Cuando llegué al Hospital “Dr. José Gregorio Hernández” de Pto. Ayacucho, en enero del año 2005, como parte de un grupo de jóvenes médicos recién graduados con la intención de cumplir el artículo 8 de la Ley del Ejercicio de la Medicina, nos encontramos con una situación un tanto paradójica. Llegábamos en medio de una crisis generada por la renuncia casi masiva de los residentes asistenciales de dicho centro. Quedaban escasamente 4 o 5 residentes para todo el hospital, que de esa manera se había quedado casi desierto desde hacía un mes, desde diciembre de 2004. Para aquel entonces estaba iniciando el postgrado de Medicina General Integral, tan promovido por el gobierno nacional y la base social que lo respalda, y defendido como la gran solución (o una buena parte de ella) al problema sanitario del país.
Casi inmediatamente nos estrellamos con la razón de la crisis en el hospital. El motivo de la renuncia casi masiva, fue la migración que hicieron los residentes de ese hospital, al postgrado de Medicina General Integral (MGI). Me pareció un “efecto adverso”, más bien catastrófico, producido por la nula planificación de los organismos de salud al poner en marcha sus pretendidos “planes” para solucionar los problemas sanitarios.
Valga decir que, en esa lejana y apartada ciudad de nuestro país, y en aquella época, los ambulatorios del MGI trabajaban de lunes a viernes, de 8:00 am a 1:00 ó 2:00 pm. No más de allí. De manera que la población de Pto. Ayacucho, el resto del tiempo (incluyendo fines de semana y feriados) quedaba sólo con la opción del lógicamente colapsado hospital, o las clínicas privadas.
Desde que nació la Misión Barrio Adentro y el MGI, ha habido un desencuentro (por no decir que confrontación) permanente con el Ministerio de Salud, que han funcionado cada cual según su parecer, y sin ninguna clase de coordinación. Muestra de ello es que el argumento que utilizaban los directivos de Barrio Adentro para no permitir que los MGI trabajaran con nosotros en el hospital, era que “se iban a contagiar de la visión capitalista de la medicina” que, según ellos, teníamos los que trabajábamos en el hospital. No sé si en algún momento llegaron a analizar el tipo de médicos que aceptaron para los cargos de MGI. Puesto que en su gran mayoría, eran los mismos que hacían guardias en las dos únicas clínicas privadas de la ciudad, a pesar de que lo tenían expresamente prohibido, pues sus cargos eran a “dedicación exclusiva”. Nada más y nada menos. Y teniendo en cuenta que eran personas con entre cinco y hasta 20 años de “ejercicio” (si se le puede llamar así a lo que ellos hacían o pretendían hacer) de la profesión en aquel hospital, y que ya habían aprendido todos los vicios habidos y por haber, tanto en lo personal como en lo profesional. ¿Quién les iba a contagiar la visión capitalista de la medicina entonces? ¿Los recién graduados y recién llegados a ese hospital?
Y sin ánimos de denigrar a nadie, pero siendo sinceros con nosotros mismos y con uno de los más grandes filósofos latinoamericanos que hayamos tenido, el Dr. José Ingenieros –argentino, como el Ché, y socialista de verdad verdad– nos preguntamos: ¿y cómo iban a pelar ese boche? Porque la mayoría de ellos, ya con canas y sin haber logrado nada desde el punto de vista profesional y ya sin ambiciones en este ámbito, con la mejor época de sus vidas dejada atrás, olvidada, ahogada por el denso clima mediocre en que vivimos; sólo con la prioridad de mantener a sus familias y las premuras económicas que ello (y el avance de las arrugas y las canas) conlleva, no podían desperdiciar la oportunidad de ganar más, trabajando menos. Entonces, no es que critiquemos a estos médicos en lo personal, en el hecho de haberse entregado a la mediocridad durante su juventud, en lo particular de su decisión, basados en circunstancias de las que probablemente no fueron culpables. Criticamos a los más mediocres aún, encargados de velar por el funcionamiento del sistema público de salud.
Traigo esto a colación por la información que observé en nuestro portal de Aporrea, acerca de la advertencia que hace la AIPO sobre un boicot hospitalario preparado por la oposición. No niego que exista esa clase de planes montado por esos que han demostrado hasta el cansancio la clase de piltrafas que son. Pero si me atrevo a pronosticar, porque he vivido esas situaciones en carne propia, que muchos médicos, chavistas o no, izquierdistas o no, revolucionarios o no, pero probos e íntegros en su difícil labor, son médicos antes que políticos, negados de plano a participar en esa clase de hechos, pueden ser afectados de alguna manera ante la respuesta de los sectores y organismos que pretendan tomar cartas en el asunto y castigar a los culpables, en base a denuncias que si bien no son falsas, sí deben tener mucho de sesgadas y tergiversadas. Muy probablemente pagaremos justos por pecadores.
