Pocas semanas atrás advertimos que el Simadi traería más problemas que soluciones. Desgraciadamente el tiempo nos dio la razón. Los motivos del desastre reposan en un documento de obligatoria lectura cuyo contenido es muy sencillo y concreto y vale la pena difundirlo.
Cuando nació el Sistema Marginal de Divisas a mediados de febrero 2015, la informal página Dolartoday.com. lo promediaba en 180 y pico Bsf. Actualmente al inicio de marzo de 2015 se ha cotizado en 284 Bsf y se perfila a sobrepasar los 300 Bsf. Los salarios no van al ritmo del dólar pero el precio de todos los productos sí. Y Venezuela importa casi todo lo que consume. Es decir, ha estallado una crisis económica de consecuencias impredecibles.
Lo dijimos, el SIMADI no estaría cumpliendo con el objetivo de contrarrestar al mercado negro, buscando atraer a potenciales compradores de dólares y de ese modo arrancarle clientes a los especuladores de la economía para erradicarlos definitivamente. Más bien se está dando legitimidad y legalidad a los cálculos de estos traficantes inescrupulosos y a la construcción de toda una economía paralela que en Venezuela se encuentra en vías de consolidación.
Sólo incrementando la producción nacional de bienes y servicios, se extermina la necesidad de dólares que hoy padecen millones de venezolanos que saben que la moneda nacional se devalúa rápidamente en sus manos frente a una terrorífica inflación. Es por ello que buscan la moneda gringa para protegerse de la calamidad inflacionaria, no se trata sólo de vagabundería sino también de supervivencia en un país donde la improductividad y el rentismo petrolero han generado un estado de necesidad del cual cada quien busca salir como puede, anárquicamente.
Entonces, el dólar negro ya no sólo es un negocio en Venezuela, desde la muerte de Hugo Chávez se ha convertido en una nueva cultura ya que todas las clases sociales se hallan seducidas por los billetes verdes. El obrero humilde tramita su cupo electrónico para vendérselo al miembro de la clase media. El de la clase media usa el cupo viajero para irse al Caribe o a Ecuador y venirse al siguiente día con los bolsillos llenos de verdes en efectivo para venderlos clandestinamente, además usa cupo de internet para comprar ropa y otras cosas por Amazon o Ebay y luego lo trae por Liberty Express. El sujeto de clase alta establece negocios de mayor cuantía con el gobierno, recibe dólares preferenciales para importar alimentos y medicinas pero en realidad le da otro destino a las divisas (vendiéndolas en mercado negro o importando bienes suntuarios) para obtener altísimas ganancias fraudulentas en perjuicio de un pueblo que padece creciente escasez de productos vitales.
Así pues, la oferta del gobierno a través del SIMADI debe ser sustancialmente menor al monto fijado por el mercado ilegal para realmente erradicar a ese mundo clandestino. Debe por lo menos ser la mitad de lo que proponga DolarToday, Lechuga Verde y todos los demás. Pero sobre todo hay que minimizar la cantidad de petrodólares que se desvían para compras no esenciales, es decir, que no son para alimentos y medicinas.
En resumen, si el SIMADI no puede ofrecer dólares a precio razonable (y tal vez eso no sea matemáticamente posible en una Venezuela agobiada por crisis económica), es mejor que desaparezca de una vez antes de seguir dando el mal ejemplo de legitimar las tasas del mercado negro. El mercado negro siempre podrá ofrecer mayor cantidad de dólares que los que promete el Estado venezolano y que luego reparte marginalmente a cuenta gotas, pues mientras los bajos precios del petróleo han dejado a Venezuela sin petrodólares, las fuentes que alimentan al mercado negro son infinita pues responden a diversos orígenes y continúan en permanente crecimiento en el mundo globalizado. Definitivamente que la pelea entre SIMADI y mercado negro es una pelea de burro con tigre.