Antropólogo Rodrigo Navarrete: la oposición perdió la batalla simbólica por el tricolor nacional

El antropólogo Rodrigo Navarrete, profesor e investigador de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela

El antropólogo Rodrigo Navarrete, profesor e investigador de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela

Credito: El Correo del Orinoco

24 de noviembre de 2013.- El tricolor que acompañó las luchas de Independencia en el siglo XIX volvió al presente en 1992, anudado al brazo de un grupo de militares y civiles que insurgieron contra el régimen puntofijista (calificados como golpistas por el establishment). La batalla simbólica entre las fuerzas progresistas y las opositoras llegó, también, a ese amarillo-azul-rojo convertido en bandera nacional. La mejor prueba de ello fue lo sucedido en 2012, cuando la dirigencia opositora asumió el tricolor como símbolo de su campaña presidencial, en una estrategia que el comandante Hugo Chávez calificó como de intento de crear confusión en la población.

En las últimas semanas, el presidente Nicolás Maduro ha denunciado lo que, a su juicio, es un intento de hurtar la bandera como símbolo bolivariano; incluso, ha citado el libro escrito por Chávez en la cárcel de Yare, Un brazalete tricolor (editado por Vadell Hermanos), en el cual el jefe de la rebelión militar hace un recuento histórico de esa bandera que también protagonizó las luchas libertarias de los siglos XIX, XX y XXI.

El antropólogo Rodrigo Navarrete, profesor e investigador de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela, confirma que fue Chávez quien trajo el tricolor al presente, y recuerda que hay varios elementos que lo explican: “Era militar, y los militares son expertos en los símbolos. Además, gran parte de su vida cotidiana transcurre con el reconocimiento de estos símbolos, tanto en procesos de paz como en procesos bélicos”. Pero el Comandante “no solo fue un líder político; fue un gran teórico que reivindicó otro tipo de nacionalismo, un nacionalismo antiimperialista”, evaluó Navarrete, en conversación con el Correo del Orinoco.

La función del tricolor como símbolo es “construir una nacionalidad deslastrándose de elementos imperialistas” y construir nuevas relaciones políticas y económicas. “Cuando nosotros vemos la bandera de Venezuela, vemos ahora una cosa diferente”.

MUCHO MÁS QUE UN TROZO DE TELA

Navarrete explica que, de acuerdo con el lingüista suizo Ferdinand de Saussure, un signo lingüístico está formado por dos elementos que no se pueden separar: el significante y el significado. El significante, en el caso de la bandera, es un pedazo de tela que se puede ver y tocar. El significado es “bandera”. Los signos lingüísticos “sirven para enunciar, para conocer y representar las cosas de la realidad. Nosotros no podríamos comunicarnos sin la construcción del signo”

El estadounidense Charles Sander Peirce, considerado el padre de la semiótica moderna, agregó otras categorías: señal, ícono y símbolo. Una señal puede ser una banderita roja en una carretera, como indicativo de peligro. Un ícono “es el emblema de algo”, por lo que una banderita roja se convierte en el llamado del Ministerio del Poder Popular para Transporte Terrestre para enunciar peligro, ejemplifica el docente. Un símbolo está cargado de significados culturales, políticos y económicos, agrega.

“Nosotros decimos que la bandera es un símbolo patrio, y ese adjetivo es, precisamente, lo que la carga de otros significados. Cuando nosotros decimos patria, ¿de qué estamos hablando? De identidad, de herencia, de descendencia, de nación”, describe. Patria implica no solo un territorio, sino “un sentido de identidad y de diferencia frente a otros”. La construcción de patria “implica que existen otras patrias, que tú te identificas con la patria o con la patria de otros”, indica Navarrete. En ese contexto, el tricolor es mucho más que un pedazo de tela.

Los símbolos, en nuestra cultura, buscan generar cohesión comunitaria y que la gente se identifique. “Las banderas nacionales no son otra cosa sino consecuencia histórica del surgimiento del Estado nacional”, sostiene el antropólogo. Cita, del texto Un brazalete tricolor, que la historia de la bandera de Venezuela no se puede distanciar de la historia de la construcción de la bandera de España. Chávez relata en el texto que en el año 1700 había en territorio español “montones de banderas distintas”, y que una de ellas “tenía el azul junto con el amarillo y el rojo”. Fue Carlos III quien, a fines del siglo XVIII, estableció como bandera del Estado nación español la bandera rojo-amarillo-rojo.

Navarrete comenta que el surgimiento de la bandera de Venezuela, que se adjudica al Generalísimo Francisco de Miranda en el siglo XIX, “no es mucho tiempo después de que España está inventando su propia bandera; es simultáneo”. El docente critica la persistencia de un “colonialismo histórico que tiene la gente en la cabeza”, y que hace que se piense que lo que sucede en Europa o en Estados Unidos ocurre en América después y “como consecuencia de”, pero no es así. “No todo lo que sucedió en Europa tiene que suceder acá, y nosotros no tenemos por qué ser una consecuencia histórica ni simbólica de Europa. La dinámica es mucho más compleja de aquí para allá y de acá para allá”.

