Desde Ulíses, Gengis Kan, el Quijote, Gulliver, Marco Polo y Rafael Hitlodeo (navegante de la Utopía), Alejandro Magno, Colón y Bolívar, no habíamos escuchado de tanta pasión e interés por los viajes como el que hoy se ha despertado en Venezuela. De acuerdo a la literatura de aventura, quienes decidían salir de sus terruños generalmente los hacían como profetas, conquistadores, aventureros, diplomáticos, libertadores, eran tiempos en los que se necesitaba ser verdaderamente valiente sin que faltara un toque de locura.
Para hablar de otro tipo de viajero y confirmar la casi histeria colectiva que el tema ha generado, les cuento de una experiencia vivida en un típico café de panadería un domingo por la mañana. Un señor con sombrero texano con voz de trueno clamaba: “viajar era antes una manifestación de distinción, ahora, y por eso detesto el chavismo, viaja hasta el hijo de la panadera.”… el portugués que lo venía escuchando no le agradó mucho el comentario y de inmediato le replico medio en serio, medio en broma: “mais respeito, mais respeito, mi madre amasa el pan que vocé come”. Si nos olvidamos de la expresión discriminatoria del grandulón, efectivamente, hoy viajan por todo el mundo venezolanos que años atrás solo lo hacían en sueños. Puedo dar testimonio de un grupo de maestras jubiladas que tienen en Mérida un club de viajeras; cada año hacen turismo en países distantes que antes de la revolución solo conocían en el pizarrón de la escuela; en pocos años ya han visitado Estados Unidos (por supuesto), México, Argentina, Israel, Lourdes (Francia) y el Vaticano. Por cierto, algunas de ellas aseveran que el país está muy mal. Igual conocí en un centro comercial de Barquisimeto a una artesana que con todo orgullo dice haber sido enviada por el gobierno venezolano a representarnos en muchos eventos internacionales pero igual detesta la revolución. Más grave, el caso de una dama entrada en años que fue sanada de una grave dolencia en Cuba con tan buenos resultados que pudo cargar unas cuantas bolsas de basura para las guarimbas. ¡Ergo!, la guerra de IV generación si existe y ha hecho estragos en Venezuela.
Ahora bien, viajar no es malo, todo lo contario, hacerlo puede significar un abrir de ojos hasta aprender a valorar tanto otras culturas como la nuestra. Lo malo es cuando se viaja como delincuente con dólares de SICAD para luego reingresar con ellos al mercado negro y encima, con cinismo extremo despotricar de su país. En el caso de los estudiantes y profesional migrantes que deambulan por el mundo con la misma actitud antipatriota valdría la pena que recordaran lo siguiente: 1. Si han logrado el ingreso a un buen trabajo o post grado en el exterior significa que la educación en Venezuela es de excelente calidad 2. De haber nacido en otro país, difícilmente hubiesen alcanzado el nivel académico que hoy ostentan, y que ha sido gracias a la educación gratuita, inclusiva y de calidad que la revolución brinda a su juventud. 3. Los viajes que tienen en suerte haber realizado son subvencionados con dólares preferenciales que el gobierno asigna para estos fines. Si alguien osara decir que es obligación del Estado o que él precisamente merece tal apoyo, estaría cayendo en un acto de miserable discriminación como de estúpida y patética arrogancia. Estas consideraciones y un poquito de humildad podrían despertar en estos últimos el noble sentimiento del agradecimiento, tan ausente en los viajeros venezolanos de hoy en día.
Por último, para todos aquellos que viajando con toda estas ventajas aún se quejan, valdría la pena parodiar la sabia conseja del lusitano. “más respeto, más respeto, mi madre Patria amasa el pan que tú te comes”.
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