Entrevista al periodista Maurice Lemoine tras la publicación de su libro "Chávez Presidente"

Nota de Aporrea: Traducido para Rebelión por Juan Vivanco, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=18409

El título de tu última novela, Chávez Presidente!, resulta provocador si tenemos en cuenta lo mal que tratan los medios al presidente de Venezuela. ¿Es una biografía de «rehabilitación»?

Maurice Lemoine: No es una biografía de Chávez, sino lo que yo llamo una «docunovela». Los libreros la llamarán novela, pero en realidad es un documental. El título puede dar a entender que es un libro sobre Chávez, pero es simbólico de Venezuela: cuando se habla de Chávez se está hablando del proceso social. He querido contar la historia de Venezuela y, en particular, de la revolución bolivariana, con todos sus personajes. El propio Chávez, puesto que es el presidente (y el único personaje, junto con Bush, que sale con su nombre), pero también sus allegados, los movimientos populares y los militares, incluidos los que se rebelaron contra él el 11 de abril de 2002. He querido mostrar al lector lo que está pasando en Venezuela, que es apasionante, tanto en el aspecto social y político como en el humano. He querido introducirle de lleno en esta revolución. Por supuesto, en el libro Chávez no aparece como se le suele presentar: un dictador, un medio dictador, un populista, un nacionalpopulista, un nacionalpopulista tropical o incluso un primate, como ha escrito Adler hace poco (merecería una denuncia por racismo). Esos ya no son argumentos políticos, sino caricaturas.

No es un intento de rehabilitación, porque Chávez no lo necesita, sino sencillamente una explicación de la personalidad de Chávez a través de la revolución bolivariana y de su proyecto. Evidentemente, el narrador no esconde su simpatía por el personaje.

I: ¿Qué ventajas tiene escribir una historia así como una novela en vez de hacerlo en forma documental?

ML: Una revolución es un proceso político. No es sólo política y análisis, también son seres humanos, hombres y mujeres, es amor, es esperanza, y también historias de amor. He querido contar la verdadera vida y hacer que la vida coincida con la teoría política. Si lo hubiera hecho a la manera de Le Monde diplomatique —aunque es una forma muy válida— habría resultado un ensayo aburrido, serio, lleno de notas a pie de página. Me habría dirigido a ochocientos lectores muy enterados. Quiero dirigirme a un público más amplio y hacer que descubra este proceso político. Es la historia de una revolución con algo de novela policíaca, porque cuento el intento de golpe de estado del 11 de abril de 2002.

La novela da más libertad, hay cosas que puedo contar en una novela y no podría hacerlo como periodista, en especial cosas sobre la vida privada de la gente. Pues bien, en el libro hay momentos en que escenifico personajes cuya vida privada está en contradicción con sus ataques a Chávez. Por ejemplo, uno que siempre le está acusando de estar relacionado con la narcoguerrilla colombiana, y al mismo tiempo es un gran consumidor de cocaína. Hay algo perverso en esta actitud de acusación continua contra el presidente cuanto tú mismo trapicheas.

Mi cometido como periodista no es denunciar a nadie. Pero cuando ves lo que pasa en Venezuela te entran ganas de contar detalles de la vida privada de las personas que están en contradicción con sus posiciones públicas. La técnica novelesca lo permite, cambiando los nombres de los personajes.

I: Hay mucho rigor en la construcción de la novela, que produce una perfecta ilusión realista. ¿Puedes explicarnos cuál ha sido tu método de trabajo?

ML: Varios venezolanos que viven en París y han leído la novela me han dicho que, efectivamente, resulta creíble. La técnica es seria, aunque el modo de presentar las cosas pueda parecer poco realista. Viajé a Venezuela por primera vez en 1973, no es lo mismo que plantarte en el país como enviado de una redacción.

Estaba allí el día del golpe de estado, el 11 de abril de 2002, y me quedé cinco semanas en total, cuatro antes del 11 y una después. Un dato para la historia menuda, y para mi gran historia personal, es que me encontraba en el sitio crucial, el Puente Llaguno, donde los partidarios de Chávez se defendieron de los francotiradores que les disparaban. Les filmaron y dijeron que estaban disparando contra la manifestación pacífica de la oposición por orden del presidente. Pero yo estaba ahí, y en las fotos se ve que eran personas que se defendían de los francotiradores, y además la manifestación pacífica no pasaba por el lugar del tiroteo.

Antes del golpe de estado conocí a muchas personas de la oposición y pude conocer sus argumentos, y también a otros que eran chavistas, por supuesto. Después del golpe de estado volví a Venezuela y estuve indagando en el campo sobre la aplicación de la reforma agraria.

