Las madrugadoras amas de casa, unas acompañadas de algún familiar
o de alguien ocasional, buscaban evadir los efectos del sol y del cotidiano
calor para adelantarse en el horario y adquirir los productos que se
ofrecían semanalmente en el tradicional mercado libre. Constituía
la rutina sabatina para unos cuantos, mientras la mayoría de la población
disfrutaba de un descanso propio de los fines de semana y a la espera
de salir de sus hogares horas después para sumarse al acostumbrado
bullicio matutino. En medio de lo que ocurría temprano, en la mañana,
entre las calles Juncal con Miranda, resultó muerta la joven Pérez
Magio, quien fue arrollada por un vehículo militar que se dirigía
a los sitios donde se iba a intensificar la lucha contra el régimen.
Para un significativo número de civiles y militares, el compromiso
que tenían para ese día contrastaba con lo rutinario. Desde la noche
anterior estaban plenamente conscientes de lo que iba a ocurrir, y tenían
la disposición de hacer valer sus principios en procura de producir
un cambio en el país. Sus propósitos fueron intentar erradicar los
vicios de un gobierno que traicionó las aspiraciones de un conglomerado
que tenía fe en una democracia que creyó podía defender al pueblo.
Uno de esos protagonistas, como tantos otros que vivieron la ilusión
de una transformación para enfrentar los males que se vivían, fue,
para ese entonces, el joven y dirigente estudiantil Antonio Guevara
Jiménez, quien relata, pormenorizadamente, lo ocurrido en Puerto Cabello
con el inolvidable alzamiento cívico militar que hoy se recuerda como
el principal acontecimiento histórico de la época que surgió para
enfrentar a quienes mancillaron las esperanzas del pueblo venezolano.
Para ese entonces el liceo Miguel Peña fue centro de concentración de estudiantes y de otros civiles que recibían entrenamiento por parte de los militares insurrectos, para enfrentar las acciones gubernamentales. Al frente, donde ha tenido su sede el estadio de beisbol, por igual, se giraban instrucciones a quienes se incorporaban a la lucha.
Entre los tantos civiles se había incorporado la militante juvenil y estudiantil, Graciela Guevara quien cursaba estudios en la Escuela Normal de La Coromoto, urbanización Rancho Grande. Pertenecía al Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Antes de llegar a las instalaciones del centro educativo, había tenido la primera experiencia, cuando cerca de su casa, luego de sostener una conversación sobre los hechos que se desarrollaban, fue ultimado a balazos el sargento Becerra.
Graciela observó en esos momentos, cuando se encontraba en el campo de acción, que no existían distintivos por parte de los civiles y militares que participaban en los acontecimientos. De inmediato se organizó y trabajó en ese sentido para que cada uno de los revolucionarios fueran identificados y así evitar cualquier confusión.
Por el lado del gobierno nacional comienzan a enviar efectivos de la Fuerza Aérea y del Ejército que bombardean la ciudad. En el sector de La Alcantarilla, a la entrada de Puerto Cabello y por los lados de la estación del Cuerpo de Bomberos y de Playa Blanca se producen los combates frontales. Estaba comprometido con la sublevación el batallón de la infantería de marina General Rafael Urdaneta. El gobierno envió la tropa del batallón Carabobo que se trasladó desde Valencia al mando del coronel Alfredo Monch.
Mientras se registran los hechos la mayoría de los oficiales que se encontraban al mando de la escuadra y el destacamento Número 55 de la Guardia Nacional se negaron a participar en el levantamiento. Al principio estu8viero0n comprometidos. Se desconocieron las causas por las cuales cambiaron de actitud.
Desde el liceo Miguel Peña un grupo de civiles y estudiantes acompañados de infantes de la marina defienden el lugar. Fue detenido un grupo de efectivos de la aterradora policía política denominada Digepol, los cuales fueron colocados en los alrededores de las instalaciones del liceo para evitar que las fuerzas gubernamentales dispararan desde los lugares de ataque. Poco después procedieron a liberarlos.
La Fuerza Aérea, conjuntamente con el ataque, lanza, en las inmediaciones del cementerio de Los Protestantes, a un conjunto de paracaidistas, que disparan contra la edificación del centro educativo y poco después del mediodía, cae herido de muerte, en el segundo piso del liceo el estudiante miguelpeñista Alfredo Capriles.
En lo que respecta al campo militar, el movimiento estuvo liderado por
el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, el capitán de fragata
Pedro Medina Silva y el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales.
Al cumplirse los 50 años del alzamiento cívico militar, Graciela Guevara afirma que lo ocurrido en ese entonces fue el sueño de un pueblo que deseaba algo distinto, que hoy se vive con las bondades que ofrece el gobierno socialista y revolucionario que lidera el presidente Chávez.
El profesor Antonio Guevara uno de los civiles que al igual que tantos otros, mantuvieron el espíritu en alto durante las cruciales horas de combate, cuenta los hechos de acuerdo a su visión y la postura política del momento.
-¿Cómo fueron los antecedentes?
-En el año 1958 fue derrocado Marcos Pérez Jiménez. Accede una Junta
de Gobierno que conduce al país a unas elecciones en las cuales sale
electo presidente Rómulo Betancourt. Existía una amplia expectativa
porque AD venía de participar activamente en la resistencia y planteaba
un programa democrático y orientado al impulso de la transformación
revolucionaria.
Explica que fue determinante que engarzara en sus filas a muchos jóvenes
que participaron en la clandestinidad durante la lucha contra la dictadura.
