3 de junio de 2014.- Los crímenes políticos ordenados o ejecutados directamente por Estados Unidos y sus aliados, como Israel, y las potencias occidentales son una constante en la historia. Desde el asesinato de Cristo, a manos del Imperio Romano, hasta nuestros días, hay una larga lista de líderes populares que, en secreto o abiertamente, fueron ultimados por el imperialismo.
El magnicidio de Chávez fue uno de estos crímenes, no cabe duda, sería absurdo pensar lo contrario.
Ahora, después de su muerte, entramos en turbulencia que amenaza con torcer el rumbo. Este ciclo histórico no puede terminar en fascismo, o en socialdemocracia, en pacto, eso sería otro magnicidio. Lo que resta a la Revolución es regresar al comienzo de este ciclo histórico y analizar las causas y consecuencias del magnicidio. Y tomar las medidas, las correcciones, necesarias.
Es inaudito que este hecho clave en la historia nuestra se deje pasar como si fuese algo inexplicable, inevitable, sin consecuencias, un capricho de raros dioses. Es una actitud equivocada. El Comandante tiene todavía mucho qué decir, tiene mucha fuerza para pelear, no es tiempo para confinarlo en el recuerdo, en las ceremonias, a las fotos en la pared. Así como Chávez trajo a Bolívar y a Cristo al combate contra las oligarquías, es tiempo de convocar al Comandante para que se ponga al frente de la batalla.