Por ello, insiste, la bandera venezolana y las banderas en general “no pueden ser desvinculadas de la historia de la formación del Estado nacional”, tanto en Europa como en América. Chávez, en el libro, plantea que en 1700 hubo una bandera en una región de España que incorporaba el color azul, color “que representaba a la mayoría de los movimientos independendistas y revolucionarios de ese momento”. Miranda “descosió simbólicamente y volvió a armar la bandera de España, e intercaló el azul entre el amarillo y el rojo”. Los procesos independentistas “no surgen de la nada, y los símbolos tampoco; tienen su propia historia de construcción, y en este caso la historia de la construcción de la bandera debe venir de una bandera anterior, y no puede ser otra sino la de España” en el caso de Venezuela. En todo caso, fue “un mecanismo de instrucción del sentido de la venezolanidad”.

CONSTRUCCIÓN SOCIAL

Navarrete toma palabras del crítico de arte Félix Suazo sobre las estatuas, y las lleva a la bandera. “Él piensa que las estatuas como símbolos, y probablemente la bandera también, tuvieron tres periodos: el de devoción, el de desdén y el de rechazo” o -añade el antropólogo- resignificación.

Con base en esta clasificación, el antropólogo sentencia que, en el siglo XIX, Venezuela “era un país naciente, que tenía que buscar símbolos que unificaran a la gente; que la gente los viera y dijera ‘yo pertenezco a eso’, como ocurre con el mapa nacional”, ya que así se establece una relación con la patria. Navarrete cuenta una experiencia personal, de cuando estudió su doctorado en el norte de Estados Unidos y le tocó recibir el año lejos de su país y de su familia. “Me pasaron un CD en el que había música de Navidad latinoamericana, y me ha salido ‘faltan cinco pa’ las 12′, y yo lloré aunque esa canción nunca me ha gustado”. Esa canción generó vinculaciones emocionales: “Yo no tuve que construir en mi cabeza la historia de Venezuela ni lo que significaba, sino que en ese momento la canción fue un símbolo nacional, me identifiqué con eso y me permitió diferenciarme de una cultura y de un territorio en el que yo habitaba pero al que no pertenecía”.

Eso “no es natural, ni instintivo. El sentido de identificación con un símbolo está social e históricamente construido; sobre todo, por la eficacia cultural que tiene el símbolo. Y no todos los símbolos son tan eficaces”.

Las banderas, en cambio, son símbolos muy eficaces, enfatiza el analista. “Lo son más que los escudos”, puntualiza. ¿Por qué? “Probablemente porque los escudos son mucho más complejos, tienen más elementos que hay que saber leer. Las banderas son tres o cuatro colores; son una imagen muy rápida, una imagen muy inmediata”.

TIEMPOS DE DEVOCIÓN Y DE DESDÉN

Con base en la propuesta de Suazo sobre los tres momentos, Navarrete estima que la bandera, en la historia de Venezuela, ha tenido picos de devoción y de desdén.

El antropólogo considera que hubo cuatro periodos de devoción por el tricolor en el siglo XIX y en la mitad del siglo XX: el de la Independencia, el de Antonio Guzmán Blanco (quien gobernó por tramos entre 1870 y 1898), el de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) y el de Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana. El de Chávez, aclara, se asemeja al independentista del siglo XIX; Guzmán Blanco, al de Pérez Jiménez.

Guzmán Blanco quería “dejar deslastrarse de la carga colonialista española y asociarse con la carga colonialista francesa con un nacionalismo mezclado con la necesidad de conectarse con los imperios”. También, tener “un símbolo de Estado que sustituyera a los símbolos religiosos”.

Pérez Jiménez deseaba construir “lo que él llamaba el nuevo ideal nacional” para unificar a las venezolanas y los venezolanos en una idea de progreso y supuesto desarrollo. Ese desarrollo, en el criterio del régimen pérezjimenista, consistía en “entrar en contacto con países más ‘desarrollados’ que nos iban a ayudar, como Norteamérica. Eran nacionalismos para auspiciar cambios en nuestra geopolítica mundial y meternos en otro esquema de dominación imperialista”. Es “para consolidar otro poder imperial”; en el caso de Guzmán Blanco, el francés, y en el de Pérez Jiménez, el de EEUU.

Los tiempos de desdén hacia el tricolor, de acuerdo con Navarrete, están vinculados con lo que llama una “estabilidad simbólica”, o un momento en el que ese símbolo “pasa a ser secundario”; momento en el que las relaciones imperiales “están consolidadas y no son críticas”, evalúa. Se formó la república, “Venezuela no fue totalmente libre pero no había necesidad de enraizar”. El imperialismo europeo “se había establecido y el norteamericano se estaba estableciendo”; la bandera había quedado a un lado: “Bajó la efervescencia en cuanto al símbolo”.

