la desnutrición; en Venezuela, donde la gente es extremadamente sociable y se saluda de besito en la mejilla como en la TV; y en Cuba, por el contrario, no hay gripe H1N1 y no se debe solamente a las medidas estrictas que se tomaron en los aeropuertos para impedir el ingreso de pacientes contaminados, a las medidas sanitarias que los gobiernos responsablemente asumieron, ni a los rezos de las abuelitas para impedir el contagio, aunque todo eso ayuda.
Es que en nuestros países, en caso de ocurrir epidemias, las corporaciones farmacéuticas temen que los gobiernos declaren las patentes como de utilidad pública y las expropien para fabricar los medicamentos y distribuirlos gratuitamente entre la población; de manera que a quien deliberadamente y para hacer negocio diseminara virus en nuestros países le podría salir el tiro por la culata.
Es una cochinada lucrarse con el sufrimiento de la humanidad, tal vez ese hecho haya originado el publicitado nombre de “gripe porcina”, que no tiene nada que ver con los cerdos que son sacrificados para que la gente viva.
Abstenerse de firmar TLC con el imperio y otorgar las patentes con criterio patriótico y humanístico son la mejor vacuna contra ese y muchos otros males artificiales que producen ganancias a los depredadores de la humanidad.