Caracas, julio 31 - Había exposiciones, música de calidad, arañas y café y una calidez en el ambiente sólo comparable con la expectativa de poder llevar en la piel la firma del Comandante Chávez. La rabo e cochino es tal vez la firma más tatuada en el mundo, y sin duda lo es en Venezuela.
La actividad, organizada por el ministerio de Educación Universitaria, fue en la torre OPSU, cerca de la plaza El Venezolano.
La cola comenzó a formarse desde temprano, y eso que la convocatoria más bien fue restringida porque ya se sabe de las multitudes que pueden quedar frustradas al no poder tatuarse por razones de tiempo. Aporrea se sumó a la invitación.
Los tempraneros tatuadores eran dos: Uncas Montilla y Bryan González.
Uncas, quien igualmente es caricaturista, pintor y militante vio de repente frente a él a una señora de la llamada tercera edad.
“Me llamó mucho la atención porque por razones generacionales es difícil ver a una persona de más de 70 años hacerse un tatuaje.” Y contó que hace meses, en una jornada similar, un señor de 78 años se hizo tatuar la firma del Comandante en la frente, cerca de la sien.
“Le pregunté a la señora cuántos años tenía y me dijo, con alegría, que tenía 76 años, mientras era observada por un gentío: chamos, periodistas, estudiantes y transeúntes”.
Uncas refiere que le preguntó dónde quería la firma y ella señaló un punto en su brazo. Allí comenzó a trabajar el artista.
Mientras la tatuaba le preguntó su nombre y ella le dijo que se llamaba Pilar Rodríguez.
La señora Pilar le hizo una confesión. “Menos mal que le hice caso a mi corazón. Yo no quería salir esta mañana. Yo usualmente salgo y llego a la plaza Bolívar a conversar con la gente porque se intercambian ideas y noticias. Pero no quería salir. De repente me dio la corazonada y salí. Quién me iba a decir que regresaría con la firma de mi Comandante tatuada”. Y suspiró.
Uncas le preguntó también si la habían entrevistado.
“Se me acercó una gente, me dijeron que eran de El Nacional. Se me han acercado otros y a todos he respondido con mis verdades".
Entonces, en medio de la faena, Uncas le preguntó:
¿Le duele el tatuado?
“No, hijo. Lo que me duele es que Chávez no esté”.