Grito llanero

Anatomía de una cola

Hay colas ¿quién lo niega? en nuestra vida diaria. Colas para adquirir alimentos, cosméticos, colas en bancos, restaurantes, discotecas y, nos cuentan, hasta los oligarcas hacen cómodas y virtuales colas para adquirir los bienes suntuarios que les caracterizan como ricos. Los burgueses sin plata, esa rara especie creada por una cultura manirrota que exacerban los medios de comunicación y potencia el bajo nivel cultural, hacen cola en centros comerciales para chupar vidrieras. Ni se diga que en cada cola el inocente, o vivo cazaguire que la haga, es víctima oficiosa de los maltratos de quienes ostentan el circunstancial poder de expender un bien necesario.

Llégase al colmo de que hasta el ayuntamiento carnal, ese que sacian amantes furtivos en moteles y similares, también es precedido por una frígida o impotente cola.
Por eso este escribidor, víctima también de esta ladillosísima institución, ha decidido poner su coco al servicio de estudiar tal fenómeno y se adentra, con más diletancia que razón científica, en ese mundo de las colas, filas o como se llamen.

Debemos decir antes que todo que en los países o sitios donde no hay colas debe su temperamento ser movido de inmediato a la sospecha. Donde hay anaqueles repletos de mercancías, muy probablemente hay familias con sus despensas vacías. En EE.UU por ejemplo, Meca del consumismo más alienante y publicitariamente embrutecedor, usualmente languidecen los dependientes de las tiendas que pueden ofrecerle (como me dijo un amigo pitiyanqui) hasta 15 variedades de mondongo. De casi 320 millones de habitantes de dicho país, 50 millones se encuentran atenazados por el hambre y hacen colas, (sí: hacen lacerantes colas) en los servicios benéficos que dispensan comida o cupones solidarios para adquirirla. No se mencione el atroz estado de la desnutrición infantil, que jamás verá por CNN, ni las muertes diarias de indigentes, ancianos y personas vulnerables que son recogidos en las calles víctimas del hambre y el frío, es decir, por la exclusión social. Sí hay colas en las cárceles de Fergunsson y demás localidades donde, aún en el siglo XXI, las personas mueren por tener un color de piel que no agrada a las clases dominantes.

Vaya a un banco en España. Impecables, lujosamente diseñados y provistos de la más alta tecnología. Da gusto meterse y ser atendido en uno de ellos y hasta es posible que una muy salerosa hispana le atienda con gracia y prontitud. ¡No hay colas en los bancos del Reino de España! Y no hay, sencillamente, porque el pueblo carece de plata para depositar o retirar, hecho trizas por un demoledor 25% de desempleo que, entre otras cosas, ha hecho devolverse como chivos esnucaos a miles de emigrantes venezolanos.

En Colombia, desde donde nos llega el oropel de RCN que dibuja un sistema de oligarquías perfectas e ilustradas, probablemente tampoco haya colas para adquirir alimentos, con un pequeño y aterrador detalle: reporta la Unicef que 595.000 menores de 5 años están desnutridos. Agréguese a esta dramática cifra el hambre en la Colombia negra, indígena, campesina y las colas que día a día se hacen, sin esperanza, para averiguar a donde fueron a parar los más de un millón de muertos de un anciano conflicto que nació justamente por la exclusión de unos seres humanos por otros, no tan humanos.

Sin embargo sorprende que compatriotas que visitan el país vecino documenten melifluamente sus anaqueles repletos y su oferta de calzados, pantaletas e interiores que nos disparan desde sus trincheras publicitarias. No obstante, aunque no es raro encontrarse un neogranadino en Venezuela despotricando de nuestro gobierno y sus instituciones ¡No hay colas de los más de 5 millones de colombianos que viven en Venezuela para devolverse a su país! Todos, sin excepción y por culpa de Chávez, disfrutan de la inclusión social que es sólo posible en socialismo.

Dejamos claro que no es este un artículo que enaltezca las colas ni irrespete la natural indignación que las mismas nos provocan, ni niegue los problemas que ocasiona la burguesía importadora, la corrupción y el rosario de madrazos que debemos dar o recibir para acceder a bienes y servicios. Es tan sólo la documentación de una faceta global, sistémica, que nos dice que hay una inteligencia macabra que conspira contra nuestro país plantando una guerra económica, que somos un gobierno que va a Dios rogando y con el mazo dando, y que como pueblo soportamos una que otra molestia sabiendo que aquí, en la Patria Venezuela, se construye un sistema cuya fin, eje y centro es el ser humano.


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Pedro Gerardo Nieves

Autodidacta. Comunicador popular, coordinador de la Brigada de Agitación, Propaganda y Comunicación Florentino del PSUV Barinas, vocero de la Guerrilla Comunicacional Florentino, delegado de formación de la Escuela Nacional de Formación Socialista "Hugo Chávez" del PSUV.

 pegenie@hotmail.com

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