El juego nefasto del antiterrorismo

¿Por qué rebotaron del aeropuerto de Maiquetía para devolverlo en un vuelo directo a París a Walter Wendelin, militante del movimiento de liberación vasco (nación que en su idioma denominan EusKal Herria), de nacionalidad alemana, sin ningún asunto pendiente con justicia alguna, justo a su llegada a Venezuela proveniente de México, previa visita a las oficinas de la Disip en el Helicoide?

 Este caso ocurrido hace apenas unos días demuestra hasta qué punto en los tiempos de hoy es totalmente inútil seguir hablando de soberanía, de independencia, plantados en una vieja lógica de estado-nación que por obligación y necesidad de reconocimiento hace parte de un sistema mundial de poder ya cerrado alrededor de los intereses del sistema financiero y las grandes corporaciones transnacionales, incluidas los bestiales intereses de la industria mundial de guerra liderizada por EEUU.

Esta suerte de rendición frente al amo que representa tan absurda expulsión tiene sin embargo su razón de ser dentro de la historia de la política internacional del actual gobierno: diez años atrás el que para entonces será el nuevo presidente de Venezuela, Hugo Chávez, hombre que sólo hablaba de una revolución que profundice la democracia, la participación popular y acabe con el viejo sistema de élites políticas dominante por 40 años en nuestro país, a pesar de su moderación ideológica aún así se atrevió a promover una política frente al conflicto colombiano que hace unas décadas o al menos antes de la segunda guerra mundial, era totalmente normal y admisible dentro del mundo de entonces, cosa que es inadmisible en el mundo de hoy: darle reconocimiento a las partes en conflicto dentro de una situación de guerra interna y de esta forma situarse como “tercer factor” que favorezca la apertura de un proceso de paz. Pues bien, aquel reconocimiento que hizo Chávez a las FARC y el ELN como fuerzas legítimas dentro de un conflicto ya legendario, además de un acto tradicional de soberanía, fue el primer gran pecado de este gobierno frente al sistema internacional constituido. Todas las ratas saltaron y comenzó uno de los primeros ataques combinados desde fuera y desde dentro contra el gobierno de Chávez; la década genocida de los dos mil apenas comenzaba.

Queda desde entonces “marcado” este gobierno como “promotor” del terrorismo dando lugar a una serie acusatoria y continuada que dura hasta hoy. Pero todavía la situación para el año 2000 aún no había llegado a su punto decisivo dentro del orden global. Tal punto se inaugura con el ataque a las torres gemelas y la invasión seguida a Afganistán. Se produce para entonces un corte histórico que cristaliza el orden dominante mundial entre democracia y terrorismo, estados parias y estados obedientes al orden mundial, es decir, estados fuera o renuentes al orden imperial global y estados ya sometidos por completo a él jugando su respectivo papel de “regiones autónomas”, mas no soberanas, dentro de esta federación global garante del orden mundial capitalista. Luego de una transición de diez años (1991-2001), después de la caída de la URSS, finalmente se logra crear un nuevo código mundial de dominio bajo la égida de los grandes estados imperiales del norte del mundo, desde China hasta los EEUU, que a su vez compiten internamente por la hegemonía del gran imperio desterritorializado. Código absolutamente caótico que le permite a los halcones de Bush ejecutar a placer la invasión Irak fuera de cualquier legalidad propia de la era de la guerra fría, la ONU, etc. Paz vigilada al obediente, guerra al disidente activo, el G8 queda como el buró mundial de mando. Código que tendrá su primera formulación legal en las respectivas leyes antiterroristas que todos los estados obedientes estarán obligados a aprobar.

