Eran la 6 am del 28 de febrero 1989, me preparaba para salir a trabajar. En la radio y TV se escuchaban algunas noticias de protestas en Guarenas sobre el paquete económico de CAP. Saliendo al Metro de Propatria, se observaba en las cercanías que habían saqueados algunos abastos, tintorerías y tiendas.
Llego a mi sitio de trabajo por la Av. Andrés Bello, cerca del mercado Guaicaipuro y la situación era más tensa. Había tiendas de electrodomésticos, galpones, entre otros totalmente saqueados y quemados. La gente en la calle con neveras, TV, sacos de harina, etc. Vuelvo a mi trabajo llamo a mi hermano Francisco José pensando que había olvidado una llaves en la casa de mis padres pero luego descubrí que las tenía conmigo y le advertí que cerca el Metro estaban saqueando los negocios y que si iba salir tuviera cuidado ya que lo que se veía en la TV la cosa estaba fea, Me indicó que tenía que llevarle alimentos y pañales a su hija recién nacida (9 meses), nos despedimos. Posteriormente, le indico a un compañero de trabajo la situación y acordamos volver a nuestros hogares, vamos hacia el Metro de Bellas Artes, pero estaba cerrado y ya no había transporte público. Decidimos irnos a pie pero cuando vamos a la altura de Parque Carabobo, Avenida Universidad decidimos volver y quedarnos hasta que la situación mejorará. Al llegar a la oficina el teléfono repicaba. Un vecino me indicaba que acaban de herir en la azotea del edificio donde vivíamos, a mi hermano gemelo y que tenían tiempo llamándome. Me indico, que habían subido a las azoteas de los bloques de Propatria a observar desde lo alto como era saqueado el Centro Comercial Propatria, negocios de la zona y que mi hermano también había subido a ver la mejor salida de Propatria para llevarle el alimento y los pañales a su hija. Pero desgraciadamente unos francotiradores que disparaban hacia estos bloques impactaron a mi hermano en la cabeza.
Ya mi otro hermano, Orlando venía de vuelta y se puso al teléfono y me indicó que mi hermano había fallecido en el Periférico de Catia. La última vez que escuche la voz de mi hermano gemelo fue ese nefasto día, por lo del olvido de mis llaves. Él fue asesinado por una bala de FAL como quedó plasmado en la autopsia entregada dos días después de su deceso “Fractura Craneal por impacto de bala FAL”. Mi hermano Orlando y otro amigo nos vinieron a buscar a mi compañero y a mí en el carro de mi hermano fallecido, el carro en la parte de atrás todo lleno de sangre, allí lo habían llevado al hospital. Salimos hacia la Avenida Andrés Bello hacia la Avenida Urdaneta. Todo era un caos, nos desviamos hacia el Silencio tomamos la avenida Sucre de Catia. Aquello era tanquetas, soldados disparando hacia el 23 de Enero y nos no quedó más remedio que pasar por el medio. Entre ráfagas de metralla, objetos en la vía pudimos pasar hasta llegar a la calle Argentina donde un jeep de la Policía Metropolitana nos paro y al bajarnos amenazaron con fusilarnos y el militar del ejército que venía con ellos, les dijo que él no era ningún asesino y después de unas palabras y revisar el carro y preguntar por lo de la sangre nos dejo ir. Tomamos la calle Bolívar de Catia y al frente del Centro Comercial Propatria había un tanque de guerra (con orugas) que nos apuntó y el militar arriba del tanque nos señaló que nos devolviéramos. Posteriormente al llegar a la casa y buscar a mi mamá nos dirigimos al periférico, la misma plomazón desde los Flores de Catia hacia el 23 de Enero por parte de los militares, el caos en la calle hasta llegar al hospital, sangre de personas en el piso, los presos de antiguo reten de Catia se habían alzado y a cada rato traían a uno a rastra y los dejaban en la puerta de emergencia y a buscar más cadáveres. Al rato veo al Sr. Moncada del 23 de Enero con su hijo en brazos y un tiro en la cabeza, posteriormente muere. Lo conocí cuando jugábamos Básquet en el 23 de Enero y Propatria.