-Betancourt firmó el llamado Pacto de Punto Fijo, se convirtió en
agente de la CIA y del imperialismo norteamericano y desarrolló una
política de espaldas al pueblo. Dejó de ser un líder popular para
transformarse en una expresión de la oligarquía. Sin embargo, promulga
la Ley de Reforma Agraria.
A los campesinos les prometieron tierras e inmensos beneficios “y
al poco tiempo nos daba vergüenza, porque los trabajadores del campo
decían: ¡nos mintieron!”.
Se planteó una profunda contradicción en torno a un gobierno que decía
representar al pueblo.
-Comenzó a agudizarse el problema del desempleo, los trabajadores salieron
a protestar y las calles se tiñeron de sangre. La represión se hizo
presente como respuesta a la protesta del movimiento estudiantil que
reclamaba la vigencia de los derechos democráticos
Señala, que en razón de lo que se vivía, se generan levantamientos
militares durante el año 1959 y posteriormente “El Carupanazo”,
ocurrido el 4 de mayo y “El Porteñazo” el 2 de junio de 1962.
-¿Qué plantearon esos movimientos?
-Presentaron al país un programa de recuperación democrática, que
incluía restablecer la vigencia de la Constitución y las garantías
de los avances hacia la liberación nacional, la independencia y la
autodeterminación de los pueblos.
Agrega que todavía permanecen los impactos de los bombardeos a que
fue sometido Puerto Cabello por parte de la aviación, cuyas unidades
estuvieron a cargo de pilotos de la Misión Militar de Estados Unidos,
como en el caso de la edificación del hospital del Instituto Venezolano
de los Seguros Sociales.
“Recuérdese que, para la época, Betancourt había dado la triste
y lamentable orden de disparen primero y averigüen después”.
La orden fue cumplida al pie de la letra por el entonces ministro de
Relaciones Interiores, Carlos Andrés Pérez, porque debía impedir
que la rebelión se convirtiera en bastión de la resistencia y en el
punto de una espiral para la incorporación de los demás cuarteles,
donde existían numerosos oficiales comprometidos.
-¿Cómo fue la participación cívico militar?
-Dos semanas antes hubo una reunión con dirigentes nacionales del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria y del Partido Comunista de Venezuela con
oficiales de la Base Naval de Puerto Cabello, concretamente con Pedro
Medina Silva y Víctor Hugo Morales Monasterios y Manuel Ponte Rodríguez
para plantear lo que debía hacerse. A nivel partidista estuvo presente
Domingo Alberto Rangel y Jesús Villavicencio y en cuanto al área regional
fue seleccionado el doctor Bartolomé Vielma Hernández, nativo de Puerto
Cabello y mi persona.
-¿Cuántas personas murieron durante los sucesos de “El Porteñazo”?
-Yo estimo, que durante los acontecimientos murieron alrededor de 5
a 6 mil personas. Los muertos eran recogidos con palas mecánicas y
colocados en los camiones volteos y llevados a las fosas comunes ubicadas
en el Cementerio Municipal de Puerto Cabello.
-¿Cómo fue ese día en la mañana y los primeros pasos que se dieron?
-El sábado en la mañana los militares tomaron el Castillo de Puerto
Cabello. Se instalaron ametralladoras en puntos estratégicos. El teniente
Rafael Acosta Sierra salió en labores de reconocimiento con un pelotón
en una unidad militar.
Dice que el militar creyó que las tropas del Batallón Piar acantonadas
a las puertas de la ciudad y el Destacamento 55 se encontraban sumadas
al levantamiento y debía instalarse en la alcabala de El Palito. Observó
que esa gente no tenía la actitud de estar incorporada al movimiento
y le dispararon.
-Y fue a las diez de la mañana, aproximadamente, cuando el Batallón
Piar inició el desplazamiento por los lados de la playa y se les hizo
frente.
Señala que en las inmediaciones del Cuerpo de Bomberos se encontraba
un apreciable número de estudiantes y de gente del pueblo que defendió
sus posiciones.
-¿Cómo caíste?
-Yo estuve en el liceo Miguel Peña hasta el día domingo a media mañana
cuando se tenía información que no había margen para la incorporación
de nuevas fuerzas militares y fue planteada la conveniencia de organizar
la retirada hacia la montaña. El miércoles 6 de mayo, por un error,
alguien me delató cuando me encontraba en la urbanización Rancho Grande.
Se dio inicio a una represión contra las fuerzas de izquierda, las
torturas se hicieron efectivas contra los participantes hasta que un
Consejo Accidental de Guerra en el Batallón Carabobo, en un lapso de
hora y media, los jueces sentenciaron a más de mil 200 años de prisión
para 63 hombres que quedaron presos por los sucesos de Puerto Cabello.
El reportero gráfico Héctor Rondón Lovera, recibió el premio Pulitzer
con la toma de la foto en el sector La Alcantarilla, donde el padre
Padilla, quien se desempeñaba como capellán de la Base Naval de Puerto
Cabello, aparece al lado de un soldado herido.
El Porteñazo constituyó una importante etapa de la historia política venezolana. Durante dos días se registraron enfrentamientos con la participación de civiles y militares. Fue el detonante que se mantuvo en el tiempo y en el sentimiento de un pueblo que esperaba ansioso un cambio total de las estructuras vigentes para esos y posteriores años de violencia generada por los gobiernos de Acción Democrática y Copei. Una historia sangrienta a base de presos políticos, asesinatos de estudiantes y obreros, desapariciones de dirigentes de izquierda, casos que siguen impunes. Son 50 años que se recuerda y que deben perdurar en el transcurso de la historia. Prohibido Olvidar.