Negociadores franceses fueron avisados horas antes de que no se reunieran con Reyes en las próximas horas. Uribe había dado garantías para que tratara la liberación de los rehenes. Sólo Washington respaldó al presidente colombiano.
Por Luis Bruschtein
El gobierno colombiano primero pidió excusas y luego acusó a Venezuela y Ecuador de connivencia con la guerrilla.
En
un aumento vertiginoso de la tensión por la crisis desatada tras la
invasión de militares colombianos a territorio ecuatoriano, Ecuador
rompió relaciones con su vecino y el secretario general de la OEA, José
Miguel Insulza, convocó a una reunión especial para hoy del Consejo
Permanente. Entre anuncios de movilización de tropas venezolanas y
ecuatorianas a la frontera con Colombia, el gobierno de este país dijo
que no movilizará sus fuerzas –que de todas maneras ya están
desplegadas en todo su territorio–, pero lanzó un duro ataque a los
presidentes de Venezuela y Ecuador por "connivencia" con la guerrilla
de las FARC. Al presidente colombiano, Alvaro Uribe, le llovió una
andanada de críticas de los gobiernos de todo el mundo por haber
violado la soberanía territorial ecuatoriana al mismo tiempo que hacían
un llamado a la "cordura" y el diálogo. Entre las críticas, una de las
más fuertes provino del gobierno de Francia que, en boca del ministro
de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, lamentó la muerte del jefe
guerrillero Raúl Reyes, segundo de las FARC, y reveló que desde hace
varios meses estaban negociando con él la liberación de Ingrid
Betancourt.
La
fuerte reacción de Francia, cuyo gobierno expresó abiertamente su
malestar con Uribe, puso en evidencia algunos aspectos del contexto en
el que se dio el sábado la operación militar en la zona ecuatoriana de
Santa Rosa, a dos kilómetros de la frontera con Colombia, donde
helicópteros artillados prácticamente redujeron a polvo un campamento
de la FARC, dando muerte a 20 guerrilleros, entre los que se encontraba
Raúl Reyes.
De manera
silenciosa, aunque en total acuerdo con Uribe, el presidente Sarkozy
tenía tres enviados personales en Colombia, desde el mes de octubre
pasado, en una trabajosa negociación con Reyes para obtener la
liberación de la franco-colombiana y ex candidata presidencial Ingrid
Betancourt. Los tres negociadores franceses estaban instalados en la
zona cercana a donde se produjo el ataque. El mes pasado, otro enviado
personal de Sarkozy había mantenido una reunión con el Comisionado para
la Paz, Luis Carlos Restrepo, que forma parte del gobierno de Uribe. Al
parecer, el sábado, los tres negociadores se encontraban a 200
kilómetros de la zona del ataque y se dirigían a una reunión con Reyes
cuando recibieron un llamado de Restrepo. El Comisionado para la Paz
les advirtió que en las próximas horas no se acercaran al punto de
encuentro.
En
Francia suponen la existencia de una línea negociadora y otra dura en
el gobierno de Uribe. Restrepo encarnaría el ala negociadora y los
sectores relacionados con las fuerzas armadas y de seguridad
encarnarían el ala dura, que habría pesado finalmente para decidir el
ataque. Más allá de los análisis políticos, los franceses no pueden
ocultan su indignación porque Uribe estaba al tanto de la negociación y
les había ofrecido garantías de que no actuaría militarmente mientras
ésta se llevara a cabo. Para Francia, la muerte de Reyes en el contexto
de la negociación, implica un obstáculo muy difícil de sortear en el
mediano plazo y responsabiliza directamente a Uribe por esta situación.
Con
mayor o menor énfasis todas las expresiones internaciones fueron de
repudio a la intervención militar ordenada por Uribe. La gama de
posiciones fueron desde la dureza del presidente venezolano Hugo
Chávez, que lo acusó de "asesino" y "mafioso", hasta las del mandatario
del Perú, Alan García, quien llamó al diálogo pero aclaró que no podía
menos que criticar la violación de la soberanía territorial
ecuatoriana. El único respaldo franco en el foro mundial provino del
gobierno norteamericano. Primero fue el portavoz del Consejo Nacional
de Seguridad Gordon Johndroe, quien expresó su sopresa "por la reacción
extraña del presidente Chávez". Y más tarde, una declaración oficial
del departamento de Estado que decía: "Apoyamos al gobierno de Colombia
en su combate contra organizaciones terroristas que amenazan la
estabilidad y la democracia".
El
respaldo de la administración norteamericana, que ayer fue una mosca
blanca entre las reacciones mundiales, se entendió mejor cuando poco
después el director nacional de la policía colombiana, general Oscar
Naranjo, reveló en una conferencia de prensa, que la localización de
Reyes se logró por información proporcionada por la CIA. Según Naranjo,
la agencia norteamericana había detectado un teléfono celular que Reyes
usaba esporádicamente. El jefe policial subrayó que la información fue
entregada a las fuerzas colombianas unos diez días antes del sábado.