Posterior a este punto decisivo nuestro gobierno comienza a dar los primeros pasos en retroceso que sólo se harán evidentes en los años siguientes. La historia va poco a poco acompañada por una agudización de todas las formas de chantaje político hacia Venezuela: los golpes de estado del 2002 y la conspiración en general en buena parte tenían que ver con este “desvío” original prototerrorista en la política frente al conflicto colombiano (“comunista” en los viejos lenguajes) del gobierno, absolutamente inaceptable. Comienza entonces un proceso muy complejo y curioso donde, luego de muchos titubeos, a partir del 2003 aparentemente se avanza en un proceso de radicalización ideológica por parte de Chávez que con los años terminará componiendo toda una síntesis programática apodada “socialismo del siglo XXI”. Para llegar hasta allí lo primero que hará el presidente Chávez es declararse “antimperialista”. Así se inaugura como un gobierno claramente de izquierda que en principio, al menos en los tiempos de la guerra fría, habría implicado una clara identificación con los movimientos insurgentes y anticapitalistas, incluidos aquellos que asumen la lucha armada. No obstante la cosa no va del todo por ese camino. La presión internacional y sobretodo la aparición de una élite burocrática que empieza a acostumbrarse a saborear los gustos de su poder y las cuentas millonarias -y que por tanto no quiere mayores problemas con los amos del mundo- , terminan dándole vida a una doble expresión política de gobierno cada vez más antagónica una de otra.

Por un lado promoverán vía mediática y discursiva un abierto radicalismo virtual que tendrá sus efectos en una inmensa nubareda de símbolos y significados entrelazados que decantan en todo un botadero de declaraciones, programas de opinión, documentales, foros, encuentros internacionales, líneas editoriales, etc, que reviven si se quiere un viejo imaginario de izquierda, por cierto cada vez más ortodoxo y “leninista”, que también tiene sus razones pero que no vienen al caso. Esta línea será reforzada en el campo internacional por una política integracionista de inspiración bolivariana que llegará hasta la creación del ALBA, UNASUR  y las diversas integraciones energéticas a nivel continental. Pero por otro lado, abiertamente o “bajo cuerdas” empezarán a ocurrir una serie de cosas aparentemente incomprensibles que enloquecen la conciencia de muchos. Siguiendo los parámetros de obediencia global la Asamblea Nacional “rojo-rojita” aprobará una ley antiterrorista, calco y copia de la nueva legalidad imperial. Acto seguido, comenzará una cadena de expulsiones o extradiciones de militantes refugiados que por acusación externa estarían ligados sobretodo al ELN y las FARC (también el caso de militantes vascos con años de vida en nuestro país) que ya supera el centenar de compañeros –si no más, hasta donde sabemos-, número que sigue aumentando. Es una política que supone en lo concreto un abandono total de la posición soberana tomada hace diez años frente al conflicto colombiano y un paso o “prueba de obediencia” al nuevo código mundial de dominio ¿se explica?. Siguiendo esta línea vendrán las famosas declaraciones de Chávez en contra de la lucha armada no sólo en Colombia sino como postura política genérica. Correlativamente a ello las políticas de integración serán vistas cada vez más desde un punto de vista de estado, acompañadas por movimientos sociales que juegan el papel de meretrices de buen comportamiento. Se abre sin embargo un vago llamado a la formación de una “V Internacional”, ¿pero cómo es eso una “internacional” que no reconoce movimientos armados y sólo admite a las “izquierdas permitidas”?...pobre Lenin, pobrecito el Ché. ¿Será por razones como esta que Muller Rojas en su despedida de la política y del PSUV acusa la política internacional de gobierno de “nacionalismo pequeño burgués”?.

