Quizás abunde quienes definan esto como una pequeñez, estupidez, cosa de poca monta y hasta un simplismo de quien esto escribe. Pero si se le piensa bien, encontrará en ello una muestra reciente de lo sufrido o ha sido víctima el gobierno y el pueblo, a quien este ha querido proteger, en esa guerra económica que le hacen desde adentro las avanzadas de enchufados o infiltrados de los de afuera.
De manera que al intentar abordar las causas de lo acontecido el 6D, no se debe tomar en cuenta este muy particular asunto sino la conducta, el comportamiento global que él simboliza de los agentes del gobierno y sus socios en materia de manejo de las mercancías de las distintas empresas del estado, las que estas producen o distribuyen.
A mediados de octubre, en una de esas como muy frecuentes comparecencias del presidente en la televisión, anunció que para los primeros días de noviembre, quizás pensando como en una especie de regalo, aunque el público tuviese que comprarlo, pero a precio modesto o lo que ellos suelen llamar “socialista”, las empresas estatales del ramo, creadas por convenio con China, pondrían en el mercado, a través de la estatal Movilnet, tres tipos de teléfonos celulares de última generación.
Para fundamentar la veracidad de su anuncio u oferta, mostró y hasta manipuló cada uno de los aparatos. Para más señas, todos los ministros que le acompañaban portaban ya por lo menos uno de los tres, según pudimos percibir a través de las indiscretas cámaras.
El presidente, cual publicista de la televisión, habló además de las bondades tecnológicas de aquellos aparatos y del bajo precio al que llegarían al público, sobre todo al compararles con los de su misma categoría de las empresas capitalistas e importados.
Pocas horas después, quizás unas 48 apenas, Diosdado Cabello, en su programa “Con el Mazo Dando”, tocó el mismo asunto y mostró con entusiasmo, como el presidente, los tres aparatos; y si mal no recuerdo, dijo algo parecido a esto, palabras más o menos: Estos no se irán por los caminos o a manos del bachaqueo.
Este ciudadano, como muchos otros, con un teléfono tan en mal estado, como el cuerpo y el cacharro, por sólo nombrar eso y no cansar, además es como un mal de muchos, llegado noviembre, fui cuatro veces a las dos oficinas de Movilnet que conozco en mi espacio regional, una en Barcelona, otra en Lecherías y todavía fui tres veces más en diciembre. En ellas, las oficinas de la empresa estatal, nadie sabía ni sabe, qué destino tomaron esos teléfonos. No me dijeron llegaron y se acabaron. No. Simplemente que ellos, los teléfonos, jamás se aparecieron por allí.
¿Qué destino o rumbo tomaron? No lo sé. No convalidaré lo que me dijeron. Como que algunos concesionarios y otros que no lo son los recibieron y les vendieron “a precio capitalista salvaje” o, para decirlo en criollo novedoso, a precio de bachaqueo. Lo que sí puedo afirmar es que en todas las oficinas de Movilnet que he visitado aseguran que a ellos no les ha llegado esa mercancía. Eso dije, mercancía. Pero tampoco he visto a nadie con uno de esos aparatos en la mano. ¿Qué se hicieron? ¡Vaya usted a saber!
Podría ser cualquier cosa, hasta que se trató de una oferta presidencial resultado de una mala información y como se suele decir “le sorprendieron en su buena fe”; como que tales teléfonos no existen ni han existido nunca. Lo malo del asunto es que esa noche, el primer mandatario exhibió los tres aparatos, los ministros y sus más allegados fueron tomados por las cámaras con uno de ellos por lo menos en las manos, acariciándolos suavemente. Y para remate, Diosdado, sin ser víctima de uno de sus “patriotas cooperantes”, también los exhibió y ofertó con alegría para que quienes no tienen celular o el que poseen están en las últimas como el mío, pudiesen adquirir uno a “precio solidario”.
¿Pero si salieron de la fábrica y no llegaron a su destino oficial, el trazado por el presidente, es decir si hubo un acto de piratería, por qué eso se calla, se asume la pose o conducta del avestruz? ¿Si no hubo nada de eso sino que no han salido al mercado por las razones que sean por qué no se informa?
¿Los agentes presidenciales, más que este mismo, normalmente agobiado por tanta cosa, por qué no perciben esa falla? ¿La empresa, si es que no pudo cumplir con la oferta en el tiempo estipulado por qué no advierte para que el asunto se ventile, aclare y no genere suspicacias? ¿Acaso es delito reconocer una falla o un incumplimiento que por alguna razón fundamental se produjo?
Este es solo un asunto, al parecer insustancial, pero que define toda una conducta, se reproduce en muchas cosas y hechos. No quiero sacar conclusiones ni hacer acusaciones al voleo porque no dispongo de elementos contundentes, sólo tengo sospechas; pero si quiero valerme de este asunto para llamar la atención acerca de un comportamiento que mucho daño ha hecho y pareciera pasar desapercibido.