Porque si la AIPO está tan preocupada por estos planes desestabilizadores, ¿por qué nunca han mostrado preocupación por las condiciones decadentes que nuestros Ministros de Salud y Comisionados Regionales han permitido que se instalen en nuestros hospitales? De manera que, si de “caza de brujas” se trata (porque me consta que más de un resentido está metido en esa clase de organismos, y que sus acciones nunca se caracterizan por tener resultados positivos, ni siquiera para el pueblo que dicen defender), espero que los primeros presos sean TODOS los Ministros que han pasado por el despacho de Salud, así como TODOS los Comisionados Regionales; esos que se visten de rojo, para esconder la blancura, verdura, o cualquiera que sea el color que llevan por dentro.
Lo digo sin que me quede nada por dentro. Los culpables de las condiciones para que los hospitales se vean, aparte de desabastecidos de insumos, desiertos de médicos, han sido los mismos de siempre… los burócratas cuarto–republicanos, disfrazados de revolucionarios. Todo lo que ocurra en adelante, no sería sino por inercia, con la ayuda de una suave brisa desestabilizadora, ni siquiera un golpe trabajadamente complejo y organizado, de fuerzas de la oposición pitiyanky e inhumana. Con un suave empujón se precipitaría el definitivo colapso del ya delicadísimo y tambaleante “equilibrio” en el malfuncionamiento diario de nuestros hospitales. Y terminarían pagando los más pendejos: médicos jóvenes, que recién inician su carrera, con sus torpes y limitadas visiones políticas, la mayoría de ellos, pero que al final, en la emergencia del hospital, no andan preguntándole a los pacientes si son chavistas o no para darles atención médica. Lo digo porque yo mismo he sido víctima de descalificaciones sin razón, por personas lamentablemente predispuestas y prejuiciosas, que así como hay escuálidos disociados, también los hay chavistas.
Espero también que asuman su responsabilidad todos aquellos que han fomentado el desencuentro entre los médicos de Barrio Adentro y nosotros, los del Ministerio de Salud.
Espero que algún día, a pesar de las diferencias de pensamiento (por no decir que la polarización) que reina en nuestra sociedad venezolana, se aproximen los grupos racionales, y se dejen de lado los extremistas de lado y lado. Por el bien de todos.
Una cosa más quisiera agregar: no se crean que 30.000, 50.000 ó 500.000 Médicos Generales Integrales lograrán suplir la labor de los residentes asistenciales y de postgrado de los hospitales del MS. Y no lo digo por ínfulas de superioridad académica, intelectual o profesional; sino simplemente por el distinto perfil de las especialidades, por el enfoque y por el manejo de las enfermedades y sus complicaciones, que son del área específica de cada cual. Así como tampoco nosotros lograríamos suplir la actividad asistencial de los MGI. Lo que sí debemos lograr es la coordinación, la integración entre ambas partes del Sistema Nacional de Salud.
Y a manera de consejo, quisiera plantear unas preguntas para reflexión: ¿no será mejor conquistar el respeto (para no decir que el apoyo y militancia política) de los médicos “rasos” (para no decir tampoco que al “gremio médico” en general, con sus corruptos dirigentes antiéticos) mejorando las condiciones de trabajo, salario, dotación de hospitales y seguridad para el personal en las instalaciones hospitalarias; en lugar de seguir fomentando la confrontación y evadiendo responsabilidades?
¿No será mejor reconocer la importancia de este sector profesional y, sin caer en privilegios desmesurados, otorgarles el trato que corresponde con la importantísima función que cumple para la sociedad venezolana, sobre todo para la que no puede ir a una clínica, que precisamente es la que en su mayoría apoya a nuestro Presidente?
Así como Jesús Romero Anselmi es capaz de defender públicamente su relación de amistad con Alberto Federico Ravell, a pesar de sus diferencias políticas; y así como Manuel Quijada defiende públicamente su relación de amistad con Luis Miquilena; así defiendo yo a mis compañeros de postgrado, a pesar de nuestras diferencias; y añadiendo en su defensa, que no hacen nada en perjuicio de los pobres de nuestro país, muy por el contrario; a diferencia de los amigos de aquellos dos dirigentes de nuestra revolución.
Al César lo que es del César; y a Dios lo que es de Dios, dijo Cristo.
Acatemos entonces esta directriz. Por el bien de nuestro país.
¡Patria Socialista, Salud y Vida!
¡Revolución Moral y Cultural, o caricatura de Revolución!
¡Venceremos!
*Residente de Medicina Interna
Hospital Central de Maracay
jcuriven@hotmail.com