La cola nos atrapó

El venezolano no había internalizado tanto lo que hoy representa hacer cola, pues siempre lo veía en otros países y en los medios de comunicación.

La cola atrapó al venezolano en una forma casi desenfrenada y taciturna, convirtiéndose poco a poco ya en una costumbre a la que pareciera no poderse escapar, siempre con un dejo de nostalgia y de recuerdos por esos tiempos idos.

Hay quienes quieren intencionadamente hacerle creer al común de los mortales que las colas se hacen solo en lugares e instancias del gobierno y de allí que han logrado generar una matriz de opinión que les produce algunos dividendos políticos.

Pero no, ya la cola esta tan “institucionalizada” y “democratizada” que pasó a formar parte de la cotidianidad del ciudadano, si se va a lugares privados también hay que hacer cola y si no fíjense en lo que están convertidas las clínicas, los centros comerciales, los abastos, supermercados de cadena los cines, los lugares de comida, los bancos y cualquiera otra que usted se quiera imaginar.

Una señora protestaba recientemente en una clínica privada porque llevaba tres horas y el medico tenía tantos “pacientes – clientes” que ya se hacía insoportable el cansancio, además de haberse anotado muy temprano en una lista que los mismos pacientes van haciendo y a pesar de estar bien apoltronada viendo tv y durmiendo cuando los demás pacientes se lo permiten, con muchas ganas de orinar, pero si se va al baño pierde la silla; en fin, toda una odisea que es muy probable le genere algunos trastornos de salud que mas adelante tendrá que tratarse con otro especialista.

Y acotaba la señora, lo más machiro es que además de hacer esta cola, debo pagar por la consulta no menos de mil bolos, y es que así anda la salud en todo el país; otra señora se mete en la conversa y termina de armar el rompecabezas de la asistencia en salud en Venezuela, agregando, en los hospitales, ambulatorios y CDI es la misma vaina, no se paga pero igual da con el servicio y la atención, con menos comodidades y pocas sillas, y cuando las hay, son de hierro, que como dice la gente, cobran impuestos por usarlas; además la larga espera a que llegué el doctor que esta retardado por tanta cola, pero no de vehículos, no…! de pacientes - clientes que tiene en su consultorio privado.

En las instituciones bancarias los viejitos o la llamada tercera edad (que por algún motivo no tienen la tarjeta electrónica) si qué es verdad, es mal tratado por los cajeros apoyados por los gerentes, a pesar de que hay una taquilla “ique exclusiva para la tercera edad” la dedican también para hacer transacciones jugosas a mensajeros que descaradamente le mojan la mano con un billetico marrón por cada operación, y es tal el descaro, que si el viejito de turno los está viendo, montan el teatro y con un vozarrón de locutor le dicen: épale, solo te puedo hacer una transacción, pero al pasarle la paca de billetes va su mesada y ahí se vuelve un corderito, empieza a preguntarle con voz hasta melodiosa por la familia, y si es una muchachita de esas bonitas y agradables que van en pantaloncito corto, se babean preguntándole si tiene novio y cuando se pueden ver para tomarse un café; todo esto transcurre mientras la modernidad de la maquina cuenta la ruma de billetes; y el pobre viejito sigue en la cola pendiente que no se le cuele otro en la que lleva una hora y pico, pidiéndole al Santo Cristo de La Grita, para que lo atiendan.

Y Cuando al abuelito le toca su turno, el susodicho cajero, le entrega ni más ni menos la platica de su jubilación en billetes de 10 y 20 bolívares, alguien comenta que los billetes de 50 y 100 se los llevan para “El Cambiazo” de manera que este viejito, quien dedicó su vida a trabajar por este país, sale mas asustado que toro en novillada de pueblo, con un fajo de billetes que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, pero que si hacen bulto.

Esta es la Venezuela de estos días, llena de la más profunda discordia donde cada quien pareciera querer hacer lo que le viene en gana, aplicar la regla del más vivo y que la ley de la selva sea la solución a sus problemas; por esta vía vamos derechitos a un profundo despeñadero social de incalculables consecuencias, a las que llegaremos y solo quedaran las lamentaciones, de esta cola que ya nos atrapó.


humogria@gmail.com


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Juan Alberto Sánchez García


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