Venía el toque de queda y nos dijeron en el Hospital que esperáramos el cuerpo de mi hermano en la morgue de Bello Monte que lo iban a trasladar en la mañana allí. Después, un tío nos indicó que nos fuéramos a su casa cerca de la Plaza Capuchinos en San Martín. Allí pasamos la noche entre ráfagas que se escuchaban cerca. Al día siguiente, vamos a la morgue al bajar por donde entran los muertos, aquello era cadáveres en el piso uno sobre otros, alcance a ver mi hermano sobre una mesa. Un amigo que trabajaba en la morgue lo reconoció y lo colocó en la camilla o mesa. Allí estuvimos todo el día, presencie la llegada de la estudiante de la UCV que fue muerta de un balazo en el corazón, la trajo su novio a pie desde la Plaza Las Tres Gracias hasta la morgue. También a una señora embarazada que tenía varios días de muerta pero no la habían podido sacar del barrio que vivía, la trajeron en una camioneta pick-up con avanzados síntomas de descomposición y los patólogos de la morgue le colocaron unas sondas para que botara liquido de la descomposición. El aire se enrareció y la putrefacción invadió el lugar. Nos entregan a mi hermano después de la autopsia de rigor pero no había certificado de defunción y que lo fuéramos a buscar más tarde. Llevamos a mi hermano a una funeraria entre la Avenida San Martín y el Hospital Militar. Más tarde, con un funcionario amigo policial, fuimos en la patrulla con salvoconducto, por lo del toque de queda, a buscar el certificado. Después de pararnos varias veces, los militares, llegamos hasta la morgue. Vimos unos camiones del ejército en la morgue, sacando cadáveres inmediatamente, nos pararon y les explicamos que veníamos a hacer. Pensábamos que como la morgue está repleta esos cadáveres lo iban a llevar a otros centros hospitalarios a practicar la autopsia de ley. Nos desviaron hacia la puerta principal, unos días después supimos lo de “La Peste” en el Cementerio General del Sur. He aquí un testimonio que luego de 20 años pude escribir. En estos momentos, todavía, mis padres, su hija y sus hermanos esperamos que se haga justicia. Están en deuda con esas personas que de una u otra forma dieron el inicio a que un hombre como nuestro presidente se alzará en armas y buscará liberar a este pueblo, reprimido por décadas, aunque fallidamente (4 de febrero 1992). Luego lo haría constitucionalmente pero esa historia, ustedes ya la conocen. Hace poco antes la enmienda, Chávez recordó que el 27 de febrero de 1989, en el Caracazo, los venezolanos comenzaron la revolución y derribaron la primera batalla histórica.
Ha habido, durante todos estos 20 años intentos fallidos para conocer el número de víctimas, que para el día 16/11/2008, ya eran oficialmente reconocidos en el Ministerio Público de 428 personas muertas y para darles la debida indemnización a los familiares y castigo a los culpables dictaminada por la Corte Interamericana de los DDHH de la OEA, el 11 de noviembre de 1999. Como está escrito en el blog de Yusmary de Rauseo “En ese periodo vimos resurgir a organizaciones como Amnistía Internacional y nuevas expresiones asociativas para la defensa de los derechos humanos como Provea, Aproa, Cofavic, entre otras muchas organizaciones no gubernamentales.
El caso de Cofavic es emblemático porque se crea para garantizar un castigo a los culpables de los desmanes de Febrero de 1989 y una justa indemnización a los familiares de las víctimas del denominado Caracazo. En su conformación participaron numerosos luchadores estudiantiles y populares pero pronto daría un giro, enfatizando en el tema jurídico y económico, dejando a un lado la movilización como arma de lucha en derechos humanos. Recordemos que el tema de las indemnizaciones divide a los luchadores sociales en materia de derechos humanos.
Hay quienes señalan que un Estado que viola garantías constitucionales y humanitarias como el derecho a la vida propiciando ejecuciones extra judiciales debe ser castigado por los órganos jurisdiccionales nacionales y las instancias del derecho internacional. En este campo se ubican Walter Márquez y Liliana Ortega, para citar solo dos ejemplos.
Por otro lado se encuentran quienes consideran que la indemnización plantea riesgos éticos para la agenda de los derechos humanos además de plantearse un tema sensible en el marco de la lógica de mercado. En este segundo grupo se ubican luchadores como Hebe de Bonafini. Ciertamente el emerger de las luchas por los derechos humanos le permite a la izquierda venezolana recomponer y actualizar su agenda de propuestas democráticas. De estos movimientos provienen líderes del Chavismo como Tarek William Saab y Darío Vivas”.
Aquí en Venezuela, no ha habido ni lo uno ni lo otro, solamente la impunidad y la anarquía, 20 años de impunidad y anarquía en materia de DDHH. 20 años de espera a que se haga justicia. Hasta los momentos ha sido, papeles que van y vienen, de la fiscalía, a la defensoría y de ahí a la vicepresidencia y así en ese círculo vicioso durante todos estos años, pareciera que no existe la voluntad de enjuiciar ni indemnizar a nadie. Los padres ancianos con alguna esperanza de que juzguen aunque sea moralmente a los asesinos, ya que existe responsabilidad del Estado Venezolano, como quedo demostrado en la sentencia de la Corte Interamericana de los DDHH de la OEA pero no ha existido la voluntad de hacerlo. Los hijos ya adultos de estas víctimas, totalmente desamparados por el gobierno nacional, nadie sabe que ha sido de ellos durante estos largos 20 años, si estudiaron?, se enfermaron?, si fueron tratados psicológicamente al perder hermanos, padres, entre otras cosas. He sabido de matrimonios que se disolvieron al no poder soportar ese dolor y recriminarse unos a otros esa dolorosa perdida.
Y viene la pregunta de rigor, ¿A quiénes protegen?. Todos sabemos quiénes eran los funcionarios del Poder Ejecutivo que estaban en ese momento con las riendas del país. Ya se van a cumplir 20 años de esa matanza, la peor en toda la historia contemporánea de Venezuela y vendrán acusaciones y escritos pero luego de una semana de dimes y diretes, se olvidarán y así hasta el año que viene cuando vuelva a utilizarse como bandera política o publicidad. El número del expediente de mi hermano es el 16010-295 de 428 víctimas.