Mi sobrina, los bachaqueros y las decisiones

Razón como que tiene todo el que aspira vivir bien y está en el interior del país y dice: “pa’ Caracas, ni loco”. Y ya verán por qué.

Regresé la semana pasada de Margarita y como mi hermano me pidió el favor de traer a su hija de regreso a donde vive con su mamá, pues accedí, sin pensar si quiera en qué lío me estaba metiendo.

Ella vive en Terrazas del Ávila. Llegamos a eso de las 6:15 de la tarde. Y cuando tratamos de atravesar desde La Urbina hasta la Redoma de Petare para subir a Palo Verde, allí comenzó la odisea. Me salió el diablo y toda su cohorte. Los espíritus malos. Mi mente voló a una amena conversación que sostuve con un vacacionista en la sabrosita playa del hotel Concorde, y recordé cuando me dijo: “mi pana, ni de mandamás regreso pa’ Caracas”.

Caos, anarquía, muchedumbre desbordada, producto de la desidia y falta de planificación de quienes por años dirigieron los destinos de ese pueblo, que en su mayoría es noble pero que se ha visto apartado por una oleada, minoritaria pero furiosa, de forajidos, malhechores y parásitos, con lo que han tenido que desarrollar una lógica lucha en aras de la supervivencia.

Es decir, que costumbres y modos de minorías se han impuesto sobre las mayorías, lo que ha generado el tormentoso desorden visual de Petare en horas pico, y en otras no tan claves.

Lo cierto es que el paisaje que viví ese día al igual que una obra surrealista observé desde el mismísimo cielo cómo cae un millardo y pico de motos que transitan por las aceras, por la calle, en sentido contrario, comiéndose la luz, haciendo caballitos, sin luces, sin placas, sin cascos sus tripulantes, peatones que por excesiva cantidad rebasan las aceras y caminan unos contra otros fuera de los brocales y en medio de las avenidas, cruzan fuera de las esquinas y del rayado o se atraviesan sin respetar señales de tránsito que los innumerables semáforos disparan al azar, lo que da “luz verde” a los malandros motorizados y a los conductores de vehículos particulares, como yo, que por cansancio, temor o viveza, rodamos porque “pa’ lante es pa´allá”, sin importar nada de nada.

Sabemos que la grandísima mayoría de los habitantes del sector son ciudadanos de bien, ejemplares trabajadores, estudiantes y atletas, pero algo ocurre en sus personalidades cuando suena el timbre de llegada a casa.

Es como si la hora, la sobra de gente, la desesperación por llegar, la competencia sana o insana, colocara en un sinnúmero de convivientes un chip infectado de los peores virus, de esos que sacan a relucir bajos instintos y malos modales.

Ni siquiera nombro a las busetas o a los jeeps de la rutas troncales, que transportan a millardo y pico de pueblo que, casi en su totalidad, muy desorganizadamente espera su turno para abalanzarse sobre esos vehículos esperando contar con suerte para  conseguir un espacio donde reposar sus cansados y sudados culos (producto del fin de cada jornada) para emprender camino cerro arriba hasta el respectivo “gajo”.

Otro millardo más, también desorganizadamente, espera un chance para llenar un funicular del cabletrén. En ese gentío es igual ser un chamo que un viejito que una preñada que tercera edad que invidente que discapacitado; es lo mismo. Nadie considera a nadie. Cero respeto…

Amén del otro millardo humano que transmutado en río de gente  cual salmones suben contra corriente, a pie, rumbo a sus hogares.

Con todo este panorama, medianamente descrito, no hemos llegado a lo peor: ante los ojos impotentes, (quizás insuficientes) y hasta cómplices, de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, del pueblo mismo pues; y de Policías Nacionales y de la alcaldía de Sucre, millones de montones de productos de primera necesidad se exhiben reposando en lo que queda libre en las aceras de toda esa área circundante a la Redoma de Petare.

Libre entre comillas: sepan que cada espacio de esos está delimitado y tiene un costo que cobran las mafias disfrazadas de pueblo organizado con anuencia de uniformados de ambos bandos.

Allí mandan los otrora honestos trabajadores de la economía informal, hoy dañinos  bachaqueros, que a precios delincuenciales saquean el bolsillo del pueblo necesitado que no tiene tiempo para hacer colas en grandes cadenas de automercados privados o del Estado ni en ningún lado, porque tiene que trabajar duro “pa’ llevar la papa pal’ rancho”.

Cuando Bolívar maldijo a los militares que dispararan contra su pueblo, quiso decir muchas cosas más, porque es tan dañina una bala contra alguien como estas acciones criminales que apuntan contra los más débiles: niños, ancianos y las mujeres sostén de hogar.

Por ello, bolivarianamente decretamos: malditos sean los bachaqueros y quienes los amparan.

