Entrevista a Modesto Guerrero: El capital avanza más que el socialismo en Venezuela

Modesto Emilio Guerrero

Modesto Emilio Guerrero

Credito: Question Digital

22 de julio de 2012.- A continuación presentamos la segunda parte de la entrevista que le hicimos al periodista, conferencista y escritor venezolano Modesto Emilio Guerrero, en la que abordamos el tema de la situación política venezolana.

Riguroso en el análisis, crítico, y enmarcando siempre los hechos políticos en su debido contexto local, latinoamericano, internacional e histórico, Guerrero pone entre comillas el uso de las diversas categorías con las que la ciencia social suele definir los procesos políticos históricos. ¿Es el gobierno bolivariano Bonapartista? ¿Es populista? ¿No entra en ninguna de las categorías existentes? Para el analista, “las definiciones tienen que ser puestas todas sobre rueditas”, en la medida en que las situaciones sociopolíticas concretas solo pueden comprenderse en su justa ubicación en el contexto geopolítico internacional.

A lo largo de esta parte de la entrevista, que fue más bien una larga conversación, el autor de ¿Quién inventó a Chávez?, reflexiona sobre conceptos como “régimen político”, el carácter del Estado y los tipos de presión a que por lo general está sometido todo sistema institucional. No faltó en la disquisición, el análisis del comportamiento económico venezolano en los últimos años: el crecimiento de la economía privada por encima de la pública-comunitaria, el aumento constante de los salarios, la Tasa de Explotación, entre otros temas que fueron planteados tanto con sustentación académica como con testimonios de la vida real.

La invitación a los lectores y lectoras, es a que participen en el debate dejando su comentario al final de la entrevista.

Modesto Emilio Guerrero es un intelectual venezolano radicado en Argentina desde 1993. Es autor de diez libros sobre América latina, biografías, periodismo, Mercosur, cuento y poesía. Su último texto es Medios y Poder en la historia. El caso Venezuela (Monte Ávila, Caracas 2012). En 2010 la editorial El Perro y la Rana publicó dos ediciones de su obra 12 Dilemas de la Revolución Bolivariana, premiada por la Fundación Gustavo Machado, de Caracas 2011.

Fue seleccionado en Cuba como autor del capítulo venezolano para un volumen sobre la izquierda latinoamericana (2012). Ha pronunciado conferencias en Noruega, Chile, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina.
Escribe para los diarios argentinos Página 12, Tiempo, Agencia Internacional del Mercosur y Contra Editorial. En Venezuela, para Poder en la RedCiudad Caracas, Aporrea y en Bolivia para el diario Época.

― ¿Cómo ves la situación política venezolana? Hace rato comentábamos sobre el aparente carácter conciliador del gobierno, y esto está relacionado con el nuevo tipo de proceso de revolución social pacífica que es toda una mina para la filosofía social. Cuando uno revisa estudios que se han hecho y estos reflejan que la burguesía, que el capital privado ha incrementado sus ganancias en los últimos años, y el mayor aporte al PIB ha provenido del capital privado, uno piensa que estamos en presencia de un gobierno bonapartista ―en el sentido planteado por Fernando Coronil que alude a un gobierno que ha logrado que la burguesía no gobierne a cambio de que la dejen hacer dinero― o, de un gobierno tipo Nacional-Popular…

― Las categorías, las definiciones, tienen que ser puestas todas sobre rueditas, o sea, tienen que moverse. Si no se mueven hacia adelante y hacia atrás, las categorías sufren el peligro de congelarse y equivocarse, de no ajustarse a la realidad. Entonces que ocurre ¿Podemos llamar bonapartista al gobierno venezolano?, creo que no. ¿Podemos afirmar que tiene elementos bonapartistas?, seguro que sí. ¿Cómo demostramos que existen esos elementos bonapartistas? Uno: En la existencia de un jefe nacional, un árbitro entre el poder y el pueblo y también entre las clases. Eso tuvo un momento progresivo, pero luego mutó en regresivo, como ya se ha verificado. Tuvo que aparecer una enfermedad peligrosísima, mortal como el cáncer, para que se entendiera en las alturas del poder que había un fenómeno problemático, lo podemos llamar de cualquier manera, pero es un problema nacional. Un sociólogo positivista venezolano, un hombre de Gómez…

Vallenilla Lanz

― Laureano Vallenilla Lanz lo llamó “Cesarismo democrático”. Que lo haya dicho un conservador como Vallenilla Lanz no importa, lo importante es si sirve. Un nombre parecido utilizó Gramsci en otro sentido para la Europa del 30… León Trotsky, adelantó en los años 30 el concepto de “Bonapartismo sui géneris”, o sea, distinto al bonapartismo de 1850. En los tres casos es una traslación a los fenómenos de América Latina, aproximaciones a una definición de un tipo de régimen. También han habido otras definiciones como “populismo”, que es menos categórica, menos rigurosa…

― Mucho más ambigua…

― Difusa y ambigua, bien. Hay definiciones más periodísticas, pero las más categóricas son esas tres primeras. Uno puede usarlas siempre que la ponga en movimiento y en contexto para saber hasta dónde sirven y hasta donde no, y en que avanzas y en que retroceden esas definiciones. Trotsky por ejemplo, se equivoca cuando generalizó el uso de "bonapartista" para todos los regímenes parecidos al gobierno de Lázaro Cárdenas, como Vallenilla Lanz y Gramsci se hubieran equivocado si dicen que todos los regímenes parecidos a este son “cesaristas democráticos” o “cesaristas”. El asunto es nuestro régimen tiene elementos de ese tipo, o no, y qué es lo que se combina como nuevo. Por ejemplo, el carácter plebeyo del chavismo lo diferencia del resto conocido, el peronismo, Cárdenas, Getulio Vargas, el MNR boliviano, etc. Eso y el desarrollo de mecanismos de poder social en las clases explotadas en la Venzuela bolivariana, no dan el mismo resultado que en la Argentina de 1950 o el México de 1940, o el Perú de Juan Velasco Alvarado. Sin embargo, en los cuatro casos son gobiernos militares, aunque en Venezuela el peso militar existe, pero el gobierno no puede ser definido como militar, el sistema institucional no descansa en las FFAA o en la Guardia Nacional Bolivariana. Aquí es más compleja la cosa.

Nuestro gobierno es el centro institucional de un sistema institucional. Hay recelos con la palabra régimen porque la derecha ha demonizado esta palabra-concepto. En teoría política e histórica, régimen es un sistema institucional, una red de instituciones. Un régimen responde a una relación de fuerzas determinada en un momento determinado. El Estado, en cambio, se define por la relación de clases en el conjunto de la sociedad, el Estado se define por la clase que domina socialmente. No la que gobierna, sino la clase que determina la economía nacional. Un régimen debe basarse en un sistema institucional específico, eso determina al gobierno; es un error fáctico creer la generalización de que mandan las FFAA porque Chávez fue militar, o porque hay una fuerte presencia de militares en las instituciones y la economía. Cuando vemos los fenómenos de los últimos diez o quince años, coño se parecen al pasado, pero también se diferencian del pasado, tienen mucho de novedad porque hay una relación de fuerzas internacional nueva, este es problema de encerrar en frío los regímenes venezolano, boliviano o ecuatoriano en la categoría bonapartista. Lo mismo vale para quienes prefieren definirmo bajo la categoría revolucionario como algo consolidado. Para no ser eclécticos debemos decir que en los tres casos la definición debe partir del carácter de clase del gobierno. Ninguno de los tres es burgués. Pero los tres contienen muchas tendencias al tipo de régimen bonapartista sui generis o al definido por Gramsci. El nacionalismo que define a los tres regímenes no se apoya en las Fuerzas Armadas ni en un pacto con la burguesía para gobernar. No son iguales, pero en los tres casos sus Estados son capitalistas. Luego, el tipo de régimen político y de gobiernos que resultan, debemos llamarlos nacionalista de izquierda en las instituciones, pero capítalistas en la base económica del Estado. Esta contradicción explica el carácter dual de las conductas en los tres casos, con discursos y programas, incluso algunas acciones, de izquierda, en algunos casos radicales, pero al mismo tiempo lo que se va consolidando no es una economía anti capitalista, o sea, de izquierda, sino lo contrario. Son regímenes en transición basados en capas de las clases medias, mezclados con algunas sombras difusas de la burguesía, no con la burguesía como clase. Empreven en Venezuela no es la clase capitalista de nuestro país. Es la que está reunida en la MUD y más allá de la MUD. En términos similares pasa en Bolivia o Ecuador. Para comprenderlo comparemos con los regímenes de Argentina y Brasil o Uruguay, donde todo es burgués de arriba hasta abajo. Esos gobierno progresistas administran regímenes y Estados burgueses. No es fácil decir lo mismo para Venezuela, Bolivia o Ecuador, sabiendo que tienen diferencias, una muy importante es el peso del sector militar en nuestro país, lo que algunos llamamos "el partido militar" del gobierno.

― Cuando uno analiza estos procesos que se desarrollan en Ecuador, Bolivia, Venezuela, hay que enmarcarlos en el nuevo contexto geopolítico internacional, lo que les otorga un carácter distinto y nos permite definirlos…

― Eso nos permite aproximarnos y buscar un nombre adecuado, un ropaje que se vaya adecuando, porque esa situación internacional nueva, geopolítica y social, que tiene expresiones múltiples, es la clave. Te voy a poner el caso paraguayo. Ahí reaparece una de las claves de la geopolítica internacional. La derecha da un golpe institucional en 17 horas que cambia la relación de fuerzas, digamos en 180 grados, pero a las 24 o 48 horas todo comenzó a modificarse y fue cuestionada esa relación de fuerzas favorable a la derecha. Es decir, no pueden consolidar el golpe, la derecha puede dar golpes, pero no los puede sostener con facilidad en situaciones duraderas. Ese secretos de la situación paraguaya lo vimos en Ecuador hace tres años, se explican por las condiciones internacionales del capitalismo mundial, no es un espíritu paraguayo lo que hace que en 24 horas se dé la vuelta. No es un fenómeno genético venezolano, como creen muchos, que acá en 48 horas se dio vuelta a un régimen y a una situación política, como tampoco es un secreto genético hondureño, que habiendo sido derrotados duramente y reprimidos con fuerza, sin embargo surgió una de las mejores vanguardias de América Latina en los últimos años. Tampoco se puede explicar la rebelión juvenil chilena, ni la plaza Tahrir en Egipto, ni la rebelión de Túnez, sin el fenómeno internacional. Desde el cruce histórico de 1500 nada nacional se explicar correctamente sin un apropiado análisis de la situación internacional. Eso tiene expresiones concretas en Venezuela. Nuestro régimen político y gobierno está sometido a esas presiones. Es un error grave reducir el análisis internacional al elemento conspirativo, tampoco es una abstracción académica. El gobierno, que es el centro de este régimen, va modificándose según las presiones sobre el régimen institucional, y eso es natural, está sometido a ellas. Esas presiones son de dos tipos, en realidad son muchas, pero hay dos tipos principales, las internas y las del imperialismo y los Estados enemigos. Al interior de Venezuela tenemos el poder del capital que es muy fuerte en la economía y la sociedad; se expresa por ejemplo en ese particular dato de que crece más la economía privada, a pesar de que se quejan. Ellos se quejan porque quieren todo, no porque pierdan. Los capitalistas son una clase voraz. En nuestro país crece más la economía comercial que la economía productiva, crece más la aduana de Pto. Cabello que las empresas de producción social que no tienen patrón privado. En todo caso crece el Estado, pero no la economía popular. Alguien tiene que explicar con alguna racionalidad humana, por qué crece más la aduana de Puerto Cabello que las empresas productivas o las empresas de control obrero. Eso no debería ser así, si nos queremos llamar socialistas. Vale igual para el propósito propuesto por el Presidente de convertir a Venezuela en una potencia mediana en 2019. Esa es una primera presión, que también se expresa en el saboteo. Yo no creo mucho en el saboteo técnico que acusan en algunas empresas del Estado y en otros lugares; puede ser que algún escuálido baje un suiche pero eso no es lo dominante. Lo lamento por quienes tienen esa teoría conspirativa. Sin duda que hay conspiradores, pero no es la causa profunda del problema. Entonces, lo grave es que tenemos un poderoso capital que sabotea en el comercio exterior e interior, con tasas de ganancias alocadas del 50% al 150% según el rubro. Hay un saboteo del capital bancario, además hay un saboteo fiscal e inflacionario, ese es el verdadero saboteo, el del capital y los burócratas funcionales al capital. El país, el Estado y el gobierno no se determinan por los conspiradores, sino por fuerzas más profundas como el dominio de una burocracia que es mucho más que un problema administrativo o de corrupción, es un capa social fuerte que ha penetrado a las instituciones y el gobierno. La burocracia expresa el poder del capital sobre el país y el capital se manifiesta en el Estado que tenemos. Ahí está el más grave peligro para el régimen y el gobierno, más allá de estas elecciones.

El saboteo se manifiesta en la baja calidad productiva de las empresas del Estado, frente a lo que logra la burguesía en el área controlada por ella, eso está medido científicamente. Ahí tenemos un problema serio. Otra manifestación de ese dominio del capital es la alta Tasa de Explotación de los trabajadores. Cualquier economista serio mide la tasa de explotación obrera… Mira, en Maracay, ―esto lo vas a ver muchos Estados de Venezuela―, mi sobrina trabaja en una fábrica de parabrisas, esa fábrica no respeta ni una sola Ley nacional, son 300 trabajadoras y el Estado le dio un préstamo para armar una fábrica de parabrisas, y no respetan ni una ley, es la fábrica de parabrisas más grande de Maracay. Esa se mide en sobre explotación de la mano de obra, precarización. La LOT nueva prohibe la tercerización y la precarización, y eso es un gran avance del gobierno de Chávez, pero será una batalla porque es lo que predomina en la industria y el comercio. Si fuera solo en esa fábrica o en 100 fábricas como esa, bueno es una excepción! Pero cuando eso ocurre en el conjunto del país, y a eso le sumas la auto-sobreexplotación del trabajador, que hace mucho sobre-tiempo, es un incremento de su sobreexplotación. Muchos venden cosas, acuden al comercio minorista para completar el ingreso; las enfermeras del Hospital Central de Maracay ganan 1.300 Bs por mes, a mí que me digan si eso no es sobre-explotación estatal. El capital también se manifiesta como Estado, para saberlo debemos preguntarnos si explota trabajadores. Hay sobre-explotación y hay aumento de la Tasa de Explotación de la fuerza de trabajo, eso va en sentido contrario al proyecto socialista. Esa la clave de la dualidad en la conducta gubernamental en nuestro país, Bolivia o Ecuador. Esto sería lo normal, la norma, si no nos propusiéramos el socialismo. En Argentina o Brasil, por ejemplo, no hay ninguna contradicción entre el discurso y la realidad social. El salario medio en Venezuela es alto, de los más altos de América Latina, y eso es un mérito del presidente Chávez que ha dado más aumentos que cualquier gobierno de América Latina, no hay duda, yo sería mentiroso si no lo digo, pero el salario es solo el precio relativo, no es la tasa media. En la producción hay una brutal Tasa de Explotación del trabajo, cualquier obrero te lo cuenta, si hablas con ellos, con sus palabras, aunque no conozca la categoría; eso además, está probado por economistas de izquierda como Víctor Álvarez o Manuel Sutherland.

Ahí hay una contradicción con lo que llamamos socialismo y revolución en nuestro país. Una revolución no significa más salario, en realidad debería significar menos salario en la tendencia de los años, una revolución es más sacrificio en sus primeras etapas, pero ese auto-sacrificio es consciente, voluntario, para mejorar tu calidad de vida, no para fortalecer el sistema del capital y el Estado del capital, aunque los funcionarios de este capital estén desplazados temporalmente del poder político.



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