LA RESIGNIFICACIÓN

La bandera regresó a la palestra, para todos los bandos, con Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana.

“Es interesante cómo la bandera se convirtió en símbolo de ambos sectores de la población venezolana, pero con connotaciones totalmente distintas. Ambos sectores dijeron ‘somos venezolanos, retomamos la bandera, pero la retomamos de manera diferente”, expresa.

Las venezolanas y los venezolanos “estamos en un periodo de devoción”, con un ideario construido principalmente por Chávez para tener una una República. “De hecho, el cambio de Cuarta República a Quinta República no es desvinculable de la nueva reivindicación de la bandera”, precisa. “Hay que construir una nueva república, y otra vez hay que recurrir a los símbolos patrios para que la gente se identifique con esto y no con otra cosa”. Navarrete asevera que el ideario del proceso bolivariano, en ese sentido, “ha sido muy eficiente”.

En los últimos 50 años la bandera no había tenido una connotación racional y emocional como la del presente. En opinión del antropólogo, las personas ven en la bandera “una identificación con el nuevo país; es algo que te moviliza, que te hace pensar en actuar, en contribuir”.

-¿Aunque no esté físicamente el comandante Hugo Chávez?

-Aunque no esté Chávez. Eso no es necesariamente permanente, porque la exaltación de los símbolos patrios depende de que el Estado y los colectivos sigan haciéndolo. Si de aquí a cinco años no seguimos mostrando nuestra bandera, vuelve a caer en otro periodo de desdén.

OPOSICIÓN CON BANDERA

La oposición, según su análisis, “se apropió de la bandera”, con “una intención nacionalista distinta que era plantear que el nuevo gobierno no correspondía a las necesidades de un sector de la población, sector que defiende la continuidad de una manera de denominar la democracia y de vincularse con Estados Unidos y con otros países”.

Navarrete sostiene que el sector opositor “trató de utilizar la bandera como un elemento de identificación, pero perdieron la oportunidad”, porque usaron el tricolor con una intención negativa. Un símbolo patrio “se puede resignificar”, pero “su resignificación debería incorporar una connotación positiva. Tú no vas a tomar la bandera, con la que todo el mundo se identifica, y las vas a poner negra, porque ponerla negra automáticamente supone luto y muerte en nuestra cultura”. Es decir, “estás cargándola de una connotación negativa”, critica.

-¿Qué implica ponerla al revés?

-Es desafiar el símbolo. Ojo, no estoy en contra de desafiar símbolos, pero la pregunta es el para qué. En este caso se hizo para descalificar al Gobierno, pero creo que el efecto fue el contrario: el efecto fue exacerbar el nacionalismo y la identificación de la gente con el símbolo. Además, creo que la política comunicacional y la de propaganda política del Gobierno ha sido mucho más efectiva que la de ese otro sector. Por lo tanto, el Gobierno no solo tomó nuevamente la bandera, sino que se la quitó a la oposición.

-¿Cree que perdieron la oportunidad al ponerla de cabeza y pintarla de negro?

-Sí. También, al pelear que la octava estrella no debía ir y que el caballo del escudo no debía cambiar de dirección.

A juicio de Navarrete, el uso que hizo la oposición de este símbolo fue ineficiente, y para argumentarlo retoma las ideas del sociólogo francés Pierre Bourdieu, “quien habla de eficiencia simbólica para referirse a los símbolos que son capaces de producir discursos y prácticas acordes con las intenciones”.

Sobre el uso que hizo la oposición de la bandera para las elecciones de 2012, recalca que estaba “tan desasistida de elementos simbólicos que tuvo que recorrer a un símbolo contra el cual había atentado previamente”. De haber “tenido fuerza con la bandera negra, con la bandera de cabeza, con la bandera de siete estrellas, no hubiesen tenido que tomar la bandera tricolor de ocho estrellas”; la realidad es que tuvieron que “tomar la misma bandera que el Estado había legitimado, y que el proceso bolivariano había legitimado, y tratar de ponerla a su favor, lo que produjo una especie de confusión simbólica”.

Sin embargo, como el tricolor es el símbolo de la Quinta República, “lo lógico era pensar que era chavista, porque estaba en las chaquetas de los chavistas antes que en las de la oposición”.

-¿Fue un uso oportunista de la bandera?

-Obviamente, pero muy ineficiente, sumamente ineficiente. Ellos trataron de reapropiarse de la bandera, pero tú no te vas a apropiar de una bandera con la que simbólicamente perdiste la batalla.

-¿No tienen derecho a usarla como venezolanos?

-Totalmente. Tienen todo el derecho, pero no fueron capaces de recrear otro símbolo que les permitiera identificarse como colectivo político.

En su opinión, si los sectores opositores buscaban la confusión de la población “lograron lo contrario”, porque “la bandera de Venezuela se asocia con el proceso bolivariano, aquí y fuera de Venezuela, por lo que si quisieron reubicar la bandera en su contexto no lo lograron”.



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