Estamos ante unos gobernantes que o ignoran lo que ocurre, lo cual es muy grave, o no asumen ninguna responsabilidad por las graves limitaciones y fallas existentes no sólo coyunturalmente, sino estructurales. Es insólito como los problemas resultados de la negligencia oficial se les endilga, con la cara muy lavada, a de la derecha oligárquica, a las acciones conspirativas del imperio o a la preparación de un golpe de Estado, el cual puede ser de distintos tipos: eléctrico, inflacionario, estadístico, cambiario, acuático, universitario, económico, acaparador y cualquier otra versión que se les ocurra.
El éxito de Chávez arranca al aceptar su fracaso el 4 de febrero de 1992 y dejar ver, con el “por ahora”, que continuaría actuando en el mismo sentido. Asumió su responsabilidad, cosa que ya nadie hacía en la Venezuela adeco copeyana. Sus gobiernos habían quebrado al país, privatizado activos estratégicos y se preparaban para privatizar la industria petrolera, pero no eran responsables de nada. Instrumentaron un paquete neoliberal que profundizó la miseria, pero no tenían la culpa del mismo. No tenían nada que ver con el desabastecimiento, la devaluación permanente, el control de cambios, los bajos salarios.
Las culpas se las achacaban a la crisis económica mundial, la caída de los precios petroleros y cosas por el estilo. En esto, y he aquí un parecido adicional con lo que sucede hoy, tuvieron también el apoyo de Fidel Castro, quien en su visita a la coronación de Carlos Andrés Pérez en 1989, quiso convencer a los grupos de izquierda, con los cuales se reunió en el Hotel Eurobuilding, que Carlos Andrés Pérez no era responsable de las medidas económicas que tendría que tomar, pues no existía ninguna otra salida ante la grave crisis que vivía nuestro país. Nada de esto me lo contaron, fui testigo directo pues asistí a esa reunión y lo oí con mis propios oídos.
El gobierno actual ha llegado al extremo de decir que la corrupción existente es obra de la oposición, como si ésta administrara los recursos multimillonarios de la renta petrolera. El robo descarado en el SITME (20 mil millones de dólares), el desvalijamiento de FONDEN (130 mil millones de dólares), las pérdidas de PUDREVAL, los numerosísimos apagones eléctricos, la incontrolable devaluación monetaria, el aumento de la mortalidad materna e infantil, el regreso del analfabetismo, el incremento inaudito de la tasa de homicidios, entre otros, son obra de una contrarrevolución poderosísima. “Sí Luis” le está diciendo el pueblo venezolano y no se han dado cuenta.