Sin ánimos de promoverlos, sino de denunciarlos (y que los jodan por favor) hay que decir que tienen de todo. Desde los pañales para bebés y adultos, hasta la leche con fórmulas especiales para recién nacidos, azúcar, café, harina, harinas de trigo con y sin leudante, leche líquida y en polvo, descremada, sin lactosa, ¿cómo la quieres?  Tienen modes y toallas de uso diario. Papel sanitario. Y de aluminio. Y todos los productos de belleza, desde champús hasta baños de crema y cirugías capilares. Labiales, creyones de cejas, limas y acetona. ¡Pa’ qué más! Y lo que no tiene uno lo tiene otro. “Pida señor que yo se lo consigo”. Siempre con precios inaccesibles pero que la gente se sacrifica y los paga porque sencillamente no lo consigue en otro lado. Son una red de coñosdesusmadres.

Entiendo que eso es un delito, recientemente tipificado en un  novedoso instrumento legal puesto en marcha por el gobierno del Presidente Maduro para poner freno al desabastecimiento, al bachaqueo y a la especulación.

Pues sepa amigo Nicolás, desde adentro le están “echando la burra pa´l monte”.

Propuesta (facilito, aunque lamentablemente no soy asesor sino un pendejo más del pueblo, víctima del desabastecimiento, que cada día estoy más convencido que tiene su asidero en estas mafias organizadas que hay que desmontar, “electrocutar” –algo así como mano dura, Nicolás–, castigar y desaparecer, en el marco de la Ley y la Constitución): Una jornada de varios funcionarios leales y honestos (que son la grandísima mayoría) que en labores de inteligencia identifiquen y ubiquen el problema (en un solo día se logra) y al día siguiente métele mano a esas cucarachas malvivientes que juegan con la necesidad del pueblo, que al final es la necesidad de ellos mismos, porque lamentablemente son pueblo, pero pueblo mal acostumbrado, que en muchos casos se viste de pobre, que se viste de chavista y de colectivo y de consejo comunal para chantajear con posibles votos.

Pues nosotros, los verdaderos hijos de Chávez no queremos esos votos podridos, deshonestos y mal habidos, que se los metan por donde su inconciencia les indique. Esa bajeza que golpea al más débil no puede ser el termómetro para medir la fortaleza de la Revolución y todo su proceso que apenas comienza. Así no lo queremos. Vamos a sanear, a triunfar y a consolidar. ¡Sí podemos carajo!

“Mano dura Nicolás, mano de hierro”, así te dijo el líder. Así lo debes aplicar.

Entonces así recuperarás credibilidad de muchos incrédulos, recuperarás confianza, y sembrarás dignidad. Lograrás otro punto a favor de la normalización del abastecimiento y la distribución de productos de la cesta básica y su acceso al pueblo noble de Bolívar, que de paso vive reclamando –y con razón– su Soberanía Alimentaria decretada por el gigante Chávez.

A los funcionarios involucrados y que se han hecho la vista –y el bolsillo­– gorda (o), mételes mano también y en una transmisión de radio y televisión nacional destitúyelos y condénalos a cadena perpetua o lo máximo que permita el Código Penal y que paguen “haciendo carreteras con picos de goma”.

Tienes una herramienta perfecta en la OLP. Aplícala y que caiga quien caiga. Pero aplícala ya. Es un clamor de multitudes.

Y con este lío colombo-venezolano tan en boga (que por cierto a mí  me parece que siempre nos han jodido esos vecinitos dizque diplomáticos) aprovecha y revisa la nacionalidad de esos malandros bachaqueros. Mil a una te apuesto que en su gran mayoría son “de la raya pa´allá”. Mándalos a la cárcel hasta que se sequen los siete mares o los echas de una vez. Son verdaderos parásitos. Y si son venezolanos, la pena debería ser mano de obra en el campo. Que produzcan, esas ratas.

Ellos hablan descarada y frívolamente de ganancias que oscilan entre 4 y 6 mil bolívares diarios, lo que no se ganarían nunca trabajando honestamente. Cada vez se le unen más a ese ejército de ilegales que hacen mella en la sociedad, en las necesidades más básicas del pueblo de a pie y dañan la imagen del gobierno. Elimínalos con las leyes en la mano…

Son decisiones que basadas en los instrumentos legales deben tomarse en pro de un pueblo. Quizás una sola decisión gubernamental cambie la orientación de millones de cerebros que con su inalienable y soberana decisión debe darle continuidad al proceso sin ningún tipo de chantajes, en aras del buen vivir y en nombre de la paz.

Una vez normalizada la cosa, entonces le diré a mi hermano, “tranquilo que yo vuelvo a llevar a mi sobrina…”

PD: En los alrededores de la estación de Pérez Bonalde y del Mercado de Catia ocurre algo similar. Mercados persas juegan con los más elementales requerimientos del pueblo común.

 

luiskarlosmartin@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2115 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter




Notas relacionadas