Entregadas a los medios de comunicación por la ONG, de nombre Btselem,
las imágentes han caído como un mazazo entre la sociedad, la israelí, que "ignora ampliamente lo que sucede en los territorios palestinos",
explica el responsable de su edición, Michael Yagupsky.
El proyecto nació en enero de 2007 de la "frustración" que genera la dificultad de obtener pruebas de violaciones de derechos humanos en los
territorios palestinos que presentar luego ante los tribunales israelíes. En las cortes de este país, obtener una condena con versiones orales
contradictorias de un acusado israelí y un demandante palestino, es casi una quimera, como prueba un reciente informe de la ONG israelí Yesh Din.
Por ello, Btselem ha optado por entregar pequeñas cámaras de vídeo, fáciles de utilizar y transportar, a familias palestinas que viven cerca de
asentamientos, bases militares o lugares escenario frecuente de operaciones del Ejército israelí.
"Antes ni siquiera me molestaba en presentar una querella. Ahora, con el vídeo, lo hago, aunque la Policía trate de rechazarla o me tenga tres horas
esperando en comisaría a ver si me aburro y la retiro", ha explicado Bassam Jaarabe, zapatero palestino en Hebrón.
En Gaza, sometida a un férreo bloqueo israelí, las videocámaras se cuentan con los dedos de la mano.
El punto más caliente y donde ha sido distribuida una veintena de videocámaras es la ciudad cisjordana de Hebrón, hogar de 170.000 palestinos
y de quinientos colonos judíos fundamentalistas protegidos por otros tantos soldados israelíes.
Allí, Btselem entregó su primera cámara, a la familia Abu Aisha, que sufre desde hace años las vejaciones de sus vecinos colonos con la cómplice
inacción de la Policía y el Ejército israelíes.
Fue precisamente una famosa grabación, en la que, junto a un soldado impasible, una colona llamaba repetidamente "sharmuta" (puta, en árabe) a la
madre de la familia, la que quitó la venda de los ojos a muchos israelíes sobre lo que pasaba a pocos kilómetros de su país.
El proyecto nació en enero de 2007 de la "frustración" que genera la dificultad de obtener pruebas de violaciones de derechos humanos en los
territorios palestinos que presentar luego ante los tribunales israelíes. En las cortes de este país, obtener una condena con versiones orales
contradictorias de un acusado israelí y un demandante palestino, es casi una quimera, como prueba un reciente informe de la ONG israelí Yesh Din.
Por ello, Btselem ha optado por entregar pequeñas cámaras de vídeo, fáciles de utilizar y transportar, a familias palestinas que viven cerca de
asentamientos, bases militares o lugares escenario frecuente de operaciones del Ejército israelí.
"Antes ni siquiera me molestaba en presentar una querella. Ahora, con el vídeo, lo hago, aunque la Policía trate de rechazarla o me tenga tres horas
esperando en comisaría a ver si me aburro y la retiro", ha explicado Bassam Jaarabe, zapatero palestino en Hebrón.
En Gaza, sometida a un férreo bloqueo israelí, las videocámaras se cuentan con los dedos de la mano.
El punto más caliente y donde ha sido distribuida una veintena de videocámaras es la ciudad cisjordana de Hebrón, hogar de 170.000 palestinos
y de quinientos colonos judíos fundamentalistas protegidos por otros tantos soldados israelíes.
Allí, Btselem entregó su primera cámara, a la familia Abu Aisha, que sufre desde hace años las vejaciones de sus vecinos colonos con la cómplice
inacción de la Policía y el Ejército israelíes.
Fue precisamente una famosa grabación, en la que, junto a un soldado impasible, una colona llamaba repetidamente "sharmuta" (puta, en árabe) a la
madre de la familia, la que quitó la venda de los ojos a muchos israelíes sobre lo que pasaba a pocos kilómetros de su país.