Se entiende entonces que el retroceso en la práctica es cada vez más profundo independientemente de los radicalismos discursivos. Y no por esto estamos pidiendo un “verdadero gobierno de izquierda” que haga renacer la Cuba de los sesenta y setenta. Eso hoy en día es una ilusión absurda. El problema en que nos encontramos es que este gobierno haciendo uso de una herencia, una memoria, un ideario sagrado de lucha, a la final no deja en claro su propia situación colonial y no se explica a sí mismo y públicamente dentro de las nuevas circunstancias históricas que vivimos a nivel global. Nos lleva a revivir nostalgias propias de las viejas y desaparecidas soberanías nacionales, pretende mentirosamente bajo una suma interminable de declaraciones de que es perfectamente posible armar una isla de soberanía llamada “Venezuela” que a la final termina en tragedias o en vergüenzas terribles como esta absurda y cobarde expulsión de Walter Wendelin del territorio nacional (ni hablar por cierto de otros terrenos más suntuosos como son las concesiones petroleras, los acuerdos mineros con la “mafia rusa”, etc). Los propios movimientos sociales de lucha terminan por igual cayendo en esta ilusión vendida, avanzan contando con una supuesta solidaridad de gobierno, para luego salir reventados y con las tablas en la cabeza, sin entender nada de lo que está pasando y a la final morir callados, antes por el chantaje de ser contrarrevolucionarios ahora por una fe ciega que no se sostiene ni a si misma.

En fin, la expulsión de este militante internacionalista es una verdadera vergüenza frente al movimiento internacional de lucha para quienes hemos apoyado el proceso revolucionario y el gobierno. Pero antes de morir callados o en la impotencia entendamos un poco dónde estamos parados y afinemos estrategias a la altura del mundo que vivimos y no de viejas ilusiones. Primero entendamos una cosa frente al asunto vasco. Este movimiento de liberación es el último gran bastión de resistencia en Europa donde además sobrevive una expresión armada de la misma (“por ahora” el único movimiento armado en Europa de cierta relevancia). Para el imperialismo europeo es cuestión de honor aplastar esta última expresión lucha al menos de los viejos tiempos propios de la lucha por la liberación nacional y para ello han establecido un estado policial, de persecución internacional y de represión bestial. El gobierno venezolano no va a hacer nada en contra de ello, por el contrario, ya ni siquiera es el silencio evasivo. Las declaraciones hechas en conjunto con el gobierno español de lucha a fondo contra el terrorismo, sin ninguna razón otra que no sea el miedo de ser enjuiciados por el tribunal español que abrió proceso judicial contra el gobierno venezolano y contra Chávez por tanto, es una prueba clarísma de rendición frente al nuevo cogido de dominio global. Segundo, esto no quiere decir que las acusaciones de prototerrorismo contra el gobierno venezolano van a cesar. Por el contrario, mientras más obediente sea y por más pruebas que haga de su decidida obediencia, mayores y más agresivos serán los ataques. ¿Por qué?, porque los que aquí se está peleando no es una u otra conducta de este gobierno frente a la lucha de los pueblos. El “antiterrorismo” no es más que una guerra de aplastamiento de los pueblos antes de ser saqueadas sus riquezas y puestas en manos de los grandes intereses corporativos transnacionales. Chávez ha cedido mucho en este terreno pero no termina de ceder frente al polo occidental (Europa, EEUU) imperial dándole preferencia a los bloques orientales (Rusia, China), cuestión que es inadmisible dadas las dimensiones de recursos mineros, energéticos, etc, con que cuenta Venezuela. Súmenle a ésta la molestia de una discursiva anticapitalista e integracionista que recalienta los odios de todas las derechas mundiales al mando por cierto de toda la jerga institucional transnacional y de sus vomitables y monstruosas maquinarias de guerra.  Cuenten también el colaboracionismo con Irán, razón de odio esta vez del influyente y poderoso sionismo internacional. El chantaje va a ser total y por tanto o se cede absolutamente o el juicio internacional va. ¿Cuál será el desenlace?, no sabemos, lo cierto es que al menos Chávez para estos señores y sus bufones nacionales ya no tiene perdón. Tercero y por todo ello, no sigamos contando ni con ilusiones discursivas y soberanistas ni con solidaridades que terminan en vergüenza. Es la hora no solo de la lucha sino de la inteligencia creadora de los pueblos: el nuevo mundo no es el de una asociación de estados soberanos e igualitarios, es una nueva comunidad global, antimperial, anticapitalista, que irá naciendo desde los abajos del mundo. Mientras tanto, pasa la vergüenza, no ha pasado nada señor gobierno, entendemos todo… viva la lucha del pueblo vasco.



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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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