Para entender la verdad

Este artículo está dirigido a los boliburgueses elegidos por el voto del soberano:

La verdad de las cosas, es la realidad. La verdad en el entendimiento es conocer las causas sociales del pueblo tal como son. La verdad en la conducta es obrar por impulso de esta buena voluntad. La verdad de proponernos un fin conveniente y debido, según las circunstancias sociales. La verdad en la elección de los medios es elegir los que son conformes y mejor nos conducen al fin que nos proponemos; él socialismo. Hay verdades de muchas clases, porque hay también muchos modos de conocer la verdad. No todas las ideas se han de mirar de la misma manera, sino del modo que cada una de ellas se vea mejor para el común del pueblo. Al pueblo el Comandante le ha dado muchas ideas y facultades. Ninguna es inútil para conocer la verdad. Ninguna es intrínsecamente mala. La esterilidad o la malicia nos vienen de los falsos revolucionarios y, de la explotación, a que estamos sometidos por el capitalismo. Una buena lógica debiera comprender al pueblo entero, porque la verdad está en relación con todas las facultades de su ser. Cuidar de la una y no de la otra es a veces esterilizar la segunda y malograr la primera. El pueblo es un gran mundo, él los eligió para que hicierais una eficiente administración de la empresa encomendada, las facultades del pueblo son muchas y muy diversas, él quita y pone gobernantes; necesita eficiencia y conocimiento, y no hay combinación posible si cada caso no está en su lugar, si no ejerce sus funciones o las suspende en el tiempo oportuno. Cuando el pueblo deja sin acción alguna de sus facultades es un instrumento fácil al cual las castas burguesas manipulan y explotan; cuando las emplea mal es un instrumento de la ira y la sin razón. La razón es fría, pero ve claro; darle color y no ofuscar su claridad; las pasiones son ciegas, pero dan fuerza; darles dirección y aprovecharse de su fuerza. El entendimiento sometido a la verdad, la voluntad sometida a la moral, las pasiones sometidas al entendimiento y a la voluntad, y todo ilustrado, dirigido, elevado por el socialismo: he aquí al pueblo completo, el pueblo por excelencia. En él la razón da luz, la imaginación da color, el corazón vivifica.

Cuando el pueblo no tiene en su apoyo el sentimiento y la verdad, la voluntad es floja; cuando el sentimiento no tiene en su apoyo las ideas, el pueblo vacila es inconstante. Las ideas son la luz que señala el camino; es más: es el punto luminoso que fascina, que atrae, que arranca: el sentimiento es el impulso, es la fuerza que mueve, que lo lanza al socialismo. Cuando las ideas no son vivas, la atracción disminuye, la incertidumbre comienza, la voluntad es irresoluta; cuando las ideas no son fijas, cuando el punto luminoso se muda de lugar, la voluntad anda mal, cuando las ideas se dejan ofuscar o reemplazar por otras, la voluntad muda de objetos, es voluble, y cuando no está en proporción con las ideas, el entendimiento las contempla con placer, quizá con entusiasmo, pero la mente no se halla con fuerzas para tanto; el vuelo no puede llegar allá; la voluntad no intenta nada y si lo intenta se desanima y desfallece.

Desgraciado el funcionario público que no se acostumbra a rechazar la lisonja, la vanidad y la soberbia, a dar a los elogios que se le atributan el debido valor; que no se concentra repetidas veces para preguntarse si el orgullo le ciega, si la vanidad le hace ridículo, si la excesiva confianza en su propio dictamen le extravía y le pierde; si tiene probidad en su rol administrativo. La virtud no es imposible de los males acarreados por nuestra imprevisión o ligereza, pero solemos achacárselos a ella con demasiada facilidad. Mi buena “fe me ha perdido”, exclama el funcionario “honrado” víctima de una acusación, cuando lo que le ha perdido no es su buena fe, sino su torpe confianza en quien le ofrecía demasiados motivos para desconfiar de él. ¿Acaso los mafiosos no son también con mucha frecuencia víctimas de otros mafiosos y los pérfidos de otros pérfidos? La virtud nos enseña el camino que debemos seguir, más no se enmarca de descubrirnos todos los casos que en él podemos encontrar; esto es obra de la penetración, de la previsión, el buen juicio, es decir, de un entendimiento claro y atinado. Con estas dotes no está reñida la virtud, más no siempre las lleva de compañeras. Como fiel amiga de la humanidad, se alberga sin repugnancia en la mente de toda clase de personas.

En efecto; es innegable que las ideas que se identifican con una tercera se identifican entre sí; que de dos ideas que se identifican entre sí, si la una es distinta de una tercera lo será también la otra; que lo que se afirma o niega de toda una idea debe afirmarse o negarse del individuo contenido en ellos, y, además, es también mucha verdad que las reglas de argumentación fundadas en dichos principios son necesarias. No se crea que esta práctica sea imposible; cada cual puede probarlo por experiencia, y echará de ver que le sirve admirablemente para dirigir el entendimiento y corregir la conducta. No llega por común a tan alto grado la exaltación de nuestros efectos que nos prive completamente del uso de la razón; para semejantes casos no hay nada que prescribir; porque entonces hay la enajenación mental, sea duradera o momentánea.

Señores boliburgueses: Hay varias maneras prácticas de que la moralidad tradicional estorbe todo lo que es socialmente deseable. Una de estas cosas deseables es la prevención y limitación de la pobreza, la cual es ocasionada por la corrupción en la administración pública, y la explotación del capitalismo con el apoyo y consentimiento de los obispos de la Iglesia Católica. Si no cambiamos sus costumbres a este respecto, a los pueblos tercer mundistas sólo nos queda la guerra y la miseria. Esto lo saben todos los eruditos inteligentes, pero no lo quieren reconocer los funcionarios públicos, ni los dogmatizadores teológicos.

Señores boliburgueses: Creemos que la eliminación de la corrupción y la decadencia dogmática sólo pueden hacer bien. Reconocemos inmediatamente que los sistemas de dogma, como los del fascismo y los del imperialismo, son peores aun, que los de las religiones, pero no habrían arraigado de tal modo en la mente humana si los hábitos dogmáticos ortodoxos no hubieran sido inculcados en la niñez. Lo que el pueblo necesita no es dogma, sino una actitud de investigación científica y social, combinada con la creencia de que la tortura de millones de seres no es deseable, ya la inflija el imperialismo o una Deidad imaginada a semejanza del creyente.

Señores boliburgueses: El socialismo significa entre otras cosas, el hacer de la administración pública lo que es la de toda empresa comercial, una función técnica, servida por técnicos pagados por el pueblo para tal servicio; eliminando: ¡la corrupción y el robo! El socialismo significa la conversión de la política en administración y la sustitución del Estado capitalista, poniéndolo al servicio de la comunidad. Socialmente se busca, que mejore la vida de las gentes, que aumente el número de los alimentados, abrigados, domiciliados, y darles Salud y Educación gratuita para todos humanamente, aunque se tengan que privar ustedes de lujos, suntuosidades, y estúpidos derroches; pero si esto es socialmente mejor y más progresivo hasta económicamente, no sucede así boliburguesamente.

Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria Socialista o Muerte.

¡Venceremos!


manueltaibo@cantv.net



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Manuel Taibo


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