Varias semanas después del golpe, la Asamblea Nacional venezolana creó una comisión de investigación ante la que testificaron todos los protagonistas del mismo. Por allí desfilaron el propio Chávez, los militares golpistas, el presidente de la patronal Fedecámaras, que tomó el poder, los militares que defendieron a Chávez, todos testificaron. Se redactó un informe de 800 páginas y lo he leído entero. Todo lo que pongo en boca de mis personajes lo dijeron realmente, me he limitado a escenificarlo situándolo en su momento. También busqué lo que decían las personas de la oposición en las secciones de cartas de los lectores de los periódicos. Después del golpe no me ven con buenos ojos y me resulta más difícil entrevistarme con ellos, aunque cuando lo hago ya no me llamo Lemoine.

Si digo que es una docunovela, es porque también es un documento. Por supuesto, una parte de los venezolanos dirán que las cosas no son así, porque lo que cuento no favorece a la oposición. Pero los venezolanos simpatizantes de Chávez que están en París, reconocen a su Venezuela.

Mi propósito era reflejar la opinión, que nunca se escucha porque nunca van a verles a los barrios populares, de las personas que defienden a Chávez, de los desheredados, los campesinos. No es muy normal que en Francia los artículos más objetivos sobre Venezuela los publique Le Figaro. Es escandaloso que en Le Monde y en Libération, se esté o no de acuerdo con la manera de gobernar de Chávez —que tampoco es peor que la de Chirac en Francia, Zapatero en España o Schröder en Alemania—, presenten a Chávez como un dictador, como un peligro para América Latina, eso es contar las cosas al revés.

I: ¿Qué futuro el ves a esta revolución bolivariana, en Venezuela y en América Latina, cuál es el papel de Chávez?

ML: La revolución bolivariana no es una catedral ideológica con sus textos sagrados. Es una revolución que se hace día a día, sin grandes teorías pero teniendo en cuenta todos los fracasos de las revoluciones anteriores, las circunstancias y la época. Ha cometido errores y aún puede cometerlos. Está llena de contradicciones y se le pueden objetar muchas cosas, incluso desde la izquierda. Acerca de la democracia participativa, por ejemplo. Se ha declarado un conflicto entre la base social y el partido del presidente, que ha impuesto candidatos en las elecciones, mientras que la base quería escogerlos.

La revolución siempre es un proceso en construcción. No hay que fantasear, sino ver los resultados. Es verdad que, de momento, la revolución bolivariana no ha reducido macroeconómicamente la pobreza en Venezuela. Según los criterios del FMI y el Banco Mundial se podría decir: «ya ve, en Venezuela no se ha hecho gran cosa». Pero hay una serie de fenómenos que no se pueden pasar por alto. En particular, una politización importante de quienes hasta entonces habían sido marginados por el sistema, es decir, el 70% de la población, los pobres, sobre todo gracias a la labor pedagógica de Chávez. Una labor muy controvertida, porque pasa por su relación peculiar con el pueblo, cuyo ejemplo más destacado es el programa «Aló Presidente», en el que habla durante horas. Más allá del aspecto folclórico del personaje, de su actitud, lo que hace es una verdadera educación cívica.

Hoy día, en los barrios populares de Caracas o en el campo, la gente conoce la constitución. Ahora reclaman sus derechos, con Chávez o sin él. Chávez es un hombre que ha consolidado una clase social, le ha dado una columna vertebral y la prepara para asumir nuevos retos en el futuro, aunque él ya no esté.

En el plano de los resultados concretos están las famosas misiones, una vez recuperado el control de la industria petrolera, que se ha puesto realmente al servicio de un proyecto social. En 2004 PDVSA, la compañía petrolera venezolana, aportó directamente 3.400 millones de dólares a los planes sociales. Algunos se lo reprochan a Chávez, diciendo que está llevando PDVSA a la quiebra en vez de invertir y que derrocha el dinero con el pueblo. Todo esto se discute y forma parte del debate político, pero es un compromiso que estaba incluido en el proyecto inicial de Chávez. Venezuela tiene la suerte de ser un país petrolero y Chávez lo tiene más fácil que en Perú, por ejemplo, si el día de mañana hubiese un intento de transformación social, o en Nicaragua, que produce piñas tropicales y algodón.

Las misiones son de sobra conocidas. La labor de los 18.000 médicos cubanos que viven en los barrios populares y reparten medicinas gratis, no es moco de pavo. La apisonadora neoliberal había desmantelado completamente la sanidad pública, con colas interminables para ser atendido en un hospital y 18 dólares por la visita de un médico.

La alfabetización ha alcanzado a 1.300.000 personas. La misión Ribas, para que los jóvenes que habían dejado los estudios secundarios los reanuden con la ayuda de una beca, no es moco de pavo.