Confirmaba de esa manera que la operación llevaba varios días de
preparación, mientras se desarrollaba, incluso, la negociación de los
franceses con las FARC y no se trató de una reacción defensiva como
argumentó el gobierno colombiano en un primer momento.
En
ese mar de contradicciones, el ministro de Defensa colombiano, Juan
Manuel Santos, expresaba su sorpresa por las reacciones "cambiantes" de
Correa. Relató que el sábado Uribe le explicó a Correa lo sucedido y
que el mandatario ecuatoriano había reaccionado en forma tranquila,
pidiéndole solamente, que se excusara. "Pero el domingo, tras las
declaraciones del presidente Chávez, Correa cambió." El sábado, Uribe
le había dicho a Correa que había sido una reacción defensiva y que sus
soldados se habían internado involuntariamente en territorio
ecuatoriano, persiguiendo a los guerrilleros que los habían atacado. El
domingo, Correa se enteró que los guerrilleros estaban durmiendo cuando
su campamento fue bombardeado y tras las breves consultas con otros
gobiernos llegó a la conclusión de que el ataque estaba siendo
planificado desde mucho antes. Uribe había mentido y le había ocultado
durante todo ese tiempo que preparaba una incursión en territorio de
Ecuador. A la furia de Correa por la violación territorial se le sumó
el engaño del mandatario vecino.
En
poco más de una hora, el gobierno colombiano viró su posición y de
excusarse pasó a un feroz ataque contra Correa y Chávez, acusándolos de
"connivencia" con la guerrilla. El general Naranjo presentó a los
periodistas un archivo de la memoria de una de las tres computadoras
que se le encontraron a Reyes. Primero se refirió a un correo
electrónico enviado por Reyes al secretariado de las FARC –el cual
integraba– donde daba cuenta de una reunión con el ministro de
Seguridad ecuatoriano, Gustavo Larrea en la que se había tratado la
situación de los rehenes así como detalles de la negociación que
llevaban adelante las FARC.
Tras
leer párrafos del documento, Naranjo insistió en que Quito debía
responder a Colombia y ante el mundo sobre "cual es el estado de la
relación del gobierno ecuatoriano con un grupo terrorista como las
FARC, por qué razón se produjeron entrevistas y contactos personales
con alias Raúl Reyes en territorio ecuatoriano o colombiano". Luego fue
Santos, el ministro de Defensa, quien acusó directamente al gobierno
ecuatoriano de connivencia con la guerrilla. Desde Ecuador, Larrea
reconoció que se había reunido en enero con Reyes, "fuera de Ecuador y
de Colombia" y que se habló exclusivamente de la liberación de los
rehenes "como parte de un esfuerzo que también estaban realizando otros
países". Tras la acusación de Santos, Correa decidió romper relaciones
diplomáticas, solicitar el apoyo internacional y envió 3600 soldados a
la zona fronteriza.
En
Bogotá, Santos y Naranjo siguieron sacándole jugo a las computadoras de
Reyes. Denunciaron que otro mensaje demostraba que Chávez había donado
300 millones de dólares a la guerrilla colombiana. Y finalmente
indicaron que en otro archivo, Reyes daba cuenta que la guerrilla había
comprado 50 kilogramos de material nuclear para desarrollar armas
sucias.
Entre
tanto, las cancillerías sudamericanas desarrollaban una actividad
febril. El presidente Lula da Silva de Brasil y la presidenta Cristina
Kirchner hablaron cada uno por su lado con Uribe y Correa. Los dos
gobiernos condenaron la violación territorial realizada por Colombia,
pero hacían esfuerzos para evitar un escalonamiento de agresiones que
pudiera derivar en un enfrentamiento bélico. Correa había solicitado
una reunión urgente de la OEA para discutir la crisis pero Estados
Unidos trataba de dilatar la convocatoria. Finalmente las cancillerías
sudamericanas, sobre todo las de Argentina, Brasil y Chile lograron que
Insulza decidiera realizar hoy la reunión. A Colombia le resultará
difícil insistir hoy con su denuncia sobre los contactos de Ecuador y
Venezuela con la guerrilla, porque muchos de esos gobiernos
participaron también en las negociaciones, al igual que franceses,
españoles y suizos. Y tampoco tiene respaldo en la región la tesis
inspirada por el presidente norteamericano George Bush, de que la
guerra contra el terrorismo no tiene fronteras ni leyes. Y además Uribe
llegará con malos antecedentes porque también engañó a muchos de los
gobiernos que estarán allí