La ley de tierras, es decir, la reforma agraria, tres millones de hectáreas repartidas entre 150.000 familias, no es moco de pavo. Esas personas que hasta ahora no tenían tierra y empiezan a producir para su subsistencia pero también para el país (que importaba hasta el 70% de los alimentos), no son moco de pavo.

Nada de esto aparece todavía en las estadísticas macroeconómicas, pero no creo que sea demagogia afirmar que un pobre con acceso a la sanidad es menos pobre que antes. Que un pobre con acceso a la educación es menos pobre que antes, porque tiene más armas para defenderse. Por eso se puede afirmar que en Venezuela hay avances sociales reales.

Y por eso, evidentemente, Chávez extiende su influencia fuera de las fronteras venezolanas. Además, en América Latina se ha producido un desplazamiento del centro de gravedad política con la llegada de presidentes, digamos, «socialdemócratas» (con todos los defectos y las virtudes de la socialdemocracia), como Kirchner en Argentina, Lula en Brasil y Tabaré Vázquez en Uruguay.

Chávez, sin duda, es el más radical, y los presidentes que le rodean deben tenerlo en cuenta, porque es infinitamente más popular entre los Sin Tierra brasileños o los piqueteros argentinos que los presidentes Lula y Kirchner.

Uno de los grandes problemas de Brasil es la reforma agraria. El campesinado brasileño espera esta reforma y Lula no acaba de hacerla. Chávez ha demostrado que con voluntad política se puede hacer, apoyándose en los sectores populares. Visto así, Chávez sí que es, como dice Condoleezza Rice, «un perturbador continental». Es un aguijón para Lula, Kirchner, Vázquez y todos los demás.

Como América Latina se ha escorado a la izquierda, en estos países hay un intento de resistencia a Estados Unidos y en concreto al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Estaba previsto que el ALCA echara a andar en enero de 2005, pero todos comprendieron que era un proyecto hegemónico y que la economía estadounidense iba a engullir las de los países latinoamericanos. Este bloque de resistencia procura organizarse y tiene como horizonte (lo cual no significa que vaya a realizarse) el ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas propuesta por Chávez, que de momento se limita a Cuba y Venezuela. Porque la política venezolana está reintegrando a Cuba en el concierto de las naciones lationamericanas, lo cual es positivo, al margen de lo que se piense del régimen cubano. En materia de derechos humanos, cuando vemos realmente lo que pasa en América Latina, Cuba no es lo peor. Se pueden tener reservas sobre el tipo de poder, pero si se trata de violaciones de los derechos humanos, todavía hace un par de meses la policía brasileña ha matado a 21 personas en una favela de Río. Imaginemos la que se armaría en todo el mundo si la policía cubana matara a 21 personas en un barrio popular. Sería el acabóse, pero como ha pasado en Brasil pues ya se sabe, la democracia tiene sus cosillas...

Bolívar fue quien liberó América Latina (Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú) del yugo español, y quería unificarla. La alternativa bolivariana empieza a concretarse con la primera emisión de Telesur, el pasado 25 de mayo. Es una cadena de televisión destinada a contrarrestar la influencia de la CNN. Sus principales accionistas son hoy Venezuela con el 50%, Cuba, Uruguay y Argentina. Se espera que Brasil se sume dentro de poco.

También hay un proyecto de compañía petrolera latinoamericana que se llamaría Petrosur, en el que participan de momento Venezuela, Argentina y a medio plazo Brasil, con Petrobras.

Para quienes sueñan desde hace mucho con una integración latinoamericana capaz de hacer frente a la superpotencia norteamericana, es una gran noticia. Después el debate será como en Europa: ¿qué clase de integración? Las diferencias de criterio son las mismas: Chávez ha dicho que Mercosur (el mercado común del sur, que agrupa a Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) es una unión meramente mercantil, y que lo que se necesita es una unión social.

Por primera vez existe una corriente antiliberal que pretende articular la integración latinoamericana en un verdadero proyecto social. Se comprende que los estadounidenses vean con malos ojos la creciente influencia de Chávez, el adalid de la resistencia latinoamericana al modelo liberal.

I: ¿La eventual desaparición de Chávez cambiaría las cosas?

ML: Hay un proceso en marcha, no se pueden hacer pronósticos, pero tenemos los precedentes históricos. ¿Quién iba a imaginar que en Nicaragua, después de la revolución sandinista, vendría una contrarrevolución tan radical y tan brutal?

En Venezuela hay una carrera de velocidad, y la revolución bolivariana sin Chávez ya no sería lo mismo. La apuesta de la oposición, a escala nacional, y de Estados Unidos, a escala internacional, consiste en derribar a Chávez y al gobierno bolivariano antes de que se desarrolle el movimiento social y surjan los dirigentes populares que el día de mañana puedan encabezar al movimiento social y tomar el relevo. Hay cuadros, pero todavía son pocos. Es evidente que si Chávez desapareciera en circunstancias anticonstitucionales se entraría en un periodo de caos, desórdenes y «colombianización» con guerrillas incluidas.

I: Colombia es un obstáculo para el avance del proceso en América Latina. ¿Cómo ves la evolución de Colombia en relación con el proceso venezolano? ¿Tiene influencia en Colombia la revolución bolivariana?

ML: Según el dicho periodístico, Colombia es el Israel de Latinoamérica. Sin duda hay una oposición frontal entre Colombia y Venezuela, aunque el juego diplomático reduce de vez en cuando la tensión entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez. Pero es interesante recordar que durante el cierre patronal que duró 63 días, entre diciembre de 2002 y enero de 2003, cuando la oposición venezolana quiso paralizar el país y sembrar el caos en la economía, los sindicatos petroleros colombianos se solidarizaron con el gobierno bolivariano y acudieron a Caracas para mostrar su apoyo al presidente Chávez. Fue un gesto valiente, porque es sabido que Colombia es el país más peligroso del mundo para los sindicalistas.

Colombia está en un atolladero militar debido a la política guerrera de Álvaro Uribe, que sólo quiere negociar con los paramilitares fascistas. Pero hay fuerzas sociales de izquierda dispuestas a abrazar la causa de Chávez y sumarse al empeño bolivariano de lograr una América Latina social, integrada y unida. Aunque el conflicto armado y la represión las han reducido al silencio, esas fuerzas están ahí.

Uribe no tiene asegurada la reelección en 2006. Los medios nos cuentan que la población colombiana respalda masivamente a su presidente. Pero fue elegido con el 52% de los votos y un 53% de abstención, es decir, por menos del 25% de los colombianos. El año pasado convocó un referéndum y cosechó un tremendo fracaso. En el terreno militar, la guerra total contra las guerrillas no da resultado, lo que le hace perder la única legitimidad que tenía. De modo que en Colombia, si las condiciones lo permiten, es decir, si no hay una matanza sistemática de opositores, incluidos los moderados, ejecutados por los escuadrones de la muerte, hay fuerzas de izquierda dispuestas a abrazar no tanto la causa de Chávez como la causa bolivariana, es decir, la de una América Latina social con un proyecto de reformas y un proyecto de unidad latinoamericana.

I: ¿Cuáles son los principales obstáculos y problemas de la revolución bolivariana? ¿Puede acabar esta revolución con el aparato del estado anterior y con la burocracia?

ML: El objetivo que proclama la revolución bolivariana es la democracia participativa y protagónica. Chávez habla de «revolución en la revolución». Es consciente de todos los problemas. Lo que está en juego son los plazos, la relación de fuerzas y el pragmatismo. Mi impresión es optimista, porque en Venezuela el debate es permanente y el proyecto de revolución bolivariana mantiene sus metas, en especial la de una amplia participación popular. No hay milagro venezolano, sino una dinámica. Cuando hablas con representantes del movimiento social en los barrios, te dicen: «por suerte hemos logrado infiltrar a uno de los nuestros, Chávez, en el gobierno». Chávez es el motor, detrás de él hay resistencias, no todos son revolucionarios, ni siquiera en el gobierno. Dada la rapidez con que la revolución bolivariana se hizo con el poder, es evidente que junto a los verdaderos revolucionarios se colaron oportunistas. Además, el aparato del estado, y en especial los servicios públicos, está copado por la oposición, porque no se ha optado por las depuraciones en masa, que habrían creado mártires e injusticias. Para la reforma agraria, los funcionarios siguen teniendo vínculos directos con los terratenientes. Porque la corrupción no ha desaparecido, ese es el gran reto de Chávez. El lastre es enorme. Por eso ha establecido una relación directa con el pueblo. Le llaman populista porque a menudo tiene que sortear el aparato del estado.

I: ¿Qué piensas del debate que hay ahora en Venezuela sobre el socialismo, con Chávez citando a Trotski...?

ML: Chávez es como una esponja. En marzo dijo que había que «inventar el socialismo del siglo xxi».
En esas estamos todos. La recomposición de la izquierda, necesaria tras la victoria del no en el referéndum constitucional, también requiere esa invención del socialismo democrático del siglo xxi. Si pensamos en el revuelo que ha levantado la victoria del no, podemos imaginar lo que representa esta afirmación de Chávez, un presidente que ha sufrido un golpe de estado y un intento de sabotaje económico en un país productor de petróleo, para América Latina. Es valiente, y sólo por eso merece la pena ponerse de su lado.
Inventar el socialismo del siglo xxi es un verdadero combate y un desafío apasionante.

Maurice Lemoine es periodista de Le Monde